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La noche de los fantasmas.

La pandilla se ha disfrazado, todos están mostruosamente adorables. Tato mira a Samira con ojos de corderito. Está preciosa vestida de vampira. Él con su traje de Pirata Fantasma está muy auténtico. Las mamas de los cinco amigos han puesto mucho empeño y cariño para esta ocasión. Esta noche los niños se disfrazan de sus peores miedos, salen a la calle para reirse juntos y desterrarlos aunque sea por un tiempo; asustan o al menos lo intentan, a los adultos que harán como que se mueren de miedo.      Están todos reunidos a la luz de las linternas, en la casita de madera del jardín de Dani "la momia". Cuentan historias de miedo y se comen la merienda que han traído cada uno. _¡AAAAAAAAAAH!. La brujita Laura dá un expeluznante grito que más que asustar hace retumbar los tímpanos de los amigos. _Ahora le toca a Robert. apunta Tato. _¡¡AAAAAAGGGGRRRRR!!.  y con una cómica expresión de dolor cae de espaldas con las piernas hacia arriba haciendo crujir las viejas maderas del suelo.      Todos están de acuerdo en que Robert vestido de Zombie es el ganador del concurso de gritos y le dan su premio, una galleta cada uno. Se quedan callados, están aburridos, necesitan emoción. _¡Podíamos jugar a asustarnos entre nosotros!. dice la momia Dani recogiéndose los extremos de las vendas en su pantalón.      Robert acerca la linterna a su cara y con mucho misterio dice: _¿Queréis emoción?. pues iremos a la casa de los fantasmas en la colina._¿Qué me decís?._      A Samira y a Laura no les parece tan buena idea, sus padres les tienen prohibido acercarse a esa casa. Dicen que está llena de cucarachas y ratas. Pero Tato corrige a su chica: _¡Eso es lo de menos! ¡Los fantasmas son lo más terrorífico!. Mi primo mayor dice que estuvo una noche de los miedos entera allí y que nunca jamás volvería. Aunque sus amigos me dijeron que solo fueron 45 minutos y se hizo "pis" encima._ _¡ja! ¡ja!¡ ja!. se rieron todos mientras salían en tropel al jardín.        La noche era realmente tenebrosa, la luna brillaba en todo su esplendor y unas nubecillas negras la oscurecían a ratitos dándole una aspecto siniestro. Ya en la verja de hierro de la casa de la colina, todos se agarraron y metieron sus caritas por entre los barrotes. Miraban curiosos hacia los misteriosos ventanales oscuros, como ojos negros en un caserón enorme y viejo. La puerta desvencijada  se distorsionaba a los ojos de los niños hasta parecer una gran boca que sonreía maléfica. Del tejado caían enredaderas y las tejas rotas daban cobijo a bichejos indescriptibles que solo caben en la imaginación de un crío.      La verja de la entrada cedió bajo el peso de los niños y aunque normalmente estaba cerrada con una gruesa cadena, esta vez se abrió con un chirrido que sobrecogió a todos. Entraros muy cautelosos alumbrando con sus linternas las malas hierbas que les subían hasta las rodillas. El jardín con sus grandes árboles viejos de ramas largas como dedos que en cualquier momento se acercarían sigilosos para atrapar a los amigos. O por lo menos eso es lo que los niños pensaban.      De pronto Dani sintió que algo le atrapaba y le impedía avanzar. Se puso pálido y se le aceleró el corazón a un ritmo vertiginoso. Los chicos seguían avanzando y Dani casi sin voz les llamó: _¡Chis! ¡chisssssss!...¡Soco...socorroooo!._

     Tato le alumbró con la linterna y se acercó valientemente. _¡A lo mejor es que te has puesto demasiadas vendas!_.      Dani miró trás de sí y vió las tiras de tela blanca que se extendían desde la verja donde se habían enganchado. Dió un fuerte tirón y las recogió como pudo a toda prisa bajo su jersey.      Ya estaban muy cerca de la casa cuando Samira y Laura dieron un grito ahogado tapándose la boca para no gritar. _¡Hay luces en las ventanas!. exclamaron las niñas.      Todos comprobaron que era cierto y se movían de aquí para allá como verdaderos fantasmas. _¡Vámonos de aquí!. temblaron las niñas. _¡No seáis bobas! dijo Robert. _Ahora que hemos llegado tan lejos... murmuró poco convencido en realidad.      Un lamento fantasmagórico les hizo extremecer  todos los músculos. Aunque en realidad solo eran gatos hambrientos peleándose en el tejado.      Los cinco amigos miraban el portón de madera como si se tratara de la mismísima puerta del infierno. Ya estaban decididos a tocarlo cuando se abrió lentamente con un ruido horrible de madera podrida. El susto fue tan grande que se quedaron petrificados y mudos. Por entre la oscuridad apareció una pequeña figura blanca a la luz de una vela. Tato sacó fuerzas y dijo: _¡Un fantasma!. tan bajito que casi no se oyó.      Todos gritaron al unísono durante al menos diez segundos incluido el fantasma de la vela. Cuando por fin se callaron, el fantasma se quitó la sábana de encima y dejó al descubierto su verdadero aspecto. _¡Pero si es un niño!. dijo Laura. _¡Es el niño nuevo que empezó el cole el lunes!. añadió Samira. _¡Valiente susto me habéis dado!. exclamó el niño nuevo, _iba a tirar piedras a los gatos para que se marcharan y os he encontrado aquí parados, vestidos así y en la plena noche de los miedos..._      Recuperados todos del susto, Adrían (el pequeño fantasma) les invitó a pasar. La verdad es que por dentro, la casa era muy acogedora. Todo estaba a medio amueblar, lleno de cajas, juguetes y maletas de ropa. Adrían les explicó  que se estaban mudando y que la luz se iba constantemente por lo que usaban velas para moverse por la casa. Sus padres estaban en la cocina preparando la cena. Por la mañana empezarían las obras de la casa y ¡Ah! ¡fantasmas nada de nada!.      Dani, Robert, Samira, Laura, Tato y ahora también Adrían se hicieron muy amigos y pasaron el resto de la noche juntos por el barrio jugando a asustar a los mallores.      Después de esa noche no tenían miedo a los monstruos, lamentos y fantasmas porque en realidad solo estaban en su imaginación resultando ser verjas rotas, gatos, velas y niños nuevos muy simpáticos.   FIN

Datos del Cuento
  • Categoría: Infantiles
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