Queridísima Alegría:
Siento tu brisa desde el fondo de mí, te alojas y te desalojas cuando tú quieres, son pocos los momentos que te tengo, pero te juro que en esos pocos te disfruto un montón, no te imaginas. Eres la palabra que esboza más sonrisas, el duende que se entretiene haciendo cosquillas a mi corazón. También eres el mejor remedio el más eficiente de todos, el elixir permanente que me ayuda a ser feliz y hace que pueda elevar mi mirada al cielo, y unirla en ese azul para bajarla trayendo con ella el vals de tu alegría. Me agrada conversar contigo, jamás me hiciste llorar ¡Cómo no quererte! Ojalá que tú me acompañes siempre, no importa si me ofreces pequeños momentos, tu luz, permanecerá por largo tiempo hasta tu regreso. Sé también que tienes bastante trabajo, porque hay mucha gente triste, te comprendo, yo igual siempre te espero desde cualquier rincón de mi espíritu, porque al fin de cuentas creo que nunca te vas de mí sino que sólo te adormeces. Perdóname soy egoísta, siempre quiero tenerte cerca y ser tu amiga entrañable, te necesito, ya te dije. Ven cuando quieras, yo siempre estoy; no hace falta que golpees a la puerta, tú puedes entrar sin llamar, porque la llave que traes abre todos los cerrojos de ella. Detrás me encuentro yo y la única visita que anhelo eres tú. Ansío que estés en todas partes y que seas inconmensurable, que tu calor llegue a cualquier lugar del planeta, para que todos te posean y nadie conviva con la tristeza.
No sé, a veces me invade la infancia y te recuerdo traviesa junto a los muchos garabatos que hice para aprender a vivir el color más lindo de la vida, pero me di cuenta de algo, tú también creciste, tienes la mirada más adulta, pero no digas que no te gustaría volver a la infancia otra vez y que todos los tiempos se confundan, para que ese perfume infantil persista. Dirás que perdí la razón, no es así, porque si no estuvieras, dónde podría encontrar otra melodía como tú. Te amo, Amelia