Y dice así el cuento para una hermosa mujer del norte
Si Dios le dijo algo, jamás salió de sus labios aquel secreto... Su andar cansino y su mirada atemporal se hizo misterio a quien se le acercase y quisiera poseerla... Y de sus labios, tan solo brotaban unas gracias, unos buenos días, buenas tardes, o un sí rotundo, o un no silencioso... Y luego, quien sabe el cómo ni el cuándo, se le acercó un hombre muy hermoso y lleno de encantos... Sus ojos brillaron pues, sintió a Dios en su mirar... Sonrió como el arco iris... Y muy pronto, ambos, se unieron en un solo aliento... Se amaron sin saber del tiempo ni del lugar... Tan solo se amaron... Porque estaba escrito por Dios... Al cabo de un tiempo, de la magia entre sus cuerpos engendró un hermoso bebé de ojos vivos y sonrisa divina... Ella la amo, pues sintió a Dios mismo en ella... El hombre de encantos y hermosura, siguió su destino... Mientras ella quedó sin entender, el por qué nada es para siempre... Lloró tanto que el cielo y el mar callaron... Los hombres y mujeres del pueblo le miraron y su silencio respetó...
Al poco tiempo el pueblo cambió... La guerra entre los hombres destruyó la belleza de la tierra por un mar de sangre... Los hombres llegaban en pedazos... Las mujeres morían de dolor y angustia... Los niños lloraban sin cesar por el hambre... La gran enfermedad no sintió piedad por ellos... Y con su espada de oro, les hizo sufrir...
Aquel pueblo era un mar desolado de llantos y alaridos... Mientras tanto, la mujer silenciosa... Miraba el cielo, con su bebe en los brazos y en silencio pronuncio el nombre secreto de la divinidad... Y el mismo Dios se hizo hombre y se le acercó, y le pidió al bebé... Ella llorando pronunció su no silencioso... Y el mismo Señor le dijo esta vez que no era posible negarle... Le dijo que dejara a su bebe en los brazos de la madre naturaleza, pues, seria ella quien cuidara a su bebe... Ella asintió... Y el Señor le dijo que no volviera hasta que encontrase el secreto del dolor... Para unir a su pueblo de vuelta a la paz...
Y así entre un sordo gemido, la hermosa mujer partió no sin antes llorar a mares por dejar una parte de su corazón... Viajo hacia el sur y en su largo viaje sufrió la desidia de los hombres, la frialdad de los pueblos... Y sobre todo la dureza de sus corazones... Pasaron los tiempos y la mujer silenciosa conoció a un hombre bueno, de rostro amigable y corazón generoso... La hizo reír y llorar, pero fue tierno y cariñoso con ella... Él le dio su corazón, pero ella no lo recibió... Tan solo quería una sola cosa... La paz de su pueblo y el retorno de su bebé... El hombre bueno entendió... Y luego de sentarse a meditar por días y noches, escucho el mandato de Dios... Que le pedía que ayudara a la hermosa mujer del norte... Y eso hizo... Vendió cuanto poseía y le dio todo cuanto pudo para que la mujer pudiera encontrar el secreto de la paz en los hombres del norte y el retorno de su bebe...
El hombre bueno la vio partir en un pequeño tren... Y en medio de su adiós, le dijo algo que ella pudo escuchar, pues nació de su corazón... "Te espero", repitió... Mientras el tren se alejaba, la mujer volteó el rostro y pudo ver al hombre bueno transformarse en el mismo Señor... Diciéndole... “te espero...” infinitas veces...