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Llamada local

Sabía que la noche iba a transcurrir sin sobresaltos, los chicos eran obedientes y educados. El niño tenía cuatro años y la niña siete.
No era la primera vez que en su trabajo de niñera tenía que cuidar de ellos. Además los padres pagaban bien.
--- No tiene de que preocuparse¬, vayan tranquilos hoy es una linda noche para salir--- les dijo.
--- Sabiendo que los chicos se quedan con vos estoy tranquila--- le confió la madre. Una mujer de unos treinta y siete años de una belleza natural y unos modales exquisitos. 
Se escucharon dos bocinazos desde afuera.
--- Bueno me voy, mi marido está impaciente. Cualquier cosa me llamás al celular. Hace más de una hora que los chicos duermen…
--- Que la pase bien y no se preocupe.
La dueña de casa cerró la puerta y corrió hasta el auto que marchó sin más demora.
La niñera caminó hasta la cocina y encendió la luz. Todo estaba como la vez anterior que había sido contratada para cuidar a los chicos. Una larga mesa de algarrobo y sillas haciendo juego. Una heladera donde se podía guardar a una res recién faenada y toda clase de electrodomésticos. Todo decorado con muy buen gusto y mucho dinero de por medio.
Salió de la cocina y caminó hasta la habitación de los padres. Encendió la luz y caminó através de una inmensa cama y una antigua cómoda de cedro cuya superficie estaba repleta de perfumes carísimos nombrados en un francés impronunciable y pequeños frasquitos y potes conteniendo maquillaje hasta el gigantesco placard de puertas espejadas. Siempre era un deleite explorar el guardarropa y descubrir nuevos vestidos, conjuntos de ropa interior de finos encajes y zapatos de taco alto que aún no habían tocado el suelo. Volvió a la sala sin dejar de pensar en el abismo de diferencia que había entre ella y esa gente. 
Se sentó en el sillón más mullido a mirar televisión y se quitó de la cabeza las ideas amargas que experimentó momentos antes. Demasiado cómoda y demasiado tranquila no pudo evitar que la atacara el sueño. La despertó el teléfono que sonó tres veces antes de que ella lo atendiera.
--- Esta mujer no tiene paz, ni siquiera se queda tranquila teniendo a alguien que le cuide a los hijos --- dijo mientras se desperezaba camino al teléfono. Levantó el tubo.
--- ¿Hola?--- nadie respondió del otro lado.
--- ¿Hola, quien habla?
---…Estoy en la habitación jugando con los chicos…--- la voz sonó profunda y maliciosa --- ¿Por qué no subís a jugar vos también?---.
Miró su reloj, eran las 03:30 hs. Miró el televisor y vio que la programación estaba terminada y remplazada por rayas y un sonido áspero y monótono.
--- ¿Por que no se deja de molestar? ¿No vio la hora que es?--- colgó, avanzó unos pasos y apagó el televisor.
Bostezó y se desperezó otra vez. Se le antojó un café y se encaminó hacia la cocina. Cargó con café la cafetera blanca y moderna, después con agua y se cruzó de brazos mientras se recostaba en la mesada a esperar que el aroma comenzara a esparcirse en la cocina.
Pensaba en que otras cosas podría haber hecho en vez de cuidar chicos si hubiese tenido la oportunidad de estudiar en lugar de salir a trabajar. Pero eran puras ilusiones, los medicamentos que tomaba su madre eran carísimos y alguien tenía que pagarlos. Su hermana mayor trabajaba de mucama en el hospital y ella había dejado los estudios para ayudar.
Cuando tenía la oportunidad de trabajar para esta gente aprovechaba para relajarse y soñar aunque más no fuese por un momento que ésta era su casa, sus pertenencias, sus ropas caras y perfumes.
Cierta vez se había probado uno de los vestidos de la señora de la casa, se había calzado unos zapatitos muy suaves de un taco tan fino como alto. Y bajo el amparo de saber que los chicos dormían se había paseado alegremente por la sala y se había detenido luego frente a cada espejo a observar su joven y esbelta figura. Después llena de excitación y confianza se había probado un conjunto de ropa interior negro y se había arrojado sobre la cama riendo y feliz. Después de cerrar los ojos y pasar su mano por el vientre y sus pechos por unos segundos la había deslizado debajo del negro encaje hasta su entrepierna y había girado quedando boca abajo, elevando las caderas rítmicamente hasta llegar al clímax con un gemido ahogado. Minutos más tarde, cuando su respiración se había normalizado y el tenue rosado del rubor sexual había desaparecido de sus mejillas y de su pecho, había devuelto las prendas al placard, volviendo ella a sus jeans gastados y a su buzo de algodón.
Salió de su ensoñación cuando la cafetera terminó de verter todo el agua hirviente a través del filtro y el café, en la jarra. Tomó una gran bocanada de aire y suspiró pensando que tal vez esa noche podía repetir esa experiencia. Se sirvió una taza humeante y retornó a la sala de estar. Apenas se sentó en el sillón, el teléfono comenzó a sonar otra vez.
La joven dejó con fastidio la taza sobre la mesa ratona y se levanto con resolución para tomar el tubo.
--- ¿Hola? ¿Holaaaaa?, si sigue molestando voy a llamar a la telefónica y voy a hacer una denuncia.
Esta vez la voz sonó notablemente mas agitada:
---…ya jugué con los chicos ahora quiero jugar con vos…
Colgó el teléfono con brusquedad y miró la escalera que daba a la habitación. Decidió ir a ver si los niños seguían durmiendo aún, pero al llegar a los primeros escalones y ver la oscura boca en la que se perdían los últimos peldaños se detuvo inmediatamente. Un dedo frío e invisible le recorrió la espina dorsal e hizo que su respiración se hiciera difícil y entrecortada. 
Caminó nuevamente hasta el teléfono y llamó a la operadora. Después de unos minutos fue recibida su llamada y explicó su situación brevemente. Respondió algunas preguntas de rigor y se dispuso a esperar.
--- Señorita --- dijo una joven voz de hombre del otro lado --- las últimas dos llamadas que usted ha recibido provienen de un teléfono local. Para ser exacto, de una línea que corresponde a su misma dirección. Fíjese si no le están haciendo una broma, si no es así le aconsejo que llame a la policía… y mejor salga de la casa, por si a caso. Tenga usted buenas noches ---.
Colgó y volvió a mirar en dirección a la escalera.
El teléfono quedó mudo por algunos segundos mientras la niñera pensaba que hacer, y volvió a sonar por tercera vez haciendo esta vez que la joven ahogara un grito.
Se corrió un mechón de pelo de la cara y levantó el tubo sin decir una sola palabra
Era la misma voz pero esta vez sonaba mas calma.
---…si no subís a jugar voy a bajar yo…---.
Cortó la comunicación y llamó a la policía explicando apresuradamente lo sucedido.
El oficial que la atendió le pidió encarecidamente que abandonara la casa, le dijo que había una patrulla muy cerca de allí y que en breve estarían en la casa, que no tardaría mas de un minuto.
Y así fue, abrió la puerta del frente, corrió hacia el frío exterior cruzando la calle y se quedó temblando en la vereda de enfrente mirando la fachada de la propiedad iluminada por la luz de la calle.
Un par de minutos después llegó la patrulla con dos policías que la interrogaron rápidamente y entraron empuñando las pistolas reglamentarias. Se encendió una luz en el interior de la casa, casi inmediatamente se oyó una sucesión de disparos. Pasaron cinco minutos, casi eternos.
Los policías salieron, uno se encaminó hacia ella y el otro hacia la patrulla. Mientras el segundo hablaba por la radio el primero se paró junto a ella, exhibiendo una herida hecha con algo cortante en el cuello. No parecía muy grave a pesar del sangrado profuso.
--- Señorita, usted no se imagina la suerte que tiene… ¿Los chicos en la habitación de arriba estaban a su cuidado?
No era para sorprenderse que el policía dedujera que no era la madre. Su corta edad y su ropa humilde la delataban. 
--- Si así es, ¿Ellos están bien? ¿Les pasó algo?
El policía la evaluó por un momento con la mirada y solo vio a una jovencita de unos 17 años que temblaba de miedo ante una situación que no terminaba de comprender.
--- ¿Puede contactarnos con los padres? Es realmente urgente que hablemos con ellos.
La niñera se encaminó hacia la puerta de entrada pero el policía la retuvo del brazo con firmeza.
--- No entre, no le va gustar lo que hay para ver…
--- ¿Qué pasó con los chicos? ¿Están bien?..dígame que están bien por favor…
El oficial le tomó los hombros con ambas manos en gesto paternal.
--- Nena, estuviste bien al llamar a la policía y salir de la casa, de no hacerlo vos también estarías muerta. Aparentemente alguien trepó por atrás y abrió la ventana de la habitación de los chicos… tenía una cuchilla de carnicero… los abrió desde el ombligo a la garganta.
La joven sintió nauseas y se sentó en el suelo para evitar caerse, sentía que todo le daba vueltas.
El policía se inclinó y le apoyó una mano en la cabeza.
--- No te culpes, hiciste lo que debías. No hubieses podido hacer otra cosa.
En ese mismo momento un auto grande y plateado estacionó detrás de la patrulla. El policía se incorporó mientras los padres de los niños muertos caminaban apresurados y con gesto interrogante hacia él.
Horas mas tarde una mujer de unos cincuenta años, pasó a buscar a la joven por la comisaría.
Con espanto escuchó la historia por parte del oficial de policía y solo pudo abrazar a su hija y sentir una pena inmensa por los hijos de la pareja y por ellos también. 
El padre de los chicos estaba hablando acerca de la autopsia y la demora en la entrega de los cadáveres con el comisario, fumaba muy despacio y parecía desvastado física y emocionalmente.
La madre estaba sentada y miraba un punto fijo en la pared, su belleza y su gracia se habían esfumado. Se sentía vacía y sin entender enteramente los sucesos de horas anteriores, los sentimientos golpearían mas tarde en horas, días, meses y años posteriores.
La joven niñera aún abrazada a su madre giró su cabeza y miró por sobre su hombro a estas dos personas que acaban de perder absolutamente todo lo que realmente les importaba.
Recostó su cabeza en el pecho de su madre y la apretó con fuerza. Secretamente sonrió mientras sentía correr lágrimas por sus mejillas.
Después de todo, pensó, su vida no estaba tan mal.

Datos del Cuento
  • Categoría: Terror
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