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Las dos caras de una misma moneda

 

POR COINCIDENCIA, MANUELA SE DIO CUENTA QUE TENIA dos personalidades contrapuestas una de otra, como si ella fuera las dos caras de una misma moneda, pues mientras subía al autobús que la iba a transportar a algún lugar, notó que empezaba a excitarse extrañamente y que tenia un comportamiento diferente al habitual, y eso lo pudo comprobar al tomar asiento al lado de una señora mayor, que le hacia preguntas aparentemente cursis, por ejemplo, cómo se llamaba, qué edad tenia, si era casada o soltera, cómo era su marido, si blanco, si moreno, si tenía hijos, y a qué escuela y cursos asistían, qué color y ropa prefería de acuerdo a la ocasión, si usaba calcetines, o ropa interior y cuáles marcas prefería, cuál era su pasatiempo y su artista favorito; y esas preguntas la disgustaban, o mejor dicho, la desagradaban por completo, tanto así, que prefirió quedarse muda al acercarse más a la ventanilla del autobús para no hacer sentir mal a la señora que seguía haciéndole preguntas y contemplar así el paisaje urbano que se movía como un flash al otro lado de la calle, pues, para su sorpresa, ese desagrado cuestionaba interiormente su feminidad, porque no era que se consideraba una desviada, ni nada parecido, pues cuando era Manuela le atraían los hombres y cuando era Feliciano de la Cruz le atraían las mujeres, ya que Manuela se creyó que la señora del autobús cuestionaba su masculinidad, porque en ese momento se creyó que era Feliciano de la Cruz, un hombre severo e intolerante a ese tipo de frivolidades, pues mientras era Feliciano de la Cruz, su personalidad y su naturaleza se transformaban, ya que se interesaba más por las actividades deportivas y lúdicas, como boxear, jugar al baloncesto, al rugby o al soccer, que por los baby shower y los cumpleaños, de los cuales Manuela era prácticamente aficionada, pues todos los fines de semana asistía a una actividad social de ese tipo; sentía más pasión por los safaris en las sabanas africanas y la pesca en mar abierto, que a las actividades de playa y de salón; prefería trabajar como mecánico de avión que de aeromoza o secretaria y así sucesivamente.
Una tarde, mientras era Feliciano de la Cruz, visitó el play con un grupo de amigos para ver un juego de béisbol; y como todo tigre dominicano que era, y que probablemente venía de un barrio de la parte alta, o quizás de alguna provincia, se vistió de blue Jean, se arremango hasta los codos la blusa rosada que llevaba puesta, como si fuera una camisa para hombre, se colocó una gorra roja de los Leones del Escogido, que le cubría el cabello largo. aunque al principio todo iba bien; aplaudía y celebraba los batazos y las atrapadas de su equipo favorito, y de vez en cuando, intercambiaba tragos y apretones de manos con los demás fanáticos; subía y bajaba victoreando, alegre e impetuosa los bleachers del estadio, como todos los que acudían allí a ver el juego; la llamaban por su nombre masculino sin reparar que era Manuela y era totalmente feliz ese domingo en la tarde, incluso, había entrado varias veces al cuarto de baño para hombres con toda normalidad y sin ningún impedimento, hasta que empezó ha ser cuestionada por su presencia femenina, porque sin darse cuenta ya se había convertido en Manuela, y Manuela era lo opuesto a Feliciano de la Cruz, lo que la obligó a pedir disculpas para irse avergonzada al baño de mujeres, como corresponde.

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