Doña tortuga siempre se lamentaba de lo lenta y torpe que era.Amiga de hacer comparaciones,añoraba la esbeltez y ligereza con que se movían las aves.No se conformaba con su suerte y llegaba a ponerse pesada
-¡Qué fastidio tener que arrastrarme por el suelo,paso a paso y con fatiga!
¡Ah, si pudiera volar,siquier apor un minuto!- decia la tortuga un día sí y otro también.
Por fin, un día de otoño,logró convencer a doña Aguila para que le diese un paseo por las alturas.
Con gran suavidad y majestuosidad,águila y tortuja se elevaron en el cielo de la tarde.La segunda no cabía en sí de gozo,al divisar allá abajo, tan lejos, la tierra y sus habitantes.
-¡Ah, qué maravilla!¡Cómo disfruto! ¡La envidia que sentirán las demás tortugas,al verme volar tan alto! Realmente, soy una tortuga única - exclamaba,con voz entrecortada de la emocioón.
Tanto se cansó doña Águila de oír sus vanidosos argumentos, que decidió soltarla.Así lo hizo y la orgullosa tortuga cayó como una piedra desde miles de metros de alturas, y se hizo pedazos contra el suelo.
Algunas tortugas que vieron caer a su vecina,exclamaron llenas de compasión:
-¡Pobrecita! ¡Con lo segura que estaba aquí abajo,en la tierra, y tuvo que irse tan alto! ¡No somos nadie!
Dura lección para quien se empeza en ir contra su naturaleja. ¿No es mejor conformarse con lo que uno es,y no envidiar a los demás?
Y colorín colorado,este cuento se ha acabado...