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La noche de los caballos

~~Cuando yo era niño las noches donde vivía eran muy tranquilas. Sólo podía oirse el concierto que formaban los coquís, chicharras, grillos y los miles de pequeños animalitos que al oscurecer comenzaban un ritual de sonidos que el que no estuviera acostumbrado al campo podía pasar toda la noche despierto. Muy de madrugada y próximo a hacer la aparición la maravillosa luz del sol, un nuevo concierto nos sorprendía y nos sacaba de los brazos de Morfeo. En esta ocasión, la potente garganta de cualquier gallo rompía el silencio de la noche con su estridente cántico que nos anunciaba que era hora de abandonar la comodidad del lecho para comenzar las faenas del día. Los pitirres, ruiseñores y demás cantores mañaneros del monte despertaban con sus gargantas descansadas y muy bien afinadas para deleitarnos con su maravillosas melodías. En algunas ocasiones una solitaria paloma se paraba en el higüero y dejaba salir de su garganta un sonido que parecía un lamento. Muchas veces escuché decir a los mayores que era un presagio de alguna tragedia en el barrio o que alguién se moriría.

 En una ocasión, pasada la media noche, se oyó en el camino frente a nuestra casa, un tremendo tropel que despertó a toda la familia. El ruido era asustante. Se oían relinchos y fuertes pisads de caballos que corrían de una manera desenfrenada. La noche estaba muy oscura y cuando mi padre salió a mirar por la ventana de la sala, sólo pudo ver uas sombras que se movían en la noche y escuchar más de cerca la gran cantidad de caballos que bajaban por el camino real. Pasados unos minutos los caballos desaparecieron camino abajo y volvió el silencio a reinar. Mi madre, mis hermanos y mi abuela que dormía esa noche en nuestra casa, regresamos a la cama ya pasado el susto, luego de oir la explicación que nos dió nuestro padre. Todo fue un grupo de caballos sueltos, nos dijo, y todos nos retiramos.

 Antes de dormirse, mi abuela comentó que lo que había pasado era que por el camino habían bajado los cuatro jinetes del apocalixis de los cuales nos habla la biblia. Que eso ocurría cuando algo malo estaba por suceder. Después de otros comentarios de la abuela que acostumbraba hablar siempre antes de que se quedara rendida por el sueño, todos volvimos a acurrucarnos entre las mantas, un poco asustados y nerviosos.

 No había pasado mucho tiempo, cuando de repente despertamos todos muy asustados porque el ruido que se escuchaba en ese momento era mucho más fuerte que la vez anterior. Iba en sentido contrario del camino y duró mucho más tiempo. Los perros comenzaron a ladrar de una forma desesperada, las gallinas, gallos y pollos que dormían en los árboles que quedaban detrás de la casa formaron tremenda algarqabía que unida al ruido del camino, parecía que el cielo se estaba cayendo. Esta vez todos saltamos de la cama y nos apresuramos a mirar por la ventana. Como la vez anterior, sólo pudimos ver sombras que se movían camino arriba hasta desaparecer en lo alto de la montaña. Mi abuela buscó su rosario y se arrodilló frente al altar y rezó tres padres nuestros y tres ave marías. También rezó una oración que convocaba a todos los ángeles celestiales para que vinieran a combatir a los demonios que esa noche andaban sueltos por el barrio.

 Esta vez nadie regresó a la cama. Mi madre preparó café y nos sentamos en la sala alrededor de la abuela que nos exholtaba a encomendarnos al cielo para que nada pasara. Como era su costumbre la abuela nos contó de sucesos parecidos que habían ocurrido durante su larga vida. Mi padre que nunca se tragaba los cuentos de la abuela, salió al batey de la casa y examinó los alrededores en busca de algún indicio que explicara lo sucedido. Sólo encontró innumerables huellas de caballos en ambas direcciones del camino. Así transcurrió el resto de la noche hasta que los juglares de la madrugada anunciaron que aquella larga y tenebrosa noche estaba por terminar.

 LLegado el nuevo día, mi padre recorrió el barrio para hablar con los campesinos sobre lo ocurrido la noche anterior. Los que vivían a la orilla del camino le comunicaron que al igual que nuestra familia, les asustó mucho el suceso. Después de haber comentado con algunos de sus amigos y compadres, se allegó hasta la casa del compadre Chano, quién le aclaró el asunto.

 Resulta que su yegua Paloma Brava, se había escapado y fue por todo el barrio provocando que los demás equinos también se fugaran y recorriendo los caminos del barrio sembraron el terror de los campesinos. Nada que lo que tanto nos asustó fue una noche de juelga de Paloma Brava y sus amigos.

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