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Categoría: Metáforas

La vida misma

Era un hombre, un buen hombre de veintisiete años, con una profesión de negociante. Con un buen jornal, solo buscaba una mujer, solo una mujer con quien compartir el resto de su vida. Pero pasaban los años. uno, dos, tres años, y esa mujer no llegaba. No llamaba al timbre de su puerta, no estaba sentada en la barra donde cada mañana, sin excepción, iba a tomar un buen café. Una mañana, desesperado y solo, decidió que aquella misma noche iba a salir. Como cada mañana, se metió en la ducha, se arregló y marchó dirección al bar que tenía justo al lado de su oficina. Allí, sentado en un taburete, de aquellos altos, se fijó en las noticias del periódico- muere una mujer acuchillada por su marido-, empezó a cambiar su rostro y lo apartó al lado, claro está que me refiero al periódico, a continuación se acabó el café con leche y agarró su maletín y marchó hacia su oficina. Aquel mediodía plegó, parecía alegre, quizás tenía un presentimiento. Nada más llegar a casa enchufó el reproductor de música y fue hacia el baño para volver a ducharse. Eran las nueve de la noche, había oscurecido y parecía que fuera a llover, a pesar de eso, pensaba que hoy sería su gran día y se fue hacia la discoteca. Entró en la que siempre iba con sus amigos, dio una vuelta hasta que al lado del podium vio a una chica, alta con una larga melena morena y unos ojos verdes, ella se fijó en él y se miraron sin reaccionar, entonces se acercó a ella y tartamudeando consiguió sacar de su boca un:¿Cómo te llamas?
Natalia, ¿qué bonito nombre verdad?
Entonces pensó que había encontrado su amor, y ella también tuvo la misma impresión, se habían identificado mutuamente. El hombre, tenía ganas de ir al baño, y hacia rato que se aguantaba Así que le dijo que esperará, que ahora volvería. Marchó ilusionado e imaginándose su futuro con ella. Nada más salir del lavabo la vio, esa rosa en medio de una zarza de espinas puntiagudas como agujas de coser, con su bonita sonrisa y esos ojos impenetrables que encandilan a cualquier persona con el corazón roto, en sus delicadas manos mantenía sujeto un vaso con coca-cola. Se dirigía allí, solo estaba a dos pasos de ella cuando un tipo se cruzó en su camino y chocaron, los dos cayeron al suelo, nada más levantarse el armario le enganchó un puñetazo en toda la mandíbula, cayó rodando por el suelo. La gente se mantenía al margen observando a los dos locos, mientras Natalia gritaba de angustia diciendo que alguien los parara. El hombre, volvía a levantarse y el armario le enganchaba ahora en la nariz. De esta,le goteaba sangre sin cesar y a un ritmo fluido. Aquella pelea no paraba, y los dos se iban metiendo a partes iguales. Hasta que el segurata los echó fuera y allí el armario derrotó a Marcos, dejándolo inconsciente en el suelo. Entonces, Natala apareció llorando y lo llevó al hospital general. Al poco tiempo murió, por lo visto uno de los golpes le dio en el pulmón y se le perforó.
Datos del Cuento
  • Categoría: Metáforas
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