Estaba cortándome las uñas de los dedos cuando escuché ruidos en el techo de mi casa… Era extraño pues nadie excepto yo estaba en esos tiempos en la casa. Mis padres y hermanos se habían ido todos juntos toda una semana a la afueras de la ciudad, específicamente en la playa ya que era época de verano. Yo podría haber ido pero tengo una especial antipatía por el sol del verano, así como la arena y la brisa del mar, puede ser extraño, pero quién en este mundo no tiene ese tipo de anomalías que difieren con los demás tipos de personas… y bueno, me quedé en casa. Toda una pequeña residencia de dos pisos, con muchos cuartos y salas de estar.
Siempre me agradó estar solo. Si en la casa había reuniones trataba de no asistir, odiaba las poses, lo fingido que era todo. Creo que debí de haber nacido en una cueva, como un ermitaño, pero no tuve aquella suerte, aunque no lo lamento. Me gustaba, en mi soledad, ponerme a tocar el piano. Muchas veces apagaba todas las luces y, cual Chopin, tocaba mis nocturnos… Adoraba la oscuridad mientras me dejaba arrastrar por las notas de las teclas. Aquellos marfiles eran como la extensión de mis dedos. Por supuesto, yo nunca fui un gran músico, tan solo me agradaba tocar con las luces apagadas, aunque a mis padres y hermanos les fastidiara.
Tenía la costumbre de bañarme antes de tocar el piano, ya me había dado una buena perfumada y razurada, y me había puesto mi mejor pijama cuando me di cuenta que mis uñas había crecido demasiado, y eso no me permitiría tocar mi mejor música… Y en esas estaba cuando escuché aquellos sonidos que eran como alguien hubiese dejado caer tres bultos, pues sonaron así: “pumb, pumb, pumb”. Yo dormía en el primer piso, y en el segundo estaba el cuarto de mis padres, nada mas, pero, yo sabía que todos los cuartos de la casa estaban con llave y ni pensar que mis padres o hermanos hubieran venido a estas horas de la noche sin que yo me hubiese dado cuenta, pero… sentí como la presencia de alguien extraño en la casa, y, me asusté un poco. Alcé los ojos y noté en el techo de mi cuarto que parecía estar sometido a una fuerte presión como si un dedo gigante estuviese presionando mi techo.
Siempre fui muy cobarde ante los misterios, así que me hice la vista gorda y fui directo hacia el piano para tocar mis nocturnos. Cuando estuve frente al piano presentí que él, (o sea el piano) estuviese tan intrigado como yo, como rogándome que me fijara quien estaba en el segundo piso. Ante esto no pude soportar más así que prendí todas las luces de la casa. Claro, ya se imaginarán que estaba asustado, así como toda la casa, y digo toda la casa pues parecía que cada pieza, es decir, el piso, las ventanas, las alfombras, los muebles, la cocina hubieran cobrado signos vitales, así como yo… De pronto, sentí que todos me rogaban en una especie de liturgia que subiera al segundo piso y viera y echara al intruso.
No sé cómo, pero, con algo más fuerte que yo, quizás mi demencial curiosidad, me hizo subir las escaleras y buscar el cuarto donde se sentía la presencia de algo. Ya en la puerta que estaba sobre mi cuarto, la abrí. Y con los ojos cerrados, como si fuera un avestruz, prendí las luces… Y saben lo que encontré, pues bien, había tres enormes maletas en el centro del cuarto de mis padres. Eran tan grandes que parecían ser tres locomotoras, incluso noté que de sus bordes brotaba como humo… Me les acerqué y, en verdad, no se imagina lo grandes que eran, tendrían como un metro setenta de altura, pero no todos eran del mismo tamaño, la del centro era la mayor, o, la mas grande y la mas gruesa. Las tres eran de cuero, pero de diferentes colores. Inexplicablemente no me preguntaba el cómo habían llegado hasta el cuarto de mis padres, mas bien, me entró una enorme curiosidad por saber lo que contenían, así que me les acerqué y apenas las toqué las tres maletas se abrieron como si yo las hubiera tocado con un botón invisible o supersensible… Y cuando se abrieron pude ver su contenido. Era increíble. Dentro de una de las enormes maletas de cuero había como una entrada hacia otro lugar en donde todo era nieve, con gente de aspecto amigable, con casas de madera y muchos perros, osos, alces y aves que volaban por toda aquella entrada que era la primera maleta… La segunda era un lugar paradisíaco, había un lago, sol, botes precioso navegando por esta especie de isla de clima templado, su gente estaban desnudos, hombres niños mujeres parecían vivir en una especie de vacaciones sin fin… noté que el cielo de este lugar era medio rosado y habían mas de dos soles, uno amarillo y el otro rojo, de allí el color del cielo… La tercera era increíble… se veía un cuarto muy confortable, un sillón, una chimenea, un perro a su borde y un señor que tenía el rostro mas puro que jamás había visto, se notaba que guardaba un alma sabía y bondadosa pues no dejaba de acariciar a su perro ni dejar de leer un enorme libro de cuero, pero, pude divisar que parecía estar invalido pues tenía las piernas inermes como si fueran de palo…
Y allí estaba yo, viendo algo que rompía mi imaginación. De pronto, todos los seres que poblaban las tres maletas me miraron e invitaron a vivir con ellos, para siempre. Fue gracioso ver que en cada maleta había un hermoso piano, un cuarto oscuro esperándome… En ese momento supe que ellos dependían de mí, de mi decisión, buscaban que yo sea parte de ellos, que viviese en ellos, pero no, por mas que hicieron lo que hicieron decidí salir del cuarto de mis padres y alejarme de aquellas mágicas maletas que, pudieran haberme dado toda la felicidad que buscaba pero, en verdad, yo no deseaba la felicidad, pues ni siquiera sabía su significado… Y con ese entendimiento me alejé del cuarto y pude notar que mientras me alejaba, las puertas de las tres maletas se cerraban y cerraban hasta que se cerraron por completo…
Bajé del segundo piso por las escaleras y, sin dudar, empecé a tocar mis nocturnos ante el asombro del piano y de todos los objetos de la casa que no podían entender cómo yo había desairado a la felicidad… Continué tocando y tocando hasta que me quedé dormido sobre las teclas del marfil del piano de mi casa. Cuando desperté, ya había amanecido y, como les repito, lo curioso que soy, subí al cuarto de mis padres. Traté de abrir la puerta pero estaba totalmente con llave. Me di la vuelta para entrar por la ventana de la casa y, como buen tonto, caí del segundo piso, cayendo sobre el piso, ocasionándome graves heridas en todo el cuerpo y, sobre todo en la cabeza.
Los vecinos me llevaron al hospital, me intervinieron y no supe más. Cuando volví a abrir los ojos vi los rostros de toda mi familia. Ellos me contaron que me había roto la columna y que posiblemente no vuelva a caminar ni a mover ni una parte de mi cuerpo… Casi me pongo a gritar pero me contuve, tenía que ser fuerte. Mis padres agregaron que por recomendaciones de los médicos debía de quedarme por lo menos unos mese en la clínica y que ellos vendrían a visitarme con frecuencia… Ya estaban por irse cuando vi que tres enfermeras traían tres enormes maletas de cuero. Las pusieron muy cerca de mí… Me alegré, pues supe que la felicidad estaba a mi alcance, a tan solo unos pasos, tan solo unos cuantos…
Lince, agosto del 2005