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Categoría: Metáforas

La tierra

Sembraban diariamente las semillas que, bañadas de esperanza, eran acostadas como niños, sobre una sabana de tierra. Acompañados tan sólo por un perrillo, que con sus ladridos hacían de sus vidas un poema con sabor de alegría, éllos no dejaban que sembrar y sembrar; tenían en sus mentes eso que la humanidad llamaba: la costumbre del día a día, y la esperanza de un día mejor...
Y así, durante aquella gran sequía que azotaba toda la región, postraban sus vidas a la tierra, esperando, al igual que el perrillo, que la lluvia emitiera su gracia, y aplacara la sed de la tierra, y el deseo de sus almas...
Fatigados, y aún enfermos, seguían enterrando sus manos y sus pies... Hasta que sus cuerpos, ya cansados, se detuvieron a reposar. De pronto, vieron que el perrillo se puso enhiesto y comenzó a aullar; anunciando los fríos y oscuros pasos de la muerte... Los hermanos se miraron las caras, y se dijeron:
- Carajo. Ya era hora que la tierra nos abrigara.
- No me digas que, sólo serviremos como mierda.
- Que va, si acá sólo está el perrillo, y más que sirve sólo para ladrar. Así, como mierda buena, serviremos a la madre tierra.
El Sol se ocultó, y los dos cayeron derrumbados; y durmieron con el frío que los abrazaba y los gusanos que los lamían...
Después de algunos días, sus cuerpos, ya podridos, empezaron a ser engullidos por la tierra. De pronto, como si fuera el Diluvio, en toda la zona comenzó a llover y llover, luego vino el Sol resplandeciente y detrás, los vientos primaverales.
Tiempo después, toda la huerta comenzó gestar. Los sembríos, brotaban y crecían, hasta inundar toda la huerta de un tierno color verde; timoteados naturalmente por los colores de sus frutos y sus flores. Al centro del sembrío, comenzó a germinar un extraño arbolillo que lentamente comenzó a crecer ante la presencia de un perrillo que como un fiel guardián los cuidaba, tanto de día como de noche...
Cuando aquel árbol dio sus amarillas flores y sus rojos frutos; sus semillas comenzaron a esparcirse por toda la huerta, cubriéndolo y contorneándolo, como si fuera una fortaleza cubierta por el color plateado de sus hojas.
Los nativos que pasaban por la huerta, escuchaban hablar a sus plateadas hojas: ...eres polvo... sólo un soplo... eres polvo... sólo un soplo... - causándoles cierto recelo y temor por acercarse, y escuchar un poco más.
Se veía entrar y salir a todo tipo de animales que llegaban desde todos lados hacia aquel extraño bosque. Cada amanecer se escuchaba los bramidos de aquellos animales que parecían cantar como un himno a la vida; y por las noches de luna llena, se escuchaba danzar, saltar y gritar, como si alabaran la mirada plateada de Dios...
Por ello, le llamaron el bosque encantado...
Datos del Cuento
  • Autor: joe
  • Código: 3088
  • Fecha: 18-06-2003
  • Categoría: Metáforas
  • Media: 5.67
  • Votos: 54
  • Envios: 4
  • Lecturas: 1762
  • Valoración:
  •  
Comentarios


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2 comentarios. Página 1 de 1
Juan Andueza G.
invitado-Juan Andueza G. 19-06-2003 00:00:00

Muy bien escrito, como siempre, logra crear una buena atmósfera, pero al final no supe bien qué quiso decir.

Juan Andueza G.
invitado-Juan Andueza G. 19-06-2003 00:00:00

Ahhhhhh, la verdad que por estos sures del mundo no hay esas cosas, que deben ser muy lindos árboles. ¿Y cómo se llama la fruta ?

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