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Categoría: Ciencia Ficción

Los Espìas y la Higiene Parte Uno.

-         Esto es terrible… - Decía Cara Mason con la derrota pintada en la cara.

-         Pero aún no hay nada confirmado. – Le replicaba su incondicional amigo y compañero de trabajo Has Rajhid. Cara era científica de “Corporativa de Tecnología Bio Cibernética” (“CTBC”, en el mundillo científico) y su especialidad la ciber-genética. Era la mejor en lo suyo y por eso CTBC se había desvivido para contratarla. Al igual que Has, licenciado en cibernética con dos doctorados en nano-tecnología, cuyo intelecto y habilidad lo hacían único.

-         ¡Cuando el río suena es que agua trae, Has!. Ya te decía yo que muchos idiotas de Seguridad Industrial se habían relajado mucho en el tema del espionaje. Ahora andan como locos de aquí para allá cuando antes ni se movían de su piso. Los de informática están desbordados de órdenes de trabajo que ellos le cursan cada media hora. Ya no saben a quien ni que investigar. –

Se encontraban en el laboratorio de Has, más precisamente en su despacho, una amplia y cómoda sala, luminosa y amueblada con buen gusto. En el exterior, los técnicos bajo su supervisión trabajaban animados y motivados en los proyectos que tanto Has como la empresa diseñaban.

-         ¿No crees que te estás poniendo un poco paranoica?. Quizás lo que pase es que luego de un largo período de relax la jefatura ha decidido que dicha repartición debe trabajar más. – Un gesto de fastidio cruzó las facciones de Cara pero su gran control personal pudo más.

-         Has, sabes como te aprecio, eres mi mejor amigo, pero a veces vetas de gran idiotez contaminan tu intelecto privilegiado. A nadie le importa la seguridad industrial hasta que la sangre llega al río. – Los verdes ojos de Cara chispeaban cuando hablaba. Era una mujer de gran temperamento y físico algo abultado. Aún así con sus cincuenta y ocho años estaba en buena forma. Has, en cambio, era muy delgado y de estatura media, de oscuros y grandes ojos en una tez oscura y adornada por una prominente nariz aguileña. Has tenía cuatro años menos de Cara y, al igual que ella, estaba en buen estado.

-         Bien. – El hombre se repantigó en su cómodo sillón, secretamente divertido. Siempre le divertía ver a Cara en esa situación pero lo ocultaba delicadamente, no era conveniente enojar a su amiga.

-         Te conozco, Cara. ¿Cuál es el detalle concreto que te inquieta?. –

La mujer se sosegó, Has había encajado bien el comentario.

-         Hace unos meses… - comenzó – Hanoy Bet publicó en la revista de la universidad los resultados de sus trabajos sobre inteligencia fotónica. Nada concreto y sin detalles en lo absoluto pero lo mostrado despertó el interés de la comunidad científica. ¿Sabes quien es Hanoy, no?. El que preside… -

-         …El departamento de investigación robótica, si, ya se, también trabajo en esta empresa. Prosigue, Cara. –

-         Bien, lo que pasa es que a veces eres algo dormido. – Has sonrió con sorna pero no agregó comentario alguno.

-         Unos meses después, los buitres de IAR (Inteligencia Artificial y Robots) intentaron patentar las matemáticas fotónicas que rigen el funcionamiento los circuitos neuronales del cerebro diseñado por Hanoy… -

-         ¡¿Cómo dices?!. ¡Entonces debieron enfrentarse a una demanda legal irreversible!. –

-         No. Los hijos de puta tienen contactos e infiltrados en todos lados. Cuando la oficina de patentes publicó por la red el informe mensual Hanoy llamó inmediatamente a la policía federal y denunció el hecho pero para cuando se hicieron los relevamientos de los archivos de Patentes y Registros la solicitud presentada por IAR había desaparecido junto con todos los borradores. Un día más y se hubiera dado curso a la solicitud. Hanoy quedó descolocado y en ridículo. Finalmente debió retirar la denuncia y ofrecer disculpas a los directivos de IAR. Los de patentes y registros alegaron un error y, como todo estamento administrativo estatal, la impunidad lo recibió en sus cálidos brazos y todo bien. No hubo siquiera un amago de investigación. Encima Hanoy recibió una reprimenda por parte de los directivos de esta empresa, la nuestra, por saltarse los protocolos internos. ¡Es indignante!. –

-         Pero, ¿por qué el Doctor Bet publicó el trabajo en la revista de la universidad antes de patentarlo?. – Cara se encogió de hombros.

-         Viejos vicios, ingenuidad, torpeza. Quizás la ansiedad de someter su trabajo a la evaluación de sus pares, ¿quién sabe?. Lo cierto es que estamos tan metidos en nuestro trabajo que a menudo olvidamos formalizar los trámites administrativos burocráticos. Hanoy es un excelente científico pero sobretodo es un buen hombre y trabaja con la mente puesta en la Humanidad y somos esa especie de presa preferida por los buitres como los del IAR. Pero lo concreto es que hay alguien de aquí dentro que espía y les pasa datos. Eso es lo relevante. –

-         Esto es muy grave pero de fácil solución. Basta con respetar los protocolos internos y ya. –

-         Si ese es el camino sencillo de los mansos pero mientras tanto dormimos con nuestros propios violadores y CTBC, tranquila. No ha tomado una sola medida concreta como no sea poner a correr a los inútiles de Seguridad Industrial. –

-         No sabes que medidas se pueden estar cocinando por debajo de eso. –

-         ¡Deben ir contra IAR de frente, les han mojado la oreja!. ¿Qué clase de orgullo ostenta esta empresa?. –

-         Comprendo tu indignación pero creo que nada podemos hacer nosotros desde el llano como no sea seguir trabajando y hacer las cosas sobradamente bien. Si respetamos los protocolos internos y los administrativos estatales no creo que encuentren una brecha por donde infiltrarse. – Cara miró a su amigo con expresión frustrada e insatisfecha. Recogió las carpetas que había dejado sobre el escritorio de Has al ingresar a su oficina y comenzó a avanzar hacia la puerta.

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