Un día de hace algunos meses, quedé con un amigo para tomar un café, y entre risas y conversaciones, iniciamos el tan manido tema de la diferencia entre lo que era amistad y lo que era el amor. Después de aportar nuestros puntos de vista y contrastar nuestras opiniones largo tiempo, sin llegar a ponernos de acuerdo, de repente, puso su mano en mis labios y me dijo:
- Espera, dejémonos de divagaciones, voy a hacerte una pregunta y quiero que te pongas en dos supuestos y seas sincera, ¿vale?: imagina por un momento que me amas ¿qué es lo que sentirías?

Yo, perpleja ante semejante pregunta, lo miré durante unos segundos... y viendo a alguien que me sonría de forma confiada esperando una respuesta, quedé pensativa tratando de imaginarme a mi amigo queriéndolo, amándolo, durmiendo y despertando con él, besándole desnuda con emoción, pero a cada pensamiento al que quería ponerle cariño, un sentimiento especial, elevado, me asaltaba la duda, una especie de rechazo personal, íntimo, como una incomodidad, así luchando en mi mente con una mentira que trataba de convertir con esfuerzo en verdad, reacia a pensar en el amor, pero sintiendo al mismo tiempo vergüenza por no ser capaz de dar una simple respuesta a tan sencilla pregunta, le respondí:
- es una pregunta complicada, si yo te amo pero sólo me ves como una amiga supongo que te sentirías mal, tratarías de no verme y se podría acabar estropeando nuestra confianza y amistad.

Entonces él, tomandose un largo sorbo de café y sonriéndome después, me dijo:
- de acuerdo, ahora imagina lo contrario, que tú no me amas que tan sólo me ves como un simple amigo que está compartiendo una charla contigo delante de este café, dime ¿que sentirías?

Meditando mi respuesta unos segundos, le contesté sin titubear:
- pues sentiría cariño, tranquilidad y pensaría que somos dos buenos amigos un poco complicados, tomándose un café y tratando de arreglar en unas horas los sentimientos del mundo, -le dije sonriendo a modo de sentencia.

Entonces él, con voz muy templada y decidida, me dijo:
-Acabas de encontrar la diferencia entre la amistad y el amor.

Yo, sin acertar a entender lo que trataba de decirme, le dije de forma sincera: -no te entiendo ¿qué te he dicho?, ¿que quieres decirme con eso?

Muy fácil, contestó.
-Si me amaras de verdad, te habrías cuestionado, habrías tratado de averiguar... si yo te amo a ti. Si me ves como un amigo es tan solo porque no necesitas preguntártelo.

Y levantándose de la mesa, se acercó a mi, me dio un beso en la mejilla y se despidió diciendo:
- En la vida las preguntas que alguien no trata de hacerse son para el otro su verdadera respuesta. Yo ya he conseguido la mía y ahora me voy. Cuidate.

Aquella noche, lo reconozco, lloré, pero no sólo por saber que los sentimientos de mi amigo no eran correpondidos por mi, sino, sobretodo, lloré al darme cuenta que tenía en mi vida tres respuestas, sin haberme hecho más que una sola pregunta:

qué sentía como amiga, a quien sentía como amigos y a quién amaba de verdad.