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Leyenda de los indios ketanai

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La cosa comenzó en el invierno: en esa época en que el sol, extenuado, corta las agujas de los abetos para hacerse un blando lecho y acostarse más temprano.
 Una joven india llegó hasta la orilla del lago para sacar agua. Hacía frío y tuvo que romper el hielo.

El duro trabajo le dio sed. Se inclinó sobre el agujero para apagar la sed, pero una mano la agarró por el cuello y la arrastró hacia las profundidades.

La india pensó:

-Voy a morir.

Y cerró los ojos.

Pero se dio cuenta de que respiraba normalmente. Abrió los párpados y vio que estaba en un hermoso tipi. Había un hombre a su lado. Ese valiente la esposó sin ceremonia.

De esta manera vivió bajo el agua. En verano dio luz a un hijo. Su padre quiso ponerle un nombre conveniente tanto para la tierra como para el agua. Entonces le llamó Tierra y Agua.

El padre de Tierra y Agua se llamaba Piedra Blanca. Era tan bueno que se veía latir su corazón a través de las costillas. Tenía un hermano cuyo nombre era Piedra Gris. Piedra Gris se encolerizaba terriblemente y el corazón le resonaba como si en el pecho se entrechocaran piedras.

Piedra Gris soportaba mal los gritos del recién nacido, así que enviaron al bebé a casa de su abuela. Caminó largo tiempo. Una vez ante el tipi de la vieja no se atrevió a entrar. Era tan joven que aún no había visto muchos seres humanos. Su abuela le asustó y volvió sobre sus pasos.

Ya en su casa, su madre se asombró:

-Mi abuela dormía -explicó-. Es muy vieja y tuve miedo.

Se decidió que volviera al día siguiente.

Cuando la vieja se despertó vio la huellas de los pasos delante del tipi y exclamó:

-¡Oh! Ha venido mi nieto y yo estaba durmiendo. Ni siquiera sé si es un niño o una niña.

Al día siguiente hizo un arco y un cesto y los colocó delante del tipi. Después se acostó e hizo como que dormía.

Tierra y Agua llegó y prefirió jugar con el arco.

La vieja abrió un ojo y observó:

-¡Así que es un niño! Y bien guapo, por cierto.

Entonces extendió una bonita piel de nutria junto a su propio lecho y tarareó una canción mágica:

«Descansa tu cabeza sobre esta piel.

El día dispersa el polen de las flores

y lo arroja en tus ojos.

Mañana el joven ciervo brincará en el bosque.

Ven a respirar el olor de tu abuela.

Mis manos remeterán tu manta… »

El niño entró, apoyo la cabeza sobre la piel de nutria y se durmió.

A partir de entonces se quedó junto a su vieja abuela.

Tierra y Agua crecía. Pronto las flechas pequeñas dejaron de servirle, pedía continuamente a su abuela otras más fuertes.

La vieja terminó diciéndole:

-Ahora que ya eres un joven valiente necesitarás buenas flechas.

-¿Con qué madera se fabrican, abuela?

-Con la del Árbol que Da Bayas en Junio. Crece en una montaña: allí vive también el oso gris. Cuando un indio se aventura en ese lugar el oso le mata.

Ese <> es muy perezoso pero las marmotas le montan la guardia.

Tierra y Agua no pudo contenerse. Salió del lago y tomó el camino de la cueva del oso. Cuando vio a las marmotas tarareó la canción mágica de su abuela. Las marmotas se durmieron.

Entonces, Tierra y Agua cortó ramas del árbol y lanzó brazadas enteras al lago.

-Ahora ya no tendremos que subir hasta aquí para hacer flechas con esta madera.

Se quedó con algunas ramas para él y descendió de la montaña.

El oso hacía el recorrido de su territorio. Al regresar vio su árbol saqueado y preguntó a las marmotas:

-¿Quién ha venido a robarme la madera?

-¡No sabemos nada! -contestaron-. Ha caído nieve y sus cristales nos han cerrado los ojos.

-Esperad. Voy a ajustarle las cuentas al ladronzuelo y luego me ocuparé de vosotras.

Furioso, el oso entró en su caverna, se puso el pesado manto de piel gris, se colocó los guantes de garra largas y partió sobre las huellas de Tierra y Agua.

Sabiéndose perseguido, el joven valiente corrió a refugiarse en la tienda de su madre. Pensó:

-Por muy malo que sea ese oso, seguro que mi tío Piedra Gris lo es más que él.

Para obligar a Piedra Gris a luchar con el oso le dijo:

-Tío mío, el oso dice que no eres más que un parlanchín. Quiere que todo el mundo lo sepa…

Las piedras entrechocaron en el corazón de Piedra Gris.

Pero como seguía sin reaccionar, Tierra y Agua añadió:

-También dice que te escupirá a la cara y te cubrirá de inmundicias.

Piedra Gris empezó a hervir como un volcán. Gritó:

-¡Es demasiado! ¿Dónde está ese mal educado para que le enseñe buenas maneras?

Tierra y Agua lo llevó ante el oso.

-¡Ah, aquí estás! -rugió el tío-. Voy a acabar contigo.

El cola corta se apoyo en su gran trasero y replicó:

-Este Tierra y Agua es un mala lengua. Me lo voy a comer.

Y se abalanzó en dirección al joven valiente que estaba junto al árbol. Pero, cuando quiere morder, el oso gris siempre cierra los ojos. Tierra y Agua se apartó y el plantígrado mordió la corteza del árbol.

-Tierra y Agua es demasiado coriáceo -declaró-. Será mejor que me coma a Piedra Gris.

Ante esas palabras, Piedra Gris hinchó el pecho y todo el cuerpo le estalló en un sinfín de trozos de sílex cortantes. Hirieron al oso en el vientre y murió.

Piedra Gris recogió sus trozos esparcidos y se recompuso.

Dijo a Tierra y Agua:

-Ahora tengo que lavarme. Ves, ha ensuciado mi preciosos traje de guerra.

El joven valiente quitó al oso su manto gris y fue a ofrecerlo a su abuela. Pero se quedó con los guantes adornados con garra.

Con la madera del Arbol que Da Bayas en Junio, Tierra y Agua se hizo un arco de hombre. Después preguntó a la vieja:

-¿Sabes si en este país viven otros seres humanos?

-Sí. Hacia el norte hay un poblado. Pero no debes ir porque el jefe es un mal hombre.

Tierra y Agua se puso en camino. Llegó por la noche.

En la primera tienda de la aldea encontró una mujer muy delgada. El joven valiente le dijo:

-He caminado mucho, ¡tengo hambre y sed!

-No puedo ofrecerte nada -dijo la mujer-. El jefe guarda la comida y el agua en su tipi y se niega a darnos.

Tierra y Agua fue a ver al egoísta y le dijo:

-Me han dicho que tu despensa está bien surtida y he venido a cenar contigo.

El jefe replicó:

-¡Eres un osado, extranjero! Aquí, el que quiere comer y beber tiene primero que luchar conmigo.

-¡Luchemos entonces! -decidió el joven valiente.

Se puso los guantes con garras que le arrebatara al oso y comenzó el combate… La fuerza del jefe provenía de la tinieblas. Tierra y Agua blandió un rayo de luna que iluminó todo el calvero. Entonces el jefe tomó una maza enorme y asestó vigorosos golpes sobre la cabeza del joven valiente. Este le contempla riéndose. Al verlo, el jefe arrancó un gran roble exclamando:

-¡Te voy a aplastar con este garrote!

Tierra y Agua arañó el árbol con su guante haciendo polvo la madera.

La lucha duró un año entero. Y cuanto más se prolongaba el combate más se centuplicaban las fuerzas maléficas del jefe.

Una mañana el jefe aspiró dos grandes nubes negras y las lanzó a la cara de Tierra y Agua. Este voló por los aires como una hoja seca y cayó muerto en el lago. Piedra Blanca, el padre de Tierra y Agua tomó la forma de un pez relámpago y partió hacia allí. El joven flotaba entre dos aguas. El pez relámpago le mordisqueó los pies,

Tierra y Agua se despertó y preguntó:

-¡Por qué me comisqueas! ¿Acaso quieres devorarme?

-¡No! Sólo quería resucitarte para que puedas regresar a la tierra y mates al malvado jefe con tu flecha mágica. Intenta acertarle en el dedo meñique de su mano izquierda.

El valiente dio las gracias al pez relámpago y saltó fuera del agua.

El jefe descansaba, sentado sobre un tronco podrido.

Tierra y Agua, cubierto de sangre, se alzó ante él y le disparó una flecha que le alcanzó en el sitio señalado por su padre pez. El perverso hombre murió inmediatamente.

Toda su vida se escondía bajo la uña de ese dedo.

¡Y eso, Piedra Blanca lo sabía!

La gente del poblado se acercó a dar las gracias a Tierra y Agua quien les dijo:

-Ya os habéis deshecho de un malvado. Ofreced vuestros corazones a la tierra y al agua y nunca más volveréis a tener hambre y sed.

Tierra y Agua se convirtió en un genio bueno.

Regresó con su familia y vivió con muchos honores.
 


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