La vípera de la batalla
Así que... aquí termina la historia.
En Godric’s Hollow, justo donde todo empezó.
Hemos estado acuartelados aquí durante meses, asediados por las fuerzas de Voldemort, mañana intentaremos un ataque desesperado (suicida, en mi opinión) y todo terminará.
Casi me alegro de ello. Ya no soporto más.
No puedo dormir.
Dudo que haya alguien que pueda dormir, aparte de Dumbledore, que es el único que parece tranquilo, aún sabiendo que quizá mañana sea el último día. Casi podría creerse que tiene un recurso más del que todavía no nos ha hablado y que las cosas se inclinarán a nuestro favor... ¡Oh, ya basta! ¿Cómo es que ese anciano se las arregla para obligarme a tener todavía esperanzas sin decir ni una palabra? Es una tontería. Todos vamos a morir y será una suerte si nos toca una muerte rápida.
No temo a la muerte.
Son los preliminares lo que me inquieta.
-Snape.
-¿Qué quieres, Black?
Ha llegado sin hacer ruido, si fuera alguien tratando de atacarme sin duda habría tenido éxito, lo que no habla bien de mi capacidad de estar alerta luego de tanto tiempo sin dormir casi y en un estado de tensión constante...
¿Por qué no dice nada? Demonios, Black, di lo que quieras y lárgate, estoy cansado y quiero estar solo.
-¿Y bien? ¿Qué es lo que quieres?
Más silencio, ahora está más cerca, apoyando la espalda contra el muro, junto a la ventana. Sigo mirando hacia la oscuridad para no tener que verlo a él mirándome.
-¿Sabes que estando ahí parado frente a la ventana resultas un blanco perfecto para alguien de afuera que quiera matarte? -me dice por fin.
-Sí, pero nadie atacará. Voldemort querrá que todos muramos juntos.
-Y tal vez reserve algo especial para quien lo traicionó -dice él, completando mi pensamiento.
Ahora está junto a mí, contemplando él también la oscuridad a través de la ventana. Es imposible distinguir nada y ni siquiera hay estrellas esta noche. Como si Voldemort le hubiera robado la luz al mundo. Y tal vez sea así.
¿Estaremos ya muertos y en el infierno y no nos hemos dado cuenta aún? No me sorprendería.
-¿Qué es lo que esperas ver? -me pregunta.
-No lo sé.
El silencio se alarga y casi me olvido de que Black está ahí.
-Snape...
-¿Qué quieres? -mi voz suena irritada. Bueno, ¿por qué no? Estoy irritado, casi me sentía bien y él tenía que abrir la boca y devolverme a la realidad.
-Hum...
Lo miro tratando de disimular la curiosidad que siento de repente. ¿Es idea mía o realmente está tratando de decir algo y no sabe cómo empezar? ¿Sirius Black sin palabras? ¿La elocuencia personificada, sin palabras?
-Remus me envió a hacer las paces contigo.
Ah, simple y directo. Muy Gryffindor de su parte. Me cruzo de brazos y lo miro de frente. Dios, eso casi sonó divertido.
Desde que nos acorralaron en Godric’s Hollow, Dumbledore nos ha obligado a Potter, Lupin, Black, el chico Malfoy y a mí a permanecer juntos en forma casi constante. En parte porque somos muchos y Godric’s Hollow es apenas suficiente para albergarnos a todos (rayos, seríamos demasiado aunque no estuviera aquí lo que queda de los alumnos y profesores de Hogwarts), y en parte porque quiere que los tres adultos protejamos a los dos muchachos, principalmente a Potter, con nuestras vidas. Cuando digo que no me sorprendería enterarme de que ya estamos muertos y en el infierno, me refiero a eso. Para Draco y para mí es como estar en la jaula de los leones... y para Potter y compañía, supongo, es como estar en el foso de las serpientes.
Si Black y yo no nos hemos asesinado mutuamente es porque Lupin lo ha impedido todo este tiempo. Nos ha forzado a comportarnos de una manera más o menos civilizada y nos manda callar siempre que nuestras discusiones suben demasiado de tono.
Es decir, prácticamente hemos estado mudos los dos, porque Lupin nos manda callar en cuanto abrimos la boca.
No me explico por qué los dos le hacemos caso. Lupin es de los que cree que una sonrisa y un chocolate pueden arreglarlo todo, precisamente algo en lo que yo no creo y me parece que Black tampoco.
¿Y ahora además quiere que hagamos las paces?
-Ah, ¿te ha dicho que te disculpes conmigo por lo del túnel? -pregunto, afectando indiferencia.
Me devuelve una mirada feroz.
-Me disculparé si pides perdón por haber revelado el secreto de Moony en Hogwarts.
Me encojo de hombros.
-El director te obligó a pedirme perdón aquella vez, si lo que vas a decirme es una disculpa tan poco sincera como la que escuché entonces, no quiero oírla. Así que olvídate de escuchar una de mi parte.
Vaya, parece que está a punto de pegarme. Adelante, Black, inténtalo... nunca he sido tan fuerte como tú pero estoytan molesto que creo que podría darte una buena pelea en este instante...
-Mañana a estas horas podríamos estar muertos, o en proceso de estarlo -me dice, con voz extrañamente serena- ¿No preferirías enfrentar eso con la conciencia tranquila?
-Yo no tengo nada que reprocharme.
-Tampoco yo.
Se queda mirándome y de pronto sonríe.
-Entonces, si estamos de acuerdo en que no vamos a perdonarnos nunca... ¿Eso puede considerarse como que hemos hecho las paces?
¿Por qué diablos me quedo con la boca abierta? ¿Es porque me asombra el cinismo de Black o porque su idea es tan idiota que hasta suena un poco lógica?
-¿Te das cuenta de que lo que acabas de decir supera tu promedio habitual de estupidez? -le digo y, para mi propio espanto, mi voz se escucha tan llena de admiración que casi sueno como los gemelos Weasley... sólo falta que termine creyendo que lo dije en broma.
Me mira enarcando una ceja, no parece estar muy seguro de cómo interpretar eso. Cielos, ni yo tampoco.
-¿Estás tratando de hacerte el chistoso? -me pregunta, muy serio-. ¡Adelante, ríete! ¡Trato de hacer las paces y lo que gano son burlas! ¡Como siempre, cualquier amabilidad contigo es una pérdida de tiempo!
No le respondo. No puedo.
Me apoyo en el alféizar de la ventana, un poco deseando que realmente haya un enemigo allá afuera que me considere un blanco demasiado perfecto como para dejar pasar la ocasión.
-¿Por qué quiere Moony que dejemos de pelear? -le pregunto.
Él también se apoya en el alféizar.
-No lo sé. Creo que piensa que tiene la culpa de hayamos sido enemigos durante tantos años. Quizá considera que es su obligación lograr que seamos amigos.
-La idea me da náuseas.
-Ya somos dos.
Guardamos silencio por unos instantes. Es curioso, no me había dado cuenta de que se pueden escuchar grillos allá afuera. Ranas también...
-¿Severus?
-¿Mjú?
-¿Te das cuenta de que acabas de llamar “Moony” a Remus?
Ups.
-Tengo meses de estar escuchándolos a ti, a Potter, a Dumbledore, a los Weasley e incluso a Draco llamándolo Moony. A alguna hora tenía que contagiarme, ¿no? -respondo fríamente.
Se ríe bajito y yo empiezo a calcular si será muy difícil tirarlo por la ventana...
-Lo aprecias -afirma con tanta seguridad que de inmediato siento unas ganas terribles de negarlo... sólo que no puedo.
Lo que más detesto de Lupin es que a veces realmente consigue hacerme creer que una sonrisa y un chocolate bastan para arreglarlo todo.
-Luego de dos años constantes de preparar la poción de wolfsbane para alguien, terminas preocupándote aunque sólo sea por rutina.
Asiente sin sonreír. Y nos quedamos un rato más en silencio, escuchando los grillos y las ranas.
-No tiene caso tratar de arreglar las cosas, ¿verdad? Estamos demasiado acostumbrados a ser enemigos -me dice de pronto.
Por un momento siento deseos de decir aquello de “perro viejo no aprende trucos nuevos”, pero algo me detiene.
-No se puede arreglar en unas pocas horas el desastre que hemos construido durante una vida entera -le digo, con resignación.
-A fin de cuentas, ¿para qué echar a perder una enemistad tan perfecta como la nuestra? Somos demasiado buenos enemigos para arriesgarnos a perder eso.
Payaso.
-Lo único que lamento es tener que decepcionar a Moony -añade un poco después.
Sí, eso será incómodo, teniendo en cuenta que mañana a estas horas... hum...
-No hace falta decepcionarlo -le digo-. ¿Cuánto tiempo nos queda? ¿Cuatro, cinco horas? Supongo que podemos hacer una tregua y fingir que somos amigos hasta que sea hora de la batalla.
Me mira boquiabierto.
-¿Me estás sugiriendo que le mienta a mi mejor amigo?
-Lo dices como si fuera algo malo.
-Demonios, Snape...
¿Snape otra vez? Juraría que me llamó Severus hace un rato...
-Estabas dispuesto a pedirme perdón (con condiciones, claro) con tal de darle gusto a Lupin, aunque no iba a tratarse de una disculpa sincera, ¿no es así? ¿Cuál es la diferencia entre decir “lo siento” de dientes para afuera y fingir por unas cuantas horas que no es cierto que cada uno sería muy feliz si el otro cayera muerto? Tienes un caso muy serio de doble moral, ¿sabías?
Se me queda mirando, pensativo...
-Una tregua hasta el ataque -me dice.
-Ajá.
-Sin insultos, ni gritos, ni alusiones desagradables.
-Y hechizos tampoco, ni nada de esas bromas mágicas que sé que los gemelos todavía tienen en reserva por ahí.
-¿Cómo te enteraste de...? Olvídalo... Entonces, nada de eso tampoco. Y nada de gruñidos cínicos.
-Lo mismo para ti, gruñes más como humano que como perro.
-Y todo eso, únicamente para que Remus piense que hemos hecho las paces.
-¡Bravo, Black! ¡Captaste la idea! Te daría una galleta, pero se me acabaron la semana pasada...
Me sujeta por el cuello de la ropa y me estampa contra el muro. Oh, Dios, sucedió, dije una frase de más y esto va a doler...
De pronto sonríe.
-¿Empezando desde ahora?
-Creo que sería adecuado -consigo decir, con voz medio estrangulada.
-Perfecto. Es un trato.
Regresamos juntos al salón donde están los otros. Creo que cada uno va pensando en una forma de darle la “buena noticia” a Lupin sin que se note demasiado que es una descarada mentira... De pronto, siento algo sobre mi hombro. No puedo evitarlo: me detengo, miro la mano de Black, tan tranquilamente (tan naturalmente) apoyada en mi hombro y luego miro al dueño de la mano en cuestión.
-¿Y qué pasará si sobrevivimos, Sev? -me pregunta con aire ingenuo.
¿¿¿¿“Sev”????
-Probablemente Remus nos odiará el resto de la vida cuando se dé cuenta de que le mentimos -respondo, con tanta indiferencia como puedo reunir en tan poco tiempo.
-Hum.
-Una cosa más, Black.
-Sirius.
-Una cosa más, Sirius. Puedo tolerar “Sev”, pero si llegas a decir “Sevvie” o “Snapy”, el trato se va al demonio.
Se ríe, una de sus carcajadas patentadas, algo que yo no había escuchado desde nuestra graduación. No puedo evitar sorprenderme un poco... lo suficiente como para que se me olvide hacer que quite su mano de mi hombro antes de llegar al salón, donde todos nos miran como alucinados al momento de entrar, creo que escucharon la risa desde el otro lado de la puerta...
¿No podríamos empezar ahora mismo ese ataque suicida?
Sospecho que van a ser cinco horas muy, muy largas.
fin