En lo más alto y apartado de una montaña vivía una triste y solitaria águila, a quien llamaban Altamirano.

Las aves que por allí se atrevían a volar, se preguntaban el porqué de tan grande tristeza;y, una mañana de sol, como esas que lo iluminan todo, un gavilán, en representación de aquellas aves, se acercó al águila y le dijo:
-Amigo, desde que llegaste a este apartado lugar poco sales a volar. Casi ni te alimentas, si sigues así pronto morirás.-
-Qué más quisiera yo, pequeño gavilán, cuando al corazón lo embarga una pena, se pierde cualquier interés por la vida y por las cosas bellas a causa del dolor.-
-Muy grave ha de ser lo que te ha sucedido para que te hayas confinado a tan solitario lugar. Las penas hay que compartirlas para encontrar desahogo, y en mí ya tenéis a un amigo en quien bien puedes confiar- Le dijo el gavilán al águila Altamirano, quien muy lleno de congoja en su alma, al gavilán su historia le empezó a contar:

"Volando un día, como de costumbre, por las alturas de aquellas montañas, conocí a una hermosa águila que se llamaba Imperia. Muy solícito me les acerqué y les dije que no se preocuparan, que por estos lares no había peligro de cazadores y que se podían quedar a vivir con toda tranquilidad.

Volando y volando, nuestra amistad fue creciendo hasta convertirse en el más puro de todos los sentimientos. Ah, el amor.

Juntos, recorrimos los más bellos parajes jamás imaginados por ser alguno sobre la tierra y juntos construimos nuestro nidito de amor.

Imperia y yo éramos las águilas más felices del Universo y nuestra dicha fue áun mayor cuando Aguilucho y Aguiluchito rompieron el cascarón.

No muy bien habían mudado su plumaje, cuando una oleada de tempestuosa lluvia y fuertes vientos en el nido nos sorprendió.

Los primeros en ser arrastrados por la tormenta fueron nuestros dos hijitos y con ellos Imperia, quien afanosamente luchaba por salvarlos.

De igual manera, yo también fui arrastrado por el viento, pero como pude, logré salvaguardarme en una cueva y cuando la tormenta cesó, ni rastro hallé de los seres a quien más he amado en la tierra y las alturas.

Como podrás comprender, en aquella tormenta los perdí para siempre y con ellos la alegría de vivir."

El gavilán después de haber escuchado tan triste relato, no sabía qué decir, pero una idea se le vino a la mente y le dijo al águila Altamirano.

-Oye, amigo, ayer estuve por los lados de aquella montaña donde conociste a Imperia, y en verdad que vi a un grupo de águilas sobre volando la zona. ¿Por qué no te animas a ir por allá? ¿Quién sabe si así como tú lograste sobrevivir, igual los tuyos lograron salvarse de las fauces de la tormenta?

-Como ya te dije, pequeño Gavilán, después de la tormenta, volé y volé por todos los rincones y recovecos de la cima y no encontré ni rastro de ellos. ¿Para qué perder el tiempo con falsas esperanzas?

-Bueno, y aunque así lo fuera, ¡no crees que hay que seguir adelante? ¡No crees que Imperia donde quiera que se encuentre deseqa verte nuevamente feliz? ¿No crees que es tiempo de hallar una nueva compañera y tener hijos y darle a ellos todo el amor que a los primeros no les pudiste dar? ¡Vé y busca a los de tu misma especie y comparte con ellos para que no te sientas solo!

-De verdad que eres muy buen amigo. Tus palabras me han hecho reflexionar y desde manaña volveré a la montaña donde conocí por primera vez el amor y
trataré de rehacer mi triste vida.

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¿Podrá el águila olvidar a sus seres queridos?
¿Encontrará nueva compañera y tendrá nuevos hijos?
¿Imperia y sus dos hijos estarán realmente muertos?
Y si no sucedió así, ¿en dónde se encuentran y qué habrá sucedido con ellos?

No deje de leer la continuación de esta historia en un capítulo más de "LAS LINEAS DEL DESTINO"

Y si usted tiene una versión personal, por favor haganosla saber y déjela inscrita en este foro para deleite de quienes leemos. Gracias
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Ricardo León De las Salas