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La niña y la golondrina

Era una hermosa mañana de primavera y Anita estaba, como siempre, sentada en su silla de ruedas en el jardín. La vista hacia la playa era hermosa y su madre decía que la brisa marina le haría muy bien. 
Eran sus padres muy buenas personas y habían comprado aquella casa con la esperanza de que el clima de la costa hiciera un milagro, ya que en sus cortos 5 años, la niña, inexplicablemente, no podía caminar. 
Estaba la madre en casa, ocupada en sus quehaceres cuando oyó que la niña gritaba... 
- ¡Mamá, mamá! - 
Rápidamente corrió a su lado. 
- Hay algo dentro de ese arbusto - señaló. 
La madre cuidadosamente apartó las ramas y encontró allí una pequeña golondrina que inútilmente aleteaba en un esfuerzo desesperado por escapar. 
- Tiene un ala quebrada - dijo la mamá. - No podrá volar -. 
- Dámela a mí - dijo Anita - Yo la cuidaré -. 
Había en los ojos de la niña un brillo especial...Una emoción que su madre nunca antes había visto en ella. 
Anita tomó entre sus manos la temblorosa avecilla y con esmero se dedicó a cuidarla como si hubiese sido su propia hija. 
Y así pasaron las semanas... 

Ya comenzaba el verano...Anita estaba en el jardín, sentada en su silla, con la golondrina en su regazo. La tarde comenzaba a pintarse de dorados y rosas y la espuma de las olas parecía más blanca que de costumbre. La tibia brisa movía los cabellos de la niña cuando una bandada de golondrinas se acercó volando por la playa...Venían con sus alas casi tocando la arena y luego en grupo se elevaron y pasaron sobre la niña y el jardín. 
La golondrina que Anita tenía entre sus manos comenzó a inquietarse. Quería liberarse y extender sus alas. 
Anita se dio cuenta de que la pequeña golondrina, que había sido su alegría en los últimos días, estaba lista para partir. 
En ese momento tuvo sentimientos encontrados: la alegría de haberla salvado y el temor de no volver a verla nunca más. 
Podría mantenerla en una jaula, pensó, pero no sería feliz. 
Entonces, la acercó hasta su boca, besó su pequeña cabecita y levantó ambas manos hacia el cielo...Ante sus ojos la golondrina extendió sus alas y alzó el vuelo. 
Comenzaba a refrescar la brisa cuando la madre miró por la ventana... 
Un grito se atoró en su garganta. ¡No podía creer lo que estaba viendo! 
Con las manos alzadas hacia el cielo, de pie frente a la silla de ruedas, Anita tenía la vista fija en el horizonte. 
La bandada de golondrinas aun daba vueltas y hacía piruetas sobre la arena y las olas. 

Al año siguiente, en la primera semana de primavera, Anita fue despertada por un revolotear en su ventana. 
Al correr las cortinas vio una golondrina que golpeaba el vidrio con su pico. 
¡Había regresado! 

Esa mañana, Anita corrió por la playa seguida por la golondrina y ambos eran los seres más felices de este planeta!

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