Pablo es un chico que tiene 22 años, no quiere quedarse y necesita una amistad a quien contarle sus problemas.
Él piensa que es feo, que es un monstruo, que no es normal. Cree estar gordo y no quiere verse así. Para él la vida no tiene sentido, porque toda la gente se mete con él y le insulta.
Se siente mal, esta actitud la tiene la gente con él desde que era pequeño, porque siempre ha sido corpulento.
Pablo siempre ha querido ser un chico normal, un chico que quería tener una vida como la de los demás: salir con los amigos, tener novia, poder ponerse ropa normal...
El primer día de curso, empezó a ver a la gente que iba a su clase, y, de repente, la vio.
Una chica alta, morena, ojos grandes y claros, que despertaban la atención de todos los chicos de la clase.
Fue una llama de fuego que cruzaba el corazón de Pablo, cuando se dio cuenta que la chica se sentaba a su lado.
Pensó por un momento que era un sueño, que no era verdad, que solo lo estaba soñando, hasta que ella le saludó.
La chica, muy simpática le saludó, le pidió permiso y se sentó a su lado, en segunda fila.
Se llamaba Raquel, era un año más pequeña que Pablo, ya que era repetidor, pero no importaba, porque él seguía pensando que no podía hacer nada, que era feo y que ella se fijaría en los chicos que habían en su clase antes que en él.
Desde el primer día, Pablo y Raquel, fueron compañeros de trabajos, de amistad y de biblioteca. Se acompañaban a todos los sitios como dos buenos amigos, pero nada más.
Buenos amigos son las palabras que Pablo pronunciaba cuando pensaba en ella, que solo eran eso y no podían ser nada más. Ella era mucho para él, o eso es lo que pensaba Pablo.
A los dos meses de ir juntos al instituto, a la biblioteca, al cine... se dio cuenta que Raquel le gustaba.
Le gustaba mucho, era un sentimiento que no había sentido nunca, ya que nunca se había sentido tan bien con una chica a su lado.
Era ella, Raquel le hacía sentirse así de bien, pero seguía pensando que ella no sentía nada por él.
Su físico, según el pensamiento de Pablo, era algo que a todas las chicas les importaba mucho, que si no tenías buen físico, no valías nada.
Por culpa de ese pensamiento, Pablo comenzó a no comer porque pensaba que así le gustaría a Raquel más.
Pensaba que el estar más delgado sería un punto a su favor, y, a lo mejor, el punto definitivo.
Lo que no sabía es que a una persona no se le enamora con el físico, sino con el carácter, con una sonrisa, con una mirada, con una palabra, con cualquier cosa menos con el físico.
Pablo era nuevo en el tema del amor y solo deseaba llegar a ser algo mas que un amigo de Raquel.
Primero comenzó dejando de comer, pero al ver que el proceso de adelgazamiento era demasiado lento, optó por otras formas más rápidas, como el vomitar todo lo que comía, el donar sangre cada mes o antes, hacer mucho ejercicio y no alimentarse como es debido... cosas que, por el tiempo, el metabolismo acaba notando.
Raquel, cuando notó que Pablo adelgazaba rápidamente, le preguntó qué estaba haciendo, pero Pablo le contestó de mala manera.
Raquel le dijo que estaba decepcionada con él, que no esperaba que fuese como todos los chicos que siempre habían estado alrededor de ella, que pensaba que él era diferente a todos porque parecía que no le importara su físico, pero no era así. Era como todos y estaba haciendo lo mismo que todos, intentar cambiar por otra persona.
Raquel, después de decirle eso a Pablo, se dio media vuelta y se fue sin esperarle.
Le dijo antes de que se fuera que ella no podía decirle nada porque no lo entendía, él era el más feo de todos y el menos agraciado con las chicas. Le dijo que no le podía entender, que siempre había sido el bufón de todos los de su alrededor, que nunca le habían tratado como a uno más, que no podía ser uno más porque nunca lo había sido. Le dijo que no quería que se entrometiera en su vida y que si no le gustaba lo que estaba haciendo, que lo sentía, pero que él ahora se sentía bien.
Desde esa discusión, Raquel no se sentaba con Pablo, si no que cogía una mesa y se sentaba sola al final de la clase, pues no le caía bien la mitad de éstos.
Pablo no creía que estuviera haciendo mal por intentar sentirse mejor con él mismo, pensaba que era algo que nadie podía evitar y que no estaba mal hecho, que si él quería estar así, que debían dejarle ser feliz, aunque a otras personas les molestara que dejara de ser el bufón, el gordo del que se reían, el tonto con el que todo el mundo se metía...
Un día, cuando Pablo se despertó, notó un calambre raro en su estómago. Pensó que algo le había sentado mal la noche anterior, que algo de lo que no había podido vomitar por la noche le había sentado mal.
Pablo, se levantó, se fue a la cocina, cogió un zumo, unas galletas, un trozo de chocolate, y empezó a desayunar como lo hacia todos los días.
Al terminar de desayunar, fue al baño, metió los dos dedos en su boca, hasta que consiguió que su angustia produjese vómito.
Empezó a vomitar porque se encontraba mal con su cuerpo a causa de lo que había comido. No dejaba de darle pinchazos el estómago, al igual que lo hacía cuando se había despertado.
No sabía que hacer, esta vez estaba siendo diferente a todas las demás veces, estaba siendo un dolor que no cesaba y que se mantenía dentro de él. Estaba sufriendo un dolor como lo había hecho otras veces pero por otros temas, como la vez aquella que le pegaron en la salida del colegio una paliza y recibió tantas patadas en el estómago que no podía ni respirar.
Ese momento le recordó la pelea aquella, pero no sabía por qué le pasaba esto.
¿Era acaso un castigo por algo que había hecho mal?¿O era porque no quería admitir que estaba haciendo algo mal? Fuera lo que fuese, él empezaba a ser consciente de que lo que había dicho Raquel era verdad, que lo que hacía solo era mutilarse a sí mismo y que no era favorable para su metabolismo.
Empezó a asustarse mucho, pensaba que no era algo normal, que debía hablar con alguien, porque se sentía solo, porque no sabía que debía hacer, que debía pensar, que debía decir. Estaba totalmente solo.
Tenía miedo a morir, a no poderse despedir de ella, de su amada, que, al fin y al cabo, todo lo hacía por ella.
No quería morir sin decirle que le quería, que la amaba, que necesitaba estar con ella para ser feliz, que ella le hacía sentir distinto, pero que tenía miedo a todo, sobre todo en ese momento, en un momento que se queda solo, angustiado, sin ánimo de vivir y a punto de morir.
La llamó, le dijo que le quería, que lo que hacía era por ella, que la necesitaba junto a él para ser feliz, y que lo estaba pasando muy mal en ese momento.
Ella le preguntó que porqué le decía todo eso ahora, en ese instante tan repentino, porqué no se lo había dicho a la cara, en otro momento.
Él no supo que decirle, sólo le dijo que pensaba que no habría más momentos, pues no sabía si iba a seguir viviendo.
En ese instante colgó.
Raquel, preocupada, llamó a una ambulancia y la mandó hacia la casa de Pablo.
Ella también fue para su casa, porque se sentía preocupada por él, y, aunque estaban mal y enfadados, pensaba que debía estar a su lado siempre.
Cuando llegó a su casa, encontró la puerta abierta y los de la ambulancia entrando allí.
Lo estaban sacando en una ambulancia, porque había sufrido un desmayo y no reaccionaba.
Raquel, muy preocupada, pensó que todo eso era por su culpa, por no haberse dado cuenta antes de lo que estaba haciendo él.
Fue al hospital con la ambulancia. Pablo no despertaba.
Al entrar en el hospital, empezó a reaccionar un poco, pero no sabía dónde se encontraba ni lo que había pasado, sólo veía que con él iba Raquel. Aún entendía menos de todo lo que ocurría.
Raquel empezó a explicarle que, cuando la había llamado, se preocupó por él y que mandó una ambulancia hacia su casa, que lo habían encontrado en el suelo y lo habían llevado hacia el hospital.
Le hicieron pruebas, análisis, y no le encontraban nada, sólo notaban que estaba muy falto de todo, pero no sabían por qué.
Le preguntaron a Raquel si tenía algún problema su amigo, y ella respondió que se veía gordo, feo y que no se quería.
Los médicos optaron por dejarlo ingresado en observaciones.
Empezaron a observar cómo reaccionaba a la hora de comer, le pusieron un psicólogo y una ayuda para que no tuviera que moverse.
Le dijeron al chico que lo que estaba haciendo era una locura con su cuerpo, que eso es una estupidez, y que porqué lo hacía.
A esta pregunta, Pablo respondió diciendo que lo hacía porque quería ser como los demás, que quería salir a la calle y saber que no se iban a meter con él ni le iban a decir nada.
Raquel, al oírle pronunciar esas palabras, se puso a llorar de impotencia, de ver que todo eso lo había hecho por culpa de la gente de alrededor, incluida ella.
Pablo le explicó a los médicos el trauma que tenía y a raíz de cuando había empezado a hacer sus “dietas”.
Cuando Raquel escuchó que fue a partir de verla a ella, no pudo resistir irse, no quería seguir escuchando lo que su amigo decía, porque le dolía mucho. Ahora sí que pensaba que todo había sido su culpa.
Ella no entendía por qué había hecho eso, porqué no había sido simplemente él, así la hubiera enamorado.
Ella no se fijaba en un físico, ni en nada de eso. Ella quería a Pablo, por como era, no por como estaba, pero nunca se lo había dicho.
Ahora pensaba que era un buena momento para decirle eso, pero a la vez pensaba que no lo era, que podía pensar que lo hacia para que se le fuera la tontería, y no pensar que lo decía enserio.
Durante un mes, Pablo estuvo ingresado, en observación y con psicólogos.
Un día, cuando Raquel pensó que era buen momento para decirle lo que sentía, entro en su habitación, se acercó a Pablo y le dijo todo.
Se puso a llorar, se puso nerviosa de pensar que Pablo pensaría que lo decía por decir.
Raquel le explicó que desde el primer momento que le vio, cuando le miró a los ojos, se dio cuenta que era perfecto para ella, que no necesitaba tener un buen tipo ni nada por el estilo, que tenía algo que le llamaba de él la atención, tal vez su mirada vergonzosa, tal ves sus labios temblorosos, tal vez su inseguridad. No lo sabía.
Pablo, al escuchar estas palabras, se alegró mucho y entonces pensó que todo lo que había hecho era una estupidez.
Raquel no esperaba oír eso de Pablo, echó una carcajada nerviosa y se le abrazó.
Cuando Pablo salió del hospital, después de mucho tiempo y esfuerzo, le prometió a Raquel que comenzaría una nueva vida, muy distinta a la que había llevado hasta ahora.
Le dijo que no quería seguir con todo eso y que quería volver a ser el que era antes.
Raquel le dijo que ella también quería que volviera a ser el mismo, que no pensara en su físico y que no hiciera nada que pudiera repercutirle, le quería por como era, no por cómo estaba.
Pablo le prometió que no volvería a comportarse así, que todo había cambiado y que no quería volver a caer en lo mismo. Le iba a costar recuperarse del todo, pero que si ella le ayudaba, saldría antes de ese agujero negro en el que no se encuentra la salida fácilmente, por eso quería su ayuda, para encontrar el final.
Ella le prometió que así sería, que quería estar con él para siempre, para lo bueno y para lo malo. Lo necesitaba a su lado, aunque él no lo supiera. Era una droga para ella y su necesidad. Era toda su vida por lo mal que se lo había hecho pasar anteriormente, pero no le preocupaba eso, le preocupaba que volviera a caer, que volviera a ponerse mal, y quedarse sin él.
Fue pasando el tiempo, y por fin, pablo se dio cuenta de que era una persona normal. Que paseaba con una chica de la mano por la calle, que salía con amigos por ahí, que ya no se metían con él... que era normal.
Raquel era muy feliz de ver que Pablo se auto quería, que confiaba en él mismo como debía hacer y que ya su autoestima había aumentado. Por fin todo había cambiado, y esperaba que para mucho tiempo.