Viajando juntos dos hombres, de los cuales uno era bueno y el otro falso, llegaron de pronto al país de la monas.

Llendo por el bosque, los mandó detener y traer a su presencia el rey de estos animales.

Una vez en palacio, le preguntó a cada uno qué se decía de él en otros países y lugares.

¡Oh! -contestó el hombre falso- que parecía un excelente monarca, sabio y poderoso, y que su corte estaba llena de grandes soldados y de valerosos capitanes.

De tales lisonjas se alegró sobremanera el rey mono, y mandó que aquel hombre fuese premiado en público.

Considerando que el hombre falso había obtenido mercedes diciendo mentiras, el hombre bueno pensó que si decía la verdad sería más premiado aún. Así que cuando el mono le preguntó qué opinaba de él, y qué le parecían los que le rodeaban, el hombre bueno contestó simplemente que su reino nunca llegaría a ninguna parte más allá de la selva, porque no eran ni más ni menos que monas, si, ¡monas!

Indignado, el soberano ordenó que le cortaran la cabeza al hombre bueno.

Moraleja : Así marcha el mundo de ordinario, quien ama la lisonja, no aprecia la verdad.