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Los Cataros

Los Lapsis eran aquellos individuos que habían regresado a la iglesia Católica después de que habían sido miembros de la religión pagana de Roma. Obvio que los Obispos Romanos no querían volver a aceptar a estos renegados. La religión Católica siempre se ha manejado con una doble moralidad. Mientras los Papas borraban todo vestigio de que Juliano había promovido la religión pagana, los mismos sacerdotes Católicos aceptaban gustosamente posesionarse de los Templos que Juliano le había mandado construir al Paganismo. Muchas deidades de cultos paganos fueron introducidas en la nueva religión del Imperio. Un padre de la Iglesia llamado Novaciano acepto en sus filas a los renegados. La iglesia Católica excomulgo a este Sacerdote. Novaciano comenzó a imponer un nuevo culto a los Lapsis. Esta pobre gente decepcionados del Catolicismo, comenzó a adherirse a la doctrina novaciana que en el Concilio segundo de Constantinopla fue tachada de herejía y sus miembros cruelmente perseguidos.
Todos los novacianos fueron masacrados por la Iglesia Católica. Pero el peligro no había pasado. Décadas después en el concilio de Nicea, se decreto la doctrinas de la santísima Trinidad, (en el cual yo también creo) ahí un patriarca de Constantinopla protesto contra esa doctrina. Obvio que fue también excomulgado. La historia del Catolicismo esta plagada de movimientos que de alguna manera han tratado de rescatar a la verdadera Iglesia Primitiva; descrita en los evangelios. Después surgieron los Donatistas, los Pelagianistas.
Los Joaquín Floristas. En Bulgaria existieron “Los Amados de Dios” quienes también desaparecieron por obra y gracia de la Santísima Iglesia Católica; experta en derramar dolor, sangre y muerte. El grupo que le dio más dolores de cabeza al Papa fue la de los “Puros” mejor conocido por Los Cátaros. Estos Cataros abolieron parte de la liturgia católica en sus secretas ceremonias. Sus guías eran los Perfectos, hombres que practicaban un ayuno riguroso. Su alimentación consistía en comer puros vegetales y la única Carne que comían era Pescado. Creían que era la única carne que Jesucristo había permitido ingerir y que el pescado significaba Salvación. Muchos de sus practicantes cuando ayunaban se mantenían a Pan y Agua. Los Perfectos eran los guías espirituales y cuando un Cátaro moría tenía que recibir la ceremonia de consolación. Muchos Cataros fueron quemados vivos y la Doctrina se perdió.
Durante un siglo el Catarismo aparentemente había desaparecido. Lo que sucedió es que los pocos que habían logrado escapar al exterminio se mantuvieron ocultos y a sus hijos les iban enseñando las doctrinas catarás. Estos jóvenes eran cataros de nacimiento, pero no practicaban ninguna liturgia de esa religión; sino que seguían recibiendo la comunión bajo la Iglesia Católica.
El Papa de Roma cometió un error gravisimo al imponer como Emperador del Sacro imperio Romano de Occidente; a una familia alemana, mejor conocida como la Dinastía Stauffen. El primer emperador de esa familia fue el famosisímo Federico de Barbaroja. Este emperador y sus sucesores comenzaron a oponerse ante la Autoridad del Papa. Los cataros aprovecharon este clima de distensiones para resurgir en un pequeño poblado francés llamado Albi. Cuando la iglesia Católica descubrió que esa herejía no había sido totalmente erradicada, mandó a encarcelar a los Perfectos; a quienes se les imponía una Cruz Amarilla y pesada sobre el cuello; lo cual tenían que cargar toda su vida. Toda la familia era objeto de una rigurosa vigilancia por parte del clero católico. Después que el Papado romano extermino al último miembro de la Dinastía Stauffen. La dinastía de los Habsburgo subió al poder. Esta casta nobiliaria era totalmente católica y no hubo ningún problema para que el Papa le ordenara al Emperador que asesinará a todo los cátaros. El último núcleo de esta herejía se dio en el Poblado de Langedoc, en el sur oriente de los Pirineos.
Un tribunal Católico mandó a quemar vivos a todos estos herejes y a tomar posesiones de todos sus bienes. Fue así como el Catarismo finalmente desapareció. Pero dos siglos más tarde otra nueva insubordinación iba a sembrar la desconstrucción del Catolicismo
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