Iba sentada, mirando por la ventana del bus. Metida en mis recuerdos, problemas, sueños y todo aquello que se nos cruza cuando dejamos la mente divagar. Entonces sentí que alguien se sentó junto a mí. Di vuelta mi cabeza y te ví. No podías tener más allá de 8 años. Ibas con tu mochila inmensa sobre tus piernas riéndote con aquel señor que llamabas tío. Riéndote de los semáforos que cambiaban sus luces de colores o preguntando por aquel cable que colgaba de algún poste. El tío te sujetaba tus manitos para que de tanto indicar, no fueras a pasarme a llevar la cara. Entonces yo te miré y me sonreí. No era la primera vez que subías al bus, ya antes te había visto en compañía de otro señor cuando te iba a buscar a la escuela. Me miraste y me dijiste "hola", yo te respondí de igual forma y con la mirada le dije a tu acompañante que no importaba, que dejara libre tus manos.
Me pregunté que te habría pasado, o si habías nacido así. Debías tener una edad mental de 4 años más o menos. También me cuestioné el porqué tus padres no estaban junto a ti, y si los ves de vez en cuando. Debo decirte que sentí pena. Porque yo llegaría a mi hogar don estar mis hijos y no podía dejar de pensar que tú no tendrías una madre que te esperara.
Entonces a medida que el bus avanzaba yo ya sabía cual sería tu paradero. Cuando llegamos a él, te pusiste de pié y me dista la última miradita. El tío sujetó tu mochila y entraron juntos al Hogar de Menores.