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Los Chicos contra Cabeza de Piña cap. 4

Después de que Anette se vio envuelta en el caso del "corredor desorganizado", en el hotel Claridge, la doctroa Loretta Devlin estaba revisando más detalles que involucran al proyecto "Helios" de Cabeza de Piña.
En el cuartel general del "Proyecto Helios", la doctora Devlin, quien tenía unos lentes para lectura, se encontraba revisando los cálculos físicos que elaboró con respecto al Helios; cuando de pronto... Velo tú mismo.
-¿Cuál es tu plan Cabeza de Piña?
La doctora Devlin escuchó esa voz, y oyó el acento francés de ésta.
-¿Ese acento? -se preguntó- ¿Acaso es... Espero que no.
La doctora se acercó un poco más, pegó el oído a la puerta y comenzó a escuchar lo que decían.
-Escucha Beauchamp -dijo Cabeza de Piña.
-¿Beauchamp? -se preguntó la doctora Devlin- ¿Acaso se refiere a Jean-Yvón Beauchamp?
Volvió a pegarse a la pared y escuchó.
-El Equipo Hamilton -comentó Cabeza de Piña- va a dar un tour por toda Buenos Aires el día de mañana, también se reunirán con un chico argentino, uno que salvó a Peter Hamilton de mis hombres esta noche; ellos van a estar sin ese tipo de la Interpol, Chris Maldonado, será la oportunidad perfecta para darles su merecido, y de paso... Secuestrar al profesor Hopkins.
-¡Mon dieu! -exclamó Beauchamp- Esto es muy brillante, estoy seguro de que tendrás éxito.
-Y yo estoy seguro de que tú eres estúpido... El que lo hará no soy yo... Serás tú ¿Acaso tu arresto en Lyon te hizo tan idiota como a ese Hamilton, franchute?
- ¿Tu perds la raison? "Acaso perdiste la razón" Para nada mi estimado Cabeza de Piña ¿Qué debo hacer? -preguntó Beauchamp en francés.
-Lo que debes hacer es esto: Seguirás a los chicos por los lugares que ellos recorran, luego vas a explorar todos sus movimientos, los escucharás y verás a dónde planean ir, entonces esperarás la señal de Marcelo; ahí tu y tus hombres tendrán que ocultar su identidad, para que los Hamilton crean que ustedes son unos meseros, los llevarán a una bodega en el puerto de la ciudad. Pero procura quitarles todo lo que pueda ser de peligro, recuerda que ellos tienen extraños artefactos que te pueden detener. ¿Entendiste franchute? ¿O acaso se te quedó hueco en la cabezota?
-Il n'est pas mal! -"me parece bien"- entiendo Cabeza de Piña, pero no crees que sería mejor si tú los siguieras?
-¡Acuérdate del video, francés idiota! -exclamó Cabeza de Piña furioso- ¡Está esa niña Hopkins: Es más inteligente de lo que pasó, si voy con ellos, me seguirá y el plan se derrumbará.
-¡Oui, oui, oui! No te pongas molesto. ¿Y qué me darás para hacer el trabajo?
En ese momento, Cabeza de Piña sacó una maleta.
-Este portafolios -comentó- es mi más reciente invención, esto te permitirá capturar a los Hamilton. Tiene de todo: Una red que se activa cuando abres el portafolios, una liana que te permite colgarte cuando oprimes el seguro de la izquierda, unos binoculares en el costado, y un parlante de gran resolución. Esto es lo que te prometí, úsalo en contra de los Hamilton... ¡Pero no lo metas al agua! A menos que quieras que ffale y explote. ¿Me has entendido?
-C'est dans la poche -"lo tengo en el bolsillo"-. Voy de inmediato.
Entonces Beauchamp se dirigió a la puerta, tocó la perilla, pero... Se detuvo antes de abrirla. Puso cara de perturbación y Cabeza de Piña se desesperó.
-¿Qué pasa ahora? -preguntó.
Beauchamp se dio la vuelta y...
-¡No sé cuál son mis objetivos!
Al escuchar la frase, Cabeza de Piña se tapó la cara con su mano y estuvo a punto de reventar.
-¡¡Con un demonio!! -exclamó- ¡¡Ya te lo dije!! Los chicos Hamilton, los mismo que me vieron en la conferencia del Helios.
Pero Beauchamp guardó silencio.
-¡Uno de ellos es Anette Hopkins!
-¿Y la otra niña? La ninja.
-Jessica.
-¡Sans blague! "Sin broma" ¡Te pedi su nombre, no una respuesta generada de tu humor!
-Su nombre es Jessica, idiota.
-¿Jessica Idiota? Que apellifdo tan raro.
-¡¡¡¡No!!!! Al que le dijo idiota es a ti. Su nombre es Jessica Hamilton.
Beauchamp se quedó callado.
-¡¡¡Ah!!! ¿Y ella quién es?
Cabeza de Piña estuvo a punto de gritar, pero decidió llamar a Marcelo, para que cogiera a Beauchamp y lo levantara. Entonces Cabeza de Piña se acercó al maleante francés.
-Escucha franchute -comentó Cabeza de Piña-. Ya me estás haciendo enojar. Te contraté porque pensé que serías el tipo óptimo de asesino que buscó. ¡Pero me voy cuenta que eres un estúpido! Sólo por ser piadoso, te daré esta oportunidad: O tienes éxito y me traes al profesor Hopkins, o te mando de nuevo a Lyon para que te encierren.
¿Me entiendes? ¿Ahora sí captaste la idea del mensaje?
Beauchamp, quien estaba callado y aturdido por el grito de Cabeza de Piña, dijo, con un tono muy agudo.
-Oui.
-¡¡¡Genial!!! -luego el mezquino científico se dirigió a Marcelo- ¡Bájalo Marcelo!
Marcelo soltó a Beauchamp y éste cayó al suelo.
Poco después de eso, Cabeza de Piña miró con maldad su monitor.
-Ya falta poco -concluyó-. El señor Fred estará agradecido conmigo.
Todo estaba establecido en ese plan.
Entretanto, la doctora Devlin se percató de todo y se alejó de la pared.
-El profesor Rubinstein... Es un criminal. Tengo que investigar más a fondo esto.
La científica argentina se retiró, pero lo que no vió es que un robot, como el que espió a los Hamilton estaba espiándola a ella. La imagen de ese robot llegó a donde estaba Cabeza de Piña, quien lo vió todo y sonrió.
-Conque la doctora Devlin ya sabe todo -dijo tranquilo-. Eso no es bueno.
-¿Querés que la busque? -preguntó Marcelo.
-No, dejemos que ella vaya e investigue, no llegará muy lejos. De eso estoy muy seguro. Lamentará habernos espiado.
Eso fue lo que pasó en el cuartel de Cabeza de Piña.
Mientras tanto, en el Barrio de la Loca, Alfredo estaba cenando con sus padres: Su padre, de nombre Arturo, era un hombre alto, algo panzón, de pelo y bigote negros, de tez negra y ojos cafés. Su madre era de 40 años de edad, más alta, de cuello largo, pelirroja, ojos azules como el marido, cuerpo esbelto, estatura media y nariz encorvada.
Alfredo le explicó a sus padres el plan que tenían él y el Equipo Hamilton para la ciudad.
-Entonces eso es pa -explicó el joven argentino-. Los chicos Hamilton y yo pasaremos por la Avenida Central, luego iremos al zoológico, atravesaremos el río por barco y nos pararemos en el Obelisco, para que yo les muestre arte colonial; nos quedará tiempo para la Plaza de Mayo y al final... atrevesaremos el Gran Buenos Aires. De paso, Rebecca me ha insistido en que vayamos de compras, Peter a dónde sirven el mate, y la chabona de Jessie a los puertos, para que de paso veamos los trenes.
-¡Pará mijo! -dijo el padre- Recordá que deben estar en grupo y también que lleven un mapa. Puede que vos sos un master para Buenos Aires, pero ellos no, y deben cuidarse de todo lo desopilante.
-Pa, vos tranquilo -comentó Alfredo-, nos encargaremos que todo salga como chupetín, de una forma; todos somos unos chochos y sabremos cuidarnos. No te preocupes.
-Mijo -comentó la madre-, podés contarnos al final, la que llamas "Bacana" ha insistido en que acá su familia posee un club para bailar tango.
-¿Hablás de la Johnson Enterprise Unlimited? -preguntó Alfredo- ¡Sí ma, y allá vamos a bailar tango, y a beber maté rico y preparado. Un bailongo avivará las ganas de ver a la Gran Buenos Aires.
-Me alegro, y si aparecé un fardo, llamá a tu padre al celu.
-Sí ma -dijo Alfredo con acento argentino- Ahora me disculpás ma? Tengo que prepararme para todo.
-Ve mijo, que a ti te esperamos.
-Gracias ma, y está tranquila vos también, que no pienso quedarme muzzarella (Estar callado)
Alfredo tomó sus platos y los llevó a la cocina, luego subió a su cuarto para estar listo.
Al día siguiente, el Equipo Hamilton estaba en la Plaza de Mayo, todos esperaron a Alfredo; por su parte, Anette le habló a su padre para decirle qué camino iban a tomar y dónde iban a estar, y los teléfonos (los números telefónicos de Argentina tienen ocho dígitos, y los signo dicen E tachado, para indicar no estacionarse).
Rebecca, quien estaba vestida con bermudas, una camisa rosa, changas y una pañoleta, pidió la atención de todos.
-¡Amigos! -exclamó- Todos somos muy afortunados por poder estar aquí en Buenos Aires, ahora el próximo paso es el de esperar a Alfredo y su padre, para que todos veamos las maravillas de Buenos Aires. Admito que todos tenemos cosas diferentes que queremos hacer, pero tendremos tiempo para hacer eso; por ahora, descansen, diviértanse y...
Pero Rebecca se sintió sorprendida al ver que todos estaban hablando entre sí y no le estaban prestando atención. Eso hizo sentir a Rebecca algo idiota, y de pronto...
-¡Oigan! -con el grito, todos le prestaron atención.
-Lo sentimos Rebecca -comentó Anette, vestida con una camisa verde que no pasaba del ombligo, una minifalda roja y gorra azul-, es que, tan pronto mencionaste lo de los planes, nos pusimos a ver qué queríamos hacer todos.
-¿O sea que mes estaban proniendo atención? -preguntó la prima de Mackey emocionada.
-Hasta la parte que te mencionamos -respondió Mackey, vestido con jeans azules, chaqueta de dril, camisa verde y tenis.
-¡Uy, sí! -dijo Rebecca emocionada- ¡Son los mejores, amigos!
Jessie, quien vestía bermudas rojas, remera (como le dicen los argentinos) azul con rayas del mismo color, pero más claras, mitones negros y pañoleta negra en la cabeza. ¡Oh, casi olvido las changas!, pensó: "Rebecca se emociona por cualquier cosa"
Después Anette, quién vio a Mackey con una mirada irregular, comentó con voz baja:
-A propósito Mackey. ¿Por qué te vestiste de esa forma? ¿Qué eres inmune al calor?
-Ya quisieras Anette, pero estoy así porque vamos a bilar tango... Y fuí con Rebecca para preguntarle sobre vestuarios... Y nos recomendó estos atuendos a mí y a Michael.
-¡Yo no les recomendé eso chicos! -exclamó Rebecca sorprendida y nerviosa- Yo les dije que llevaran algo para el tango, pero no esperaba algo como eso.
-Oh -dijo Mackey-. Pues... Me abstengo de culpa, toda la tiene Michael.
-¡Oye! -exclamó.
-Sí -dijo Mackey con una sonrisa- Tú fuiste el que recomendó estos atuendos.
Entonces Michael, con nerviosismo, musitó.
-Lo sé, pero no era para que lo dijeras en voz alta, chismoso.
-No sabía que era un secreto.
Todas las chicas, excepto Anette, quien los vió a ambos con seriedad, pusieron caras de sorpresa por lo que pasó.
De repente Peter, quien vestía de negro (camisa, pantalón y zapatos), comentó:
-¡Miren chicos! ¡Allí viene Alfredo!
Después de hablar carreta un rato, todo el Equipo Hamilton se topó con Alfredo y su padre: Arturo Gutiérrez.
-¡Muy bien amigos! -exclamó el argentino- ¿Qué querés hacer? ¡Oígo sugerencias!
Rebecca se dirigió a Michael.
-¡Bien Michael! -comentó sonriendo- ¡Tú eres el maestro guía, tú dimos!
-De acuerdo Rebecca.
Abrió un mapa y miró toda Buenos Aires, dio sus instrucciones y todos aceptaron; después de todo: Michael era el "experto en mapas".
Una vez que decidieron sus destinos, con ayuda del señor Gutiérrez, el Equipo Hamilton se dirigió a los lugares de interés de Buenos Aires; pero ninguno sabía que Yvón Beauchamp los estab espiando a todos. No diré de dónde para que aumente el suspenso.
Todos fueron a los lugares que recomendó Michael; primero fueron al zoológico, ahí permanecieron una hora y vieron a los animales... Y a los antílopes (Uno de ellos lamió a Peter en la oreja). Estuvieron en el zoológico una hora, y después se dirigieron a la Avenida Central, donde vieron las avenidas, los parques y los edificios, como si estuvieran en la calle de Madrid que se le parece, al final, llegaron al famoso Obelisco. Alfredo les explicó que el Obelisco fue puesto en el mismo lugar en que los fundadores colonos crearon Buenos Aires, y el nombre de uno de ellos, Juan de Garay, estaba puesto en su honor, Peter, por alguna razón, gastó un rollo fotográfico en el Obelisco. Su siguiente destino fue el Teatro Colón, desde afuera, lo miraron y el padre de Alfredo les explicó a l historia del monumento; de ahí pasaron a la Avenida Paseo Colón en furgoneta, donde vieron los puertos, las playas y parte del sistema ferroviario, pero los hombres de Beauchamp siempre los siguieron, por medio de un auto negro que mantuvo una velocidad media y no hizo ruido para evitar contratiempos. Se detuvieron un momento en los puertos y los miraron más de cerca, en especial Anette, quien vio pasar un barco por ahí, este barco cargaba agua, pero el envase se rompió y le cayó encima, lo que provocó las risas de Michael y Mackey. Para vengarse, Anette sacó su pistola de agua y los dejó a todos con polvo pica-pica, lo que los dejó rascándose por media hora, pero Anette lo hizo para tomarlos del pelo (puso una fingida cara de maldad).
Sus ropas se secaron y luego pasaron por la Plaza de Mayo; vieron la Casa Rosada, el Palacio del Congreso, la Catedral Metropolitana (a la que yo también estuve) y los edificios, algunos tirando papeles por la ventana. Se detuvieron un momento en la Plaza de Mayo para darle de comer a las palomas, y Rebecca puso comida en su mano derecha y miles de palomas comieron, mientras le hacían cosquillas a la joven prima de Mackey. Pero Mackey y Michael le hicieron una broma a Peter: introdujeron comida de aves en su ropa, sin que Peter se diera cuenta y las palomas se lanzaron para comer; Peter corrió y escapó de las palomas, los chicos se rieron, pero Anette le dio una palmada a Mackey en la cabeza, y Rebecca una a Michael, a ellas no les pareció nada graciosa esa broma.
Su siguiente destino era el Parque Natural que estaba en las costas del mar; todos entraron ahí y vieron las exóticas aves, Rebecca tuvo un tucán en su hombro, y Anette cargó un pajáro carpintero, el cual se puso en su cabeza y la picó.
(jaja jajaja jaja jajaja jajajajajaja)
Entretanto, el resto se quedó mirando a los cocodrilos; a Anette le parecieron simpáticos, pero de repente vio a su derecha y una máscara de cocodrilo, muy real por cierto, la asustó. Anette corrió a los brazos de Peter, pero luego la persona se quitó la máscara y era... Michael, fue quien le hizo esa broma, y Mackey dijo.
-¡Anette y Peter, sentados en un árbol, dándose un b-e-s-o!
Anette vio a Peter y se alejó repentinamente de él, los dos quedaron sonrojados; pero Anette se puso furiosa con sus amigos y corrió para darles un puño a ambos. Ahora pueden decir que los bromistas salieron con ojo púrpura.
Finalmente, llegaron al club en donde estaban bailando tango; ahí Rebecca mostró su membresia al recepcionista, quien los dejó entrar.
Llegaron a un cuarto en donde habían muchas parejas de baile, practicando tango con un maestro argentino, el cual conocía a Rebecca.
-¡Señorita Rebecca! -dijo el nombre joven- ¡Que milagro el verla por aquí!
-Hola Marlon -dijo Rebecca sonriendo-, venimos aquí para darles una visita a la Academia.
-Pues vinieron al lugar apropiado, aquí enseñamos a todo el mundo a bailar tango, incluso a estos chicos que trajo usted consigo señorita.
-Son mis amigos y mi primo.
-Vení, vení -comentó el maestro a Mackey-, vení te muestro.
Entonces Mackey fue con el maestro... Y todos le siguieron el paso.
Después de estar con él media hora, cada quien decidió practicar un poco lo aprendido, por lo que tomaron parejas de esta manera:
-Peter con Anette.
-Jessica con Michael.
-Rebecca con Mackey.
Las dos últimas practicaron, pero Anette estaba esperando a Peter, porque éste estaba en el baño, haciendo algo.
-¿Dónde está Peter? -preguntó Anette- Se supone que bailaríamos juntos. No me dijo que me dejaría plantada.
-Tranquila Anette -comentó Jessie-. Debe estar arreglándose.
-O debe estar... -dijo Mackey con sarcasmo- ¡Expulsando sus nerbvios fingiendo estar enfermo!
Mackey y Michael se rieron, pero el resto no les siguió el juego, porque el chiste les pareció malo. De pronto...
-¡Hola señorita! -dijo alguien con acento gallego.
Todos voltearon a mirar, y vieron a Peter... ¡Vestido como el Zorro! ¿Qué pretendía con este plan?
-¿Peter? -preguntó Anette, a punto de estallar de la risa- ¿Qué te hice?
-Señorita -comentó Peter con voz de "hombre"-. ¿Le gustaría bailar? He vencido al malvado gobernador, y ahora puedo tomar su mano en baile.. Y en tango.
Todos se rieron del atuendo de Peter, en especial Anette. No le digan esto a nadie, pero ella lo vió como algo tierno.
Pero... ¡El resto! ¡Sufrieron la peor humillación de todas, según ellos!
Una hora después, todos salieron bastante molestos con Peter, ya verán por qué.
-¡Buen trabajo Peter! -dijo Jessie con severidad.
-¡Nos avergonzaste a todos! -exclamó Rebecca con rabia.
-¡Es increíble! -dijo Mackey- ¡Yo pensé que eras idiota, pero...¡ ¿Vestirte de negro sólo para eso? ¡Debería romperte el cuello, Hamilton!
-Vamos chicos -afirmó Peter-, olvidemos lo que pasó y sigamos con el viaje.
Todos miraron a Peter con ira, lo que provocó en él un gran grado de intimidación, de repente...
-¡¡¡¡Hola amigos!!!!
Dijo una voz de lejos, la cual los asustó a todos. Voltearon a mirar y vieron a un viejo amigo suyo: Terry O'Brien.
Terry O'Brien, era un chico de 17 años, pelo avellana, ojos azules, cabeza mediana y cuerpo esbelto; nació el 2 de abril de 1986 en San Francisco, era un chico curioso, gracioso, algo torpe y atolondrado, así como Rebecca; cree saber mucho sobre ser un tenorio, va consejos a todos que después resultan ser falsos, pero también era simpático y cómico, tanto como Michael. El sueño de su vida: Ser parte del Equipo Hamilton.
Los chicos Hamilton se alegraron cuando vieron a su amigo y se saludaron. Rebecca presentó a Alfredo con Terry, y se saludaron de forma especial (eso lo dejó a la imaginación del lector).
Después de eso, hablaron con Terry.
-Y dinos Terry -comentó Rebecca- ¿Qué haces en Buenos Aires?
-Es un viaje de negocios de mi papá -respondió el joven-. Mi papá debía atender algo en Buenos Aires y me invitó a venir, yo acepté y aquí estoy ahora; mi mamá también vino, pero ella dijo que se quedaría. Lástima. ¡No sabe de lo que se pierde!
-¡Ahh, bueno Terry! -comentó Peter sonriendo.
-Nos alegra mucho tenerte aquí -confesó Jessie.
-Pero díganme la verdad -afirmó Terry-. ¿Vamos a cazar a algún maloso ahora?
Jessie se rió ante la pregunta de Terry.
-Hoy no Terry -contestó-, estamos aquí de vacaciones y estamos recorriendo Buenos Aires, así como tú.
-¡No! -dijo Terry- ¡No, no, no, no! ¡Esperaba que ahora si pudiera probar que merezco ser parte del Equipo Hamilton! ¡Tengo un nuevo talento especial!
-¿En serio? -preguntó Michael- ¿Y cuál es?
-¡Malabarismo! -exclamó el chico.
Luego sacó pelotas de plástico, empezó a moverlas, pero no hizo nada de malabarismo, sino que las pelotas se le cayeron al suelo de forma total.
Terry se sonrojó cuando terminó el espectáculo.
-¿Qué tal? -preguntó emocionado, esperando que le dieran el visto bueno.
Pero la cara de todos parecía decir que eso no iba a pasar, de pronto Mackey dijo:
-Terrible, necesitas práctica Terry.
Terry, después de guardar silencio, exclamó:
-¡Rayos!
-Pero tranquilo Terry -comentó Rebecca para animarlo- Sólo debes practicar más para que no falles y así aprendas malabares.
-Tienes razón Rebecca.
-Pero eso -murmuró Mackey- no le será suficiente para entrar.
Al escuchar eso, Rebecca le pegó una patada rápida a Mackey en su pie. Mackey se agachó y Rebecca lo miró molesta.
-¿Qué? -preguntó Mackey- Es la verdad.
Pero lo que ninguno sabía... Era que había algo arriba que los estaba mirando con un teléscopio. ¿Acaso era un rifle? ¿O unos binoculares? Lo que sea que es eso, una cosa es cierta... ¡Tenía pensado maltratar a los chicos Hamilton!

No se pierdar nuestro próximo capítulo.

Fin de "Los Chicos contra Cabeza de Piña cap. 4"

Agradecimientos.

-Alcaldía de Buenos Aires
-Wikipedia
-Página del Teatro Colón
-Mapas de Buenos Aires
-Expresiones argentinas para mexicanos
-French expressions

No dejen de leernos.
Datos del Cuento
  • Categoría: Aventuras
  • Media: 5.66
  • Votos: 82
  • Envios: 3
  • Lecturas: 5162
  • Valoración:
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