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Laura

Laura va caminando por la vereda con unos libros a cuestas. Está cansada, pero no quiere irse a casa; aún no quiere encontrarse con la vieja Soledad. Llega al final de la vereda ,que le sirve de atajo, y se detiene. Mira el semáforo y espera el cambio de luz. A su lado un joven apuesto espera la misma señal. Laura le mira de reojo y se da cuenta de su espectacular físico: unos músculos bien repartidos, sus manos grandes y fuertes , y una cara dulcísima .Laura se deslumbra por este dios griego encarnado. El joven le mira repentinamente y le dice: - Estás sola ¿ Verdad? Lo noté con solo verte. ¿Que quieres? ¿Un helado? Una linda rosa como tú solo podría querer un helado, y de fresa. Ven, te llevo a comer un helado y luego paseamos por un parque-. Laura se sonroja y suelta una risita nerviosa , creyendo que el joven pudo haberse dado cuenta de la estúpida escena. Pero el joven tiene los ojos clavados en el semáforo, que ya amenaza con cambiar de verde a rojo. – Disculpe, Señorita, estoy un poco desorientado ¿Sabe Ud. dónde se encuentra el Edificio Bel Air? Me dijeron que queda en la Av. Elliot.- dice el joven. - El Bel Air...El Bel Air – Ella se hace un poco la desinteresada, claro está, pero por dentro estalla de emoción – El Bel Air. ¡Ah, sí! Se encuentra en esa dirección , detrás de ese edificio. Precisamente me dirijo hacia allá-. El joven mira a Laura con la cara iluminada de alegría, por lo curioso de la casualidad. – Entonces le acompaño y de paso me indica dónde queda- Sugiere el joven . Laura responde con una sonrisa torpemente sensual . Ambos cruzan la calle, y se dirigen hacia la Av. Elliot. El joven habla: - Me agrada una chica que no sea tan aprehensiva; muchas se negarían a dejarse acompañar-. Laura ríe en silencio.
El joven mira el reloj y vuelve a mirar la luz del semáforo, que en ese mismo instante cambia a rojo. Laura , el joven y el resto de los transeúntes se apresuran en cruzar. Pronto una gran maraña compuesta de gente los separa. Él se dirige al Subterráneo y ella se va caminado hacia la parada de transporte público. De pronto Laura se detiene, y después de pensarlo unos segundos, decide seguir al apuesto joven. Cree que vivir con la vieja Soledad le está afectando el sano juicio, pero considera que vale la pena pasear por la ciudad contemplando al hermoso monumento masculino. Así que se lanza con paso apresurado hacia las escaleras mecánicas del Subterráneo.

Las escaleras son muy lentas, a ellas no les importa aquel joven como le importa a Laura. Son como aquellas mujeres que atienden en las oficinas públicas: El cliente puede estar convulsionando frente a ellas, y ellas solo dicen :- Haga la cola y espere su turno-.

Laura llega finalmente al andén. Va hacia un extremo haciendo grandes esfuerzos para no tropezar con la gente; el joven príncipe no está. Va hacia el otro, tampoco está.

Laura siente un calorcito en su pecho y un incómodo nudo en su garganta y reconoce: – Se ha ido. Se fue-. Toma un poco de aire, exhala, y finalmente ríe amargamente y en silencio de su propia ridiculez. Se dirige de nuevo a las escaleras mecánicas , que ahora son benevolentes al retardar el fin de su visión, y las aborda en el más inexorable silencio.

Llega a la superficie, camina hacia la parada de autobús. Al cabo de un rato aborda la buseta verde que le llevará donde la vieja Soledad, que debe estar molesta por la inusual tardanza. Se baja en una parada anterior. Le gustaría comerse un perro caliente. Revisa la cartera y se da cuenta que tiene algo de dinero.
El olor a cebolla le sirve de guía hacia el sector donde se hallan los carritos de perro caliente. Hay tres o cuatro de esos carritos. Escoge el carrito de toldito verde con rojo y espera que desocupen una de las dos sillitas de mimbre. Por fin se va un gordito satisfecho y Laura sin perder tiempo se sienta a ordenar.

-¿ De qué lo quiere la princesa?- Pregunta el joven de blanco traje y con pinza en mano. Laura piensa en la insolencia que ostentan lgunos de los que trabajan en ese oficio. Laura le mira fijamente el gorro y responde: - Déme uno con bastante cebolla- El joven sonríe y le prepara el perro. Laura piensa en su sueño perdido mientras observa las grandes manos del joven elaborando el perro. Se preguntaba cual sería el nombre del apuesto joven del semáforo:- Tiene cara cómo de llamarse Max- piensa- o tal vez Luis Edgardo, o Juan Andrés-.

El joven de bata blanca entrega el perro caliente a Laura. Lo prueba, le sabe delicioso, exquisito.- ¡Que rico prepara estos perros!- dice Laura emocionada mientras toma otro bocado. El joven se ríe, y contesta: – Los preparo según lo que me inspira el cliente. Cuando la vi, pensé: Esta chica está sola, y trae consigo una pena. El perro que le voy a preparar la hará mas dichosa y menos triste. Y fíjese ¡Ahora tiene mejor cara que cuando llegó!- Laura piensa de nuevo en la insolencia de ciertos hombres, pero se arrepiente al darse cuenta de las acertadas palabras del humilde servidor. Luego del modesto pero exquisito momento, se levanta, y sonriente paga . El joven recibe el dinero contento, y luego Laura se retira.

Laura tiene ahora un mejor semblante ¿ Sería el perro? ¿ Serían las cálidas palabras de aquel humilde joven? . Eso no importa ya, lo que importa es que ya puede llegar a casa y enfrentarse a la vieja Soledad.

Mientras se aleja hacia su destino, el hombre de traje y gorro blancos, y de pinza en mano, le mira sonriente. Una joven se acerca con un niño en brazos. Él se quita el gorro, ella le besa la boca y le entrega al niño. Su rostro resplandece. Es bello , bello como el ser más bello que jamás hubiera visto, quizás por el niño, quizás por la mujer, quizás por no tener su gorro puesto .Es bello, infinitamente bello. Su nombre no es Max, tampoco Luis Edgardo, ni mucho menos Juan Andrés.

Laura llega a casa. La vieja Soledad le está esperando junto a su cama, a punto de escupir una de las suyas. Laura mira la cama, y en vez de desnudarse , hundirse en ella y escuchar a la vieja, se va hacia el balcón y piensa en el joven del semáforo, mientras que un suave olor a salchicha con cebolla invade su ser.

Y la joven soñadora sonríe en consecuencia.
Datos del Cuento
  • Autor: Didi-cat
  • Código: 2217
  • Fecha: 25-04-2003
  • Categoría: Sin Clasificar
  • Media: 4.75
  • Votos: 52
  • Envios: 1
  • Lecturas: 4286
  • Valoración:
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Comentarios


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3 comentarios. Página 1 de 1
José Luis Sánchez
invitado-José Luis Sánchez 25-05-2003 00:00:00

Una vez más demuestra tu habilidad y dominio de la palabra... tu narración clara, simple pero prufnda... Felicitaciones

Juan Andueza G
invitado-Juan Andueza G 26-04-2003 00:00:00

Bah. no sabía que la famosa Corín Tellado ahora escribía cuentos con el pseudónimo Didi Cat. Saludos entonces.

Ray Ables
invitado-Ray Ables 26-04-2003 00:00:00

¡Qué lindo cuento! Así es la vida a veces que uno no consigue lo que quiere y luego se da cuenta de que lo que quería no era tan bueno para empezar y de que hay cosas mejores. Y bueno, gracias por escribir.

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