Madre ... no fue tu culpa, quise avanzar y tomé el camino equivocado. Han sangrado tus pies tras mis pasos, tus lagrimas han rozado mi piel y me han sostenido tus brazos. Quiero detenerme y aún cruzando entre arbustos con espinas encontrar el camino recto para volver y fortalecer mi lucha en tu regazo.
Y tú que también quieres hacer feliz a una madre, remueve poco a poco las piedras que te hacen tropezar y mirando tu esfuerzo aún viendo lágrimas en tus ojos, ya no llorará. Levanta la frente y muestrale con alegría tus ganas de luchar. Te mirará con orgullo y en su rostro antes entristecido, una gran sonrisa brillará.
Porque no hay nada que haga más feliz a una madre, que nuestra propia felicidad.