(Para Pame, Liann y Chellín)
La tarde languidecía y el horizonte se iba plasmando en tonos rojos, era el momento en que el cielo y el mar quedaban perfectamente demarcado, uno en azul cada momento más oscuro y el otro en rojo tendiendo al negro nocturno. Era el tiempo en que las gaviotas volaban rasante sobre el vaivén de la resaca vespertina. Era una de las maravillas que no le cansaban de admirar, la precisión del subir y bajar de las aves sin mojarse y a escasos centímetros de la superficie marina. Esa precisión debería estar ordenada y controlada por un Gran Matemático, solo así se podía explicar.
Su vista y pensamiento no alcanzaban a abarcar todos los fenómenos que se presentaban al mismo tiempo y para Norsi era el momento del éxtasis, del recuperar ánimos, del prepararse para el descanso nocturno.
Ahí quedaba quieto y en absoluto silencio, solo el romper de las pequeñas olas en la playa completaban aquella tan natural escenografía. ¿Cuántas veces la había visto? Eso se perdía en su memoria. Una, otra y otra y no se cansaba de extasiarse.
El tiempo transcurría bajo un reloj natural, tan natural como era la visita que a esa hora cotidianamente representaba la presencia de Pamella, Alianna, Sayuri, Galilea, Marcello y Josue, que sin interrumpir se fueron sentando alrededor de los leños que estaban apilados para la fogata que calculada con tal precisión se consumiría a las ocho, ni un minuto más, ni un minuto menos. Todos en posición de “Loto” miraban con atención y respeto a Norsi, para ello un atardecer ni poético ni matemático.
Norsi, mecánicamente estiró su brazo derecho hasta alcanzar su vieja mochila de lona, seguramente tan vieja como él mismo. Metió la mano y fue sacando una a una. . . ¡Unas sabrosísimas tortas de chilaquiles! Desde luego que él mismo había preparado con el toque que adquieren los marineros que tienen que aprender solos ya que sus largas ausencias de puerto para cumplir sus travesías por el Golfo de México no le permitían “Ajuarearse”, como le decía su esposa de suficiente comida preparada para cumplir con lo que con el tiempo dio como resultado un autentico manjar.
Una a una las tortas fue cambiando de mano hasta que todos tenían la propia. En ese momento, Norsi se levantó y caminó unos cuantos pasos, llegó a una palmera que por su inclinación mostraba su natural resistencia a los embates eólicos y que le daban una apariencia mas de escalera que de vegetal. Se agachó, hizo a un lado unas cuantas hojas de la misma palmera y debajo de ellas descubrió. . . un coco abierto al grado de permitir que su néctar natural pudiera ser sorbido por un minúsculo orifico. En silencio todos fuero aprovisionados con su natural bebida. Fue entones cuando sí esta hubiera sido una señal, todos empezaron a hablar al unísono; ¡Hola, Norsi! ¿Qué nos vas a contar ahora? Norsi sonrió para sus adentros, aspiro profundamente el aire marino y empezó a hablar. Había roto su silencio que apresaba sus pensamientos desde el medio día.
• Primero habrán de decirme, cómo se han portado. ¿Acaso hicieron sus deberes, ayudaron en casa a los quehaceres, han obtenido calificaciones aceptables y sobre todo han respetado a sus mayores y a la naturaleza?
A cada una de sus interrogantes, todos a coro contestaron afirmativamente.
• Bien ahora les toca a ustedes preguntar y trataré de contestarles.
• Yo primero.
Dijo Pamella.
• ¿Y por qué tu primero?
Protestaron todos a coro
• Porque soy la mayor.
En eso intervino Norsi.
• Me parece adecuada tu respuesta, sin embargo, qué les parece sí lo dejamos a la suerte.
• Y cómo
Otra vez corearon todos al unísono.
• Pues se van a eliminar con “Piedra, Papel o Tijeras” y el que quede al último ese preguntará primero y así sucesivamente. ¿Le parece?
• Bueno.
Contestaron todos de no muy buena gana pero, al fin aceptaron.
La suerte quiso que de cualquier manera fuese Pamella la que iniciara la ronda de preguntas.
• Bien voy a poner las reglas.
• ¿Para qué reglas?
• Para que todos tengan la misma oportunidad.
• Bueno, de acuerdo.
• Bien Pamella, cuál es tu pregunta.
• Mira Norsi, en las noches cuando solo se escucha el romper de las olas y los pelicanos han dejado de volar a ras de las olas y se escucha el hut, hut de los búhos y a luna se asoma con todo su esplendor en el horizonte el mar se cubre de muchas estrellas que resplandecen al ritmo del ir y venir de las olas. A medida que la media noche se acerca esas estrellas van desapareciendo hasta que al amanecer no queda ninguna de ellas. ¿Por qué?
• Han de saber que antes de que naciera el abuelo de mi abuelo ni el abuelo del abuelo del abuelo de mi abuelo y así siete veces siete, nació una niña que era muy curiosa y que para todo tenía una pregunta. Todo el día se la pasaba preguntando el porqué de todo lo que veía;
o ¿Por qué las hojas de los árboles son verdes?
o ¿Por qué las gotas de lluvia siempre vienen de arriba?
o ¿Por qué el sol nos da calor?
Por qué, por qué, por qué y así todo el día y todos los siete días de la semana y todas las semanas y todos los meses. Y su abuelo siempre le contestaba, aunque siempre quedaba con un dejo de duda. Una vez le preguntó;
o ¿Por qué las aves vuela y nosotros no?
Y su abuelo le preguntó;
o ¿Por qué quieres volar?
o Porque quiero alcanzar las estrellas.
o ¡Ah! Para eso no necesitas volar.
o ¿?
La tomó de la mano y la llevó a la orilla del mar a un acantilado donde se refugiaban los lobos de mar y extendiendo os dos brazo hacía el mar, lanzó un conjuro que dio como resultado que al poco tiempo empezaran a reunirse muchos animales del mar, así pronto aparecieron las ballenas y los tiburones y los pez espada y los atunes y los salmones y los robalos y los pulpos y los calamares y las belugas y los caballitos de mar y los camarones y los ostiones y las ostras y las manta rayas y las medusas y las serpientes marinas y todos pusieron atención a lo que les dijo el abuelo de aquella niña.
• Hermosa creaturas de la naturaleza os he llamado porque mi nieta quiere alcanzar las estrellas.
No bien acaba de decir lo anterior que todos se disiparon en diferentes direcciones y al poco regresaron arrastrando piedras de todos tamaños con los empezaron a construir, primero una escollera que pronto tomó la forma de un camino que se fue adentrando en el horizonte marino. Estaba tan alto que las olas más altas no lo rebasaban, los peces voladores iban de un lado a otro como si se tratase de supervisores que daban su visto bueno a la colosal construcción. En pocos momentos el puente se perdió en el horizonte y fue cuando la niña tomada de la mano de su abuelo empezó a caminar y caminar y caminar hasta que llegaron a la luna y siguieron de frente hasta que tuvieron a su alcance, las estrellas. La niña comenzó a jugar con ellas y las estrellas le respondieron danzando a su derredor, fue tal la algarabía que muchas de ellas empezaron a caer hacía el mar quedando atrapadas entre las olas y desde entonces las vemos brillar cuando sale la luna.
• ¡Qué bonita historia!
Comentaron todos.
• Pero aquí no termina aún la historia. Sucede que algunas estrellas quisieron investigar qué había debajo del mar y empezaron a sumergirse y en la medida que se iban sumergiendo su luz se iba opacando hasta que desapareció quedando entonces lo que ahora conocemos como “Estrellas de Mar”. Otras estrellas no cayeron en el mar.
• ¿Entonces en dónde cayeron?
• Pues cayeron en tierra, en los campos, en las montañas y desde entonces es que esas estrellas se convirtieron en pequeñas luces que iluminan los campos.
• Yo las he visto.
• Yo también.
• Son las luciérnagas
• Eso es verdad.
• ¡Ah!
• ¿Quién sigue?
La suerte había caído en Alianna que para esos momentos ya estaba profundamente dormida en el regazo de su hermano Marcello que por no despertarla solo hizo una señal llevándose su índice derecho a los labios indicando que cedía su turno a Josue.
• Cuéntanos una de tus aventuras Norsi.
• Sucede que han de saber que nosotros los pescadores siempre nos hacemos a la mar muy temprano.
• ¿Qué tan temprano?
• Cuando faltan algunas horas para que el sol aparezca en el horizonte.
• Eso es muy temprano.
• Pues bien ese día nos habíamos preparado para iniciar el levante de la veda.
• ¿Qué es la veda?
• Es el tiempo en que no te permiten sacar ningún pez del mar.
• ¿Y qué comes?
• ¡Ah! Para eso salamos algunos peces cuando podemos salir a pescar y así se conservan por casi un año.
• ¿Dónde aprendiste eso?
• Cuando pescábamos robalos en el Mar del Norte cerca de Noruega.
• ¿Hasta allá llegabas?
• Y más lejos
• ¿Y no se te acaba la gasolina?
• No, porque buscábamos y encontrábamos corrientes de aire que nos impulsaban hasta donde nosotros deseáramos, aunque de cualquier manera siempre llevábamos una buena reserva de gasolina.
Bueno sucede que en esa ocasión salimos alumbrados apenas con unas exiguas lámparas. Mis compañeros se fueron apartando de la costa y en unos instantes la niebla los engulló.
• ¿Se los comió?
• No solo es una forma metafórica de expresarme.
• ¿Meta. . .qué?
• Bueno, mejor les diré que no los vi por la niebla pero no desaparecieron solo no los veía.
• Eso si que está mejor.
• Bien, pues no escuchaba nada y no era recomendable gritar ya que en todo caso espantaríamos a cualquier cardumen que estuviera cerca. El silencio era absoluto y ni que decir de la visibilidad. No alcanzaba ver ni mi nariz. Recorrí, calculo más o menos una hora cuando empecé a escuchar que el chapoteo se reflejaba en metálico ecos, una vez a la derecha, una vez a la izquierda, mi lámpara había agotado sus pilas. Traté de izar la vela principal pero un vaivén hizo que uno de los aparejos se soltara y me lanzara al mar, el golpe me aturdió de tal manera que perdí el sentido, salí por encima de la borda y caí al mar, me fui hundiendo, cuando abrí los ojos la sal marina hizo escozor en mis orbitas y me nublo toda visión, sin embargo note que podía respirar aun estando bajo del agua, al poco la visión se fue aclarando cuando de pronto y casi para tocar el lecho marino. . . ¡Ahí! Sentado sobre un coral un hombrecito vestido con un overol en tono azul que se confundía con el color del agua, también tenía puesta una gorra en el mismo color con el logo de Sony. Todo en su rededor se fue iluminando, el agua empezó a burbujear y los resplandores que creí eran reflejos de la luz lunar en realidad eran estrellas que habían quedado atrapadas entre las olas y que al salir de nuevo el sol se iban hundiendo hasta el lecho marino y quedaban convertidas en Estrellas de Mar hasta que la luna brillara de nuevo.
No era un ángel o algo parecido, no tenía alas, ni aureola, ni aura es más su figura distaba del concepto angelical. Sus orejas eran más grandes de lo que se pueda esperar y además terminaban en punta y con su nariz bien podría haber pinchado una aceituna, sus cejas podrían haber estado peinadas de manera que terminaban en punta hacia arriba y una barba entre cana y gris que no hubiera sido la envidia de cualquier chivo además carecía de bigote aunque con un gesto incierto esbozaba lo que bien podría clasificarse como una amistosa sonrisa. Me tendió la mano y me inspiro tal confianza que se la tomé, en ese momento empezamos a elevarnos hasta llegar de nuevo a mi embarcación. Ahí fue que sucedió que perdí el conocimiento. Nunca supe cuanto tiempo transcurrió el caso es que cuando volví en mi, mi ropa estaba seca y no sentía molestia alguna por golpe o por haber tragado agua salada, mi barca estaba cerca de la costa al igual que la de todos mis compañeros, nuestras bodegas estaban repletas de atún, nuestras velas desplegadas sin el menor desgarre y todo el pueblo en las escolleras esperándonos, lanzando vítores por tan buena pesca pero sobre todo por haber regresado sanos y salvo.
Esa noche hubo jolgorio en la plaza principal y los jaraneros interpretaron sus mejores sones, las mujeres vistieron excelentes galas y todas las autoridades también hicieron acto de presencia y nosotros fuimos el centro de atención de la reunión.
Con mis compañeros empecé a comentar lo que me aconteció, siendo que a todos ellos les sucedió algo propio, tan parecido que solo cambiaba era el aspecto de aquel tan singular personaje del que recibimos ayuda.
• Para mí que fueron los duendes del mar los que nos ayudaron.
Comentó “Chente” a quien ya se le notaban los estragos de los acontecimientos.
• Pues yo creo que fueron las sirenas.
Terció “Chuye” al tiempo que se calaba su sombrero y emprendía camino a su choza.
• Me levanté, me acicalé el pelo, amarré mi paliacate al cuello, estire mi guayabera, terminé el último trago de agua de horchata y les dije;
Pues yo más bien creo y estoy plenamente convencido que tuvimos un encuentro con nuestro Ángel de la Guarda.
Todos empezaron a protestar y comentar mi afirmación.
• ¡Eso no es posible!
• ¡Te diste un buen golpe Norsi!
• ¿De cuál tomaste Norsi?
• ¡Ya estabas cansado Norsi!
• ¡Tragaste mucha agua Norsi!
• ¡Come algo, Norsi!
• Pues digan lo que digan, piensen lo que piensen yo estoy seguro que a mí me ayudó y salvó un Ángel.
• ¿Qué te hace pensar eso?
• Que los Ángeles no necesariamente son como los vislumbramos, con alas, con un fulgor rodeándolos, con una túnica blanca. Creo y estoy seguro que nuestro Ángel es tal y como lo concebimos en lo más interno de nuestro ser, y para mí, recibí la ayuda y la bendición de mi Ángel.
Me levanté y dejando la reunión, me encaminé a lo alto de la colina donde estaba mi refugio.
A lo lejos en la escollera y sobre una enorme roca un simpático personaje vestido con un overol azul y tocado con una gorra en el mismo tono y con el logo de Sony esbozaba una amplia sonrisa a la vez que para sus adentros se decía;
• Norsi, sí no soy tu Ángel de la Guarda, soy lo más parecido y tengo la encomienda de cuidarte tal y como lo hice con tu padre y tu abuelo y el abuelo de tu abuelo, así desde haces siete veces siete generaciones y como lo haré con tus hijos y tus nietos y los nietos de tus nietos así hasta siete veces siete generaciones.
Al momento que Norsi cruzaba el dintel de su cabaña aquel singular personaje vestido con un overol azul y tocado con una gorra en el mismo tono y con el logo de Sony se convertía en un resplandor que se fue concentrando al grado de verse transformado en un punto de luz que se sumergió en las olas que rompían contra las rocas de la escollera.
• Bien niños, esa fue mi más grande aventura en el mar.
Norsi volteó a ver a los niños que sí bien ahí estaban, Pamella, Alianna, Sayuri, Galilea, Marcello y Josue estaban acurrucaditos durmiendo y rescatando las energías que derramarían al día siguiente.
La fogata estaba al punto de reducirse a cenizas. Uno a uno fue despertando y espabilándose se despidieron de Norsi y cuando Marcello se despidió como retaguardia del grupo, de los leños casi consumidos se desprendió una pavesa que se elevó hasta confundirse con una estrella en lo más alto del firmamento.