Sin ánimos de querer parecer un CULTURETA, quisiera preguntar ¿Quién no ha leído El Diente Roto? En este celebre cuento un niño que se partió un diente pasó con los años a la posteridad como un gran sabio por el único hecho de haber guardado silencio ante las inquisiciones y urgencias de amigos y extraños, había una sola razón para tal reacción, estaba muy ocupado tocándose el diente roto con la punta de la lengua, finalmente se llevó a la tumba su secreto.
Este mítico suceso no debe llevarnos a hacer análisis de porque el niño guardó silencio hasta hacerse hombre y hasta su muerte, sino los magníficos resultados que si bien en el cuento el protagonista no usufructuó, no deja de mostrar al mundo la potencial ganancia de tal acción, el objetivo del escritor aunque aparentemente velado en un cuento cuasi infantil, es contundente, y exalta el valor del silencio ante los embates no tanto de la vida como los de nuestros propios congéneres. Ledo, el ataque que tu has sufrido en boca (o pudiéramos decir en manos) de un enemigo que no podemos decir si es gratuito ( ya que los espectadores desconocemos el trasfondo del asunto ) ha sido contundente, y hasta divertido si no fuera porque tu integridad está siendo terriblemente maltratada, pero los que ávidamente y hasta de manera sádica si se quiere hemos seguido la larga diatriba no podemos dejar de notar el cambio en la tónica de tu atacante desde que respondes a sus embates con el arma del silencio, ahora sus embestidas se escudan en nombres de mujer u hombre sin dejar de lado los anónimos, cuando el estilo soez y cargado de odio nos grita en las caras que detrás de tales agresiones está la misma persona, ahora sus ataques son más violentos, al extremo de hacernos creer que este ser es capaz de cualquier cosa. ¿ Donde terminará el asunto? No lo sabemos, solo vemos a un hombre crecido ante la adversidad que le ha tocado vivir con razón o sin ella, y a un cobarde que no es capaz de mostrar con la cara abierta la razón cierta de su desprecio.
Nosotros Ledo, los espectadores sabemos quien es el payaso aunque la mascarada no deje ver su rostro, deja que el ridículo lo haga tu contrincante, porque si tu abres la boca nosotros interesados esperaremos la respuesta de tu enemigo y viceversa convirtiendo tu tragedia en una divertida fiesta de dimes y diretes, es duro, pero como “El Cuervo” de Edgar Allan Poe, solo emite tu canto lastimero en forma de escritos talentosos, mientras el condenado que te adversa se debate en su propio estiércol.