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La otra cara de la moneda

- Oye Nona, es cierto lo que me ha contado Luis. ¿Qué has roto con Federico?
- Sí, hace unos días.
- Y, ¿cómo es eso?, sí te mostrabas tan enamorada. Todavía recuerdo como nos lo disputaste a todas las amigas, sirviéndote de la más arteras artes femeninas para conquistarlo. Es bien cierto que todos bebíamos los vientos por Federico, pero acabaste siendo tú la preferida.
- No es cierto que yo usara ningún arte para conquistarlo. Pues bien a las claras puso de manifiesto desde un principio, que era yo por quién él venia.
- Sabes que Federico va contando que ha sido él quién te ha dejado, porque dice que eres una marisabidilla.
- Él puede explicar lo que quiera, pero lo que ocurrió, es que el último día que quedamos citados yo estaba tan hastiada de su compañía, que encargué en casa que si Federico telefoneaba le dijeran que había tenido que ausentarme y que no sabían cuando volvería.
- No acabo de entenderlo. Despreciar a tan hermoso ejemplar, que rezuma virilidad por todos su poros y que tiene un rostro que parece escupido por Fidias y un cuerpo que Rodin se hubiera solazado en transferirlo al mármol, ¡me parece inverosímil!
- No niego que como macho es un bello ejemplar. Pero su inteligencia es tan roma y poco cultivada como pueda serlo la de un zulú de Swazilandia.
- ¿No exageras un poco?
- Bastará que te cuente lo que ocurrió la primer tarde que asistimos a un cine, para que te convenzas de esa verdad.
- Anda, explícame, que estoy llena de curiosidad. ¿Hubo ración de sexo, en la obscuridad?
- No seas procaz, que no te sienta... Lo que pasó es bien sencillo de contar. Pero lo suficientemente revelador para demostrar el grado de intelecto y cultura de Federico.
- Di, de un vez, ¡que ocurrió!
- Te cuento. Se trataba de una película que contaba la vida del suizo Rousseau y de su obra, hablada en francés, con subtítulos. Como Federico no sabe una papa de francés, se ve que al poco de comenzar la película se cansó de leer lo subtítulos, y entonces buscó distracción en mi persona. Me cogió la mano y quiso llevarla a cierto sitio de su anatomía, y pasándome el brazo por mis hombros intento tocarme los senos. Tuve que ponerme seria y amenazarle que si proseguía en sus abusos, lo dejaba. Menos mal que no insistió y me permitió visionar toda la película que encontré interesantísima. Al salir del cine hablamos de lo que habíamos visto, y me percaté que no había entendido nada y además, como colofón, dijo que se aburrió. Entonces procuré explicarle el argumento, y cual no fue mi sorpresa que al referirme a Jean-Jacques, me preguntó si era el nombre de uno de los artistas del reparto.
- ¿Tan analfabeto es, que desconoce al autor de "El contrato social" y de "Emilio"? No puedo creerlo.
- Pues no lo dudes. En otra ocasión, quiso convencerme de que los novios debían mostrar su confianza mutua refocilándose entre sábanas.
- No me parece mala idea.
- Demuestras ser tan simple como él... Desde nuestros ancestros, la mujer ha sabido que el hombre siente afán por sus conquistas, sean del orden que se quiera, guerreras, intelectuales, arriesgadas.... y los romos e ineptos para otros menesteres, las femeninas. Y, además, el mayor galardón de estos últimos es, luego, ir contándolas por doquier, prescindiendo del daño moral que puede causar a la mujer. Por desgracia, muchos de estos conquistadores de pacotilla, gozan de determinados atractivos físicos que nos encandilan y haga que sucumbamos a sus requerimientos. Pero como en su ánimo solo existe el afán de conquista, una vez obtenida la victoria se lanzan ipso facto al logro de otro palmarés.
- Haces una pintura de los hombres, que es para atemorizarnos, a las mujeres.
- De determinados hombres, no de todos. Pues los inteligentes y cultos, su trato está más en consonancia con lo que ahora, que concurrimos a las mismas aulas universitarias y sabemos tanto como ellos, preferimos. Que no es otro que el trato circunspecto y educado, sin que tengamos que estar siempre a la defensiva de un acoso sexual.
- ¿Y quieres decir que Federico pertenece a ese grupo de romos y estultos?
- Por desgracia, ¡sí! Cuando nos encontrábamos, procuraba sondear su espíritu para conocer, si como los dos en un principio pretendíamos, estaba preparado para el matrimonio. Y cualquier tema de conversación que iniciaba o le proponía, se le alargaba la cara con rictus de aburrimiento tan insultante, que me acuciaban las ganas de retirarme de inmediato de su compañía.
- Pues has tenido suerte de conocerlo antes de llegar al matrimonio.
- ¡Qué lo digas! Pues estoy segura que al día siguiente de acostarse conmigo y logrado su designio carnal, se hubiera lanzado a la conquista de otra.
- Nona, de corazón te lo digo, ¡te felicito!
-¡Gracias!
("La venda traicionera" y "La otra cara de la moneda", constituyen la visión desde ángulos distintos de un mismo hecho.)
Datos del Cuento
  • Categoría: Hechos Reales
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Comentarios


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1 comentarios. Página 1 de 1
Angel F. Félix
invitado-Angel F. Félix 14-11-2003 00:00:00

Una "l", que es ladina, ha huido, ¡la muy cochina!, convirtiendo el "esculpir" en un grosero "escupir" ("La otra cara de la moneda", de Angel F. Félix)

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