-Algo te ocurre. Traes una cara de mil diablos.
-Nada... Que he discutido con mi mujer.
-¿Otra vez?
-Si. Es que tiene un carácter, que no te menees...
-Hay que reconocer que sois una pareja envidiable. Siempre a la greña y sin qué el uno pueda pasar sin el otro.
-¡Que le vamos a hacer, si Dios nos parió así...!
-Y esta vez, ¿cual ha sido el motivo de discusión?
-De lo más baladí que puedas imaginarte. Se me ocurrió llevar a casa una copia de un relato publicado en Buscacuentos, que se titula "Para todo hay que nacer".
-Ah, si, ya lo he leído. Es de Anfeto.
-En efecto. Se lo di para que lo leyera, y en cuanto acabó de leerlo, ¡no te digo como se puso...!
-Pues, ¿en que le afecta?
-Comenzó a increparme, diciendo que todos los hombres somos igual...que si patatín, que si patatán... No quieras saber la de improperios que nos adjudicó, a todos en general.
-¿Acaso, tú, le has dado motivo en alguna ocasión para que reaccione así?
-En absoluto. Me conoces, y sabes que nunca he sido amigo de veleidosas aventuras.
-Muy cierto. Entonces el enfado de tu mujer habrá que buscarlo en otras causas.
-Y cuales pueden ser éstas... ¿me pregunto?
-Verás, sin ánimo de ofenderos ni a ti ni a tu mujer, reconocerás que comenzamos a ser un poco granaditos
-Claro que sí, pues los cincuenta están al cabo de la esquina.
-Es una edad crucial para la mujer. Es cuando se asoma al climaterio...
-¿Cuando les crece el bigote?
-¡No seas vulgar!... A la mayoría de mujeres el acto sexual, dentro del matrimonio, se convierte en el cumplimiento del débito que como obligación prioritaria instituye el 'conyundo' cristiano. Y, como toda obligación que hay que satisfacer, siempre les resulta, no diré desagradable, pero si penosa.
-Quieres decir, que para el hombre es como acostarse con la muñeca de Buñuel.
-Algo así. La mayor arma de que se vale la mujer para conquistar al hombre consiste en su belleza, la cual cuida y mima hasta la exageración.
-En efecto, en eso tienes toda la razón, sino basta ver las industrias de la moda y de la cosmética que son de las más boyantes en el panorama comercial. Y como prueba definitoria, que se lo consulten a mi cuenta corriente.
- Mientras el hombre está pendiente de la mujer, requiriéndola constantemente para solazarse en el coito, entonces ella está tranquila, y aunque muchas veces lo enviaría a hacer gárgaras, aguanta y transige, porque así sabe que no se alejará de ella.
-Fiel retrato de lo que a mi me ocurre. Más de una vez he visto en la cara de mi mujer un rictus de desagrado, cuando me insinúo con caricias y ella se apercibe del fin que persigo... Pero yo no me doy por enterado y voy a lo mío...
-Yo llego a la conclusión, de qué a la mujer le importa un ardite que el hombre realice con una extraña el acto carnal para que a ella la dejen tranquila, pero con lo que no transige es con el hecho de verse pospuesta por otra mujer, porqué ahí entra en acción su prurito de sentirse desechada por que sus encantos personales han desaparecido, y eso le duele a morir...
-Algunas de las cosas que dices te doy la razón;. pero... cuéntaselo a mi mujer y ¡verás cómo te pone!... Ah, otra cosa, supongo que esta conversación no la publicarás, como acostumbras hacerlo, porque si lo haces, me río de los comentarios que te van a endilgar las féminas que pululan por Buscacuentos.
-Los asumiré con verdadero placer, aunque me pongan a parir
-Reconozco que eres un héroe... ¡Te admiro...!