Todo se oscurecía, lentamente, los ojos se aferraban a las últimas imágenes reconocibles. Los pensamientos, mientras tanto, corrían alborotados chocando contra los muros de los sentimientos. Y estos, celosos de su libertad, los encerraban cada vez más, acaparando el sentido de su existencia.
La oscuridad, entonces, se transformó en nada, una nada tan intensa que aniquilaba hasta el significado de esta palabra. La voz, asustada del vacío a su alrededor, intentaba escapar lanzado agudos chillidos desesperados. Pero justo después de despegarse de los resecos labios, se desvanecieron esparciendo su dolor, convirtiéndolo en nada.
Los latidos del corazón, angustiados por le caos del lugar, enmudecieron, y así lentamente el cuerpo se convirtió en la nada de aquel lugar.