Doña María A. Molina Quesada, de Granada (España), en carta que bajo el título “Llámele por su nombre”, que el sábado, 29 de diciembre de 2001, publicó en “suscartas” (por desgracia desaparecido) ponía en evidencia el nuevo significado que ahora se da a determinadas palabras al margen completamente de su acepción semántica, y ponía los siguientes ejemplos:
Ahora le llamamos:
Alguien que me entienda, a la amante
Anticuada, a la mujer decente
Arte, a la pornografía
Auténtico, al que no sabe obedecer
Buena familia, a la familia con dinero
Compensación, al robo
Criterio abierto, a la carencia de valores
Culto, al que lee todo lo que cae en sus manos
Educar, a pagar una escuela cara
Fanático, al que habla o escribe de Dios
Franqueza, a la grosería
Habilidad, al engaño
Imbécil, al que perdona
Madurez, a la conciencia cauterizada
Mandilón, al hombre que le es fiel a la mujer
Para adultos, a los espectáculos inmorales
Personalidad, a la comodidad vestida en las boutiques
Producto, al hijo dentro del vientre
Prudencia, a la cobardía
Rehacer su vida, al adulterio
Responsabilidad, a la comodidad o cobardía de no querer tener hijos
Sabrosa convención, a difamar
Víctima, a la mujer dedicada a su familia
Nuevas acepciones que, con el tiempo, no tendrá más remedio que recoger el diccionario de nuestra lengua.
Creo que esta reflexión nos puede hacer pensar a todos. No cabe duda de que no es para nada políticamente correcta, pero valiente sí que es.