Clara nunca se llevo bien con “La vieja de los harapos”. Huía cada vez que se la encontraba. Muchas veces había querido seducirla con dulces, regalos y sonrisas, pero Clara le temía.
Faltaban dos días para que cumpliera 15 años. No se sentía muy bien. La noche anterior no había podido dormir, debido a esa tos que suele acosarla desde que nació. Esa tos crónica, que le hace inflar los pulmones y desinflarlos muy rápido, como si quisiera llevarse todo el aire de ella. Había aprendido a convivir con su mal.
Clara tenia muchas ganas de vivir, nada la detenía, ni siquiera esa mochila de oxigeno que la acompañaba desde siempre.
Le gustaba mirar por su ventana a los alumnos del colegio “Mitre”. Siempre veía a los mismos, conocía a cada uno de ellos, de solo observarlos.
Pero había solo uno, entre todos, al cual podría reconocerlo en la oscuridad, detectaría fácilmente la forma de caminar, su voz, y no confundiría esos profundos ojos negros entre un millón de ellos.
Santiago era hijo del dueño de la empresa de Remises que quedaba a unas pocas cuadras de su casa, hacia el sur. La misma que solía llevarla al hospital, cuando había que cargar su mochila con el oxigeno que necesitaba para vivir, o cuando debían hacerle aquellas interminables operaciones.
Nunca concurrió a la Escuela. Desde muy niña, su padre le había buscado una maestra particular, para que tuviese oportunidad como cualquier persona de estudiar, de tener proyectos de vida, y de soñar con un futuro.
Muchas veces la maestra le había encontrado algunas poesías en el cuaderno, adornadas con arco iris, y corazones. Pero nunca le había preguntado a quien se las dedicaba. Clara se sonrojaría.
Santiago nunca se enteraría del amor que Clara le tenía. Ella lo amaría en silencio. Pero así era feliz.
Ese día 13 de Diciembre, escucho como alguien llamaba a la puerta de su habitación. Eran golpes fuertes, y sin fin. Un golpe y otro y otro. Sabía quien era. Los conocía muy bien. Solo se acurruco en su cama, cerró los ojos, y espero....
“La vieja de los harapos” estaba allí, alta, imponente, enjuta, con su cara apenas visible, debido a la capucha de la desteñida capa negra que le gustaba vestir.
Sabia exactamente los pasos que seguiría “la vieja de los harapos”: la tomaría de su delgado brazo y la arrastraría hasta aquel lugar, en contra de su voluntad (como siempre lo hacia).
Ese segundo, su corazón palpito más fuerte que nunca. Recordó a Santiago, y eso le dio fuerzas. No se iba a entregar a esa oscura dama fácilmente. Le daría trabajo arrastrarla, le pondría resistencia.
Sintió esos dedos fríos en su brazo, y escucho la inconfundible risa helada e interminable.
Con las pocas fuerzas que tenia, se amarro a los barrotes de su cama. No los iba a soltar. Tal vez así, ella se cansaría y la dejaría dormir.
Con un débil hilo de voz, le dijo a su visitante, que en el placard tenia guardado un regalo para ella, que se lo quería obsequiar antes de que la llevara a aquel lugar.
La “vieja de los harapos” sabía muy bien de todo eso, la niña solo la querría distraer, pero nunca podría con ella.
Un susurro, desde el placard distrajo a la oscura dama. Giro la mirada hacia el. No lograba escuchar muy bien. Se acerco más y pudo escuchar aquellas palabras, que le decían que era la más linda de las damas del lugar. Se acomodaba sus harapos, se erguía, y se llenaba de orgullo. Aumentaba su soberbia, la hacia sentir muy importante. Y eso le encantaba. Era lo único que la hacia distraer.
Miro el reloj y faltaban cinco minutos todavía para llevase a la niña. Pensó que de todas maneras debería esperar en la habitación. Debía cumplirse la hora exacta para llevársela, como se lo habían ordenado.
Los doctores comenzaron a trabajar sin cesar sobre los pulmones de Clara. Debían salvarla. El transplante era riesgoso, pero era la única solución a su problema. Fueron largas horas de operación.
La “vieja de los harapos” miro su reloj y se dio cuenta de que habían pasado 3 horas ya! Había sido engañada por la niña! Que haría ahora? Como pudo distraerse de esa manera?!!Había pasado la hora señalada para llevarse a Clara. Esta había logrado engañar a su dama visitante. Había engañado a la muerte.
Santiago la había traslado hasta el hospital aquel día. Pero no quiso marcharse. Tenía una extraña sensación y le gustaron aquellos ojos...
Clara nunca mas vera pasar a los alumnos del colegio “Mitre”desde la ventana de su habitación.
Ahora ve a diario su propia ventana, desde el mismo lugar que antes la veía Santiago.
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FIN