Colmos rizos de nublos estrangulaban el horizonte. La misquita apenas veía el camino pues quedaba ya poca luz, como a El le gusta. Sólamente en los bajos verdes de la pastura se oían cantos de quienes se congregaron para orar en el verdugal. La muchedumbre entestada, buscaba la razón de Ser entre luces de fáculas, atormentándose por enjuros pleitos de tierras lejanas; divinos y humanos. La morenita, cobija en lo alto de la colina, escuchaba y reía; con ardor infantil, tomaba piedras del suelo y las lanzaba a la multitud apuntando siempre a la cabeza, a continuación volvía a esconderse tras un gran peñasco, y reía la bandida. Mientras, la noche también se reía. Perversas ambas.