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Las doce de la tarde

Son las doce de la tarde y me siento desnudo, y estoy desnudo en mi cuarto repleto de libros, papeles, discos de música y ropa, mucha ropa. Mi familia piensa que no existo, que soy nulidad, que aún me meo como un niño, y puede que tengan mucha razón pero no es verdad... Vivo, respiro, solo, totalmente solo y me agrada que sea así, pues así puedo empezar a envolverme con el disfraz que el dios me ha guardado por todos estos años... ¡Soy humano! Y aunque no soy el primero que lo dice, soy el primero en saberlo...

Son aún las doce y aún continúo desnudo como estos pensamientos, me agrada escribir tanto como respirar con tranquilidad. Recuerdo las pocas veces en que fui feliz, pero no voy a escribirla pues la verdad es que ahora soy tan feliz cuando puedo cerrar los ojos y sentir que ese aliento que exhalo e inhalo es todo lo que quiero.

Podría contar las cosas que me han pasado antes de las doce de la tarde pero para qué, a quién le importaría, ¿a ti?, ¿a mí? por supuesto, a nadie mas que a mí. Este es un secreto a gritos en la noche, o en la sima de la loma más alta, o en el silencio de una casa sin dueño. Soy el más grande escritor que he conocido... ¿por que? Porque me gusta mucho cuando leo lo que escribo luego de mucho tiempo de dejarlo en una caja con todos mis escritos. Pueda que esté loco, y, en verdad, es así, estoy tan loco como esas aves que pasan por los árboles de mis casa, cagando, durmiendo y follando en una de sus ramas... Quién sino una animal, un loco puede tener la libertad de hacer lo que ellas y yo hacemos...

Aún son las doce de la tarde, y serán así hasta que me dé la gana, pues soy el dios que escribe este mensaje, un dios de verdad, que destruye y construye, uno que ama y odia, crea y construye lo que le venga en gana... Y aún mas porque puedo detener el tiempo en este papel, mientras lees mis escritos y yo, me atraganto de alientos que son lo único que anhelo que ocurra mientras escribo...

Recuerdo las veces en que estuve con esa mujer... casi puedo verla echada, doblada, cortándose las uñas, riéndose de mí, de ella. Puedo verle su vientre colgado como esos canguros, ese ombligo sin sentido, y sus ojos verdes que no dejan de entornarse mientras se mira y frota sus senos que son como bolsas llenas de agua, de sangre con la punta llena de puntillas que dicen que son la fuente de su leche, no lo sé, pero me agrada verla así, recordarla así mientras detengo con mis brazos el tiempo, mirándole la curva de sus piernas, los vellos de su pubis, la rebelde pelambre sobre su cara... es bella como esas palomas que diariamente se cagan sobre el árbol de mi casa...

Son las doce de la tarde y ya es demasiado tarde para escribirte. Todo está consumado mientras escribo y vuelvo a escribir y así para siempre mientras inhalo y exhalo este diáfano aliento que no sé de dónde viene ni adónde va, pero seguro que me llevará a su matriz, a su fuente así como las gotas de un río rumbo a la mar...




Lince, enero del 2006
Datos del Cuento
  • Autor: joe
  • Código: 15916
  • Fecha: 28-01-2006
  • Categoría: Sin Clasificar
  • Media: 5.63
  • Votos: 57
  • Envios: 0
  • Lecturas: 3505
  • Valoración:
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