Su laboratorio estaba en el sótano de una vieja casa colonial.
Se accedía al mismo por una escalera del tipo “caracol”, que el anterior inquilino había pintado de un brillante color amarillo. Las paredes en cambio estaban pintadas de color negro opaco, algo que convertía al lugar en un ambiente bastante sombrío, salvo por la mencionada escalera.
Había junto a la mesa del laboratorio, un interruptor que encendía luces suficientes como para poder trabajar adecuadamente.
Hacía bastante tiempo que él estaba dedicado a trabajar en su proyecto, que estaba relacionado con viajar en el tiempo. Cuando digo –relacionado-, lo digo simplemente porque él conocía la imposibilidad fáctica de viajar en el tiempo; algo que se veía reflejado en la paradoja que surgía, -en caso de que alguien viajase atrás en el tiempo-, si al hacerlo, el viajero en cuestión matase a sus propios abuelos, puesto que en ese caso, ese “viajero”, no podría haber sido engendrado, y en consecuencia no podría haber viajado en el tiempo.
Por eso él se concentró en algo que sí consideraba factible: Observar el pasado.
Estar en el pasado, pero con sus ojos. Y eso fue lo que lo llevó a trabajar en el proyecto durante años.
Para ello había fabricado unos anteojos, fundiendo y mezclando restos fósiles con milenarios restos arqueológicos, y agregando en la materia prima, esencias fosforescentes tratadas con rayos gamma, algo que le confería a los cristales, -ante determinadas condiciones lumínicas que implicaban el uso de luz ultravioleta-, la posibilidad de observar tiempos pasados.
Ahora su invento estaba en condiciones de ser probado.
Apagó las luces, y se colocó las lentes que de hecho emitían sutiles destellos fluorescentes de color azulino. Al comienzo, todo era oscuridad y silencio...., pero poco a poco, sus ojos comenzaron a acostumbrarse y empezaron a ver algo.
Imágenes apenas perceptibles se dibujaban y desdibujaban frente a sus pupilas en milésimas de segundo.
Vio, (o creyó ver, pero poco importa ya eso), las naves de Cristóbal Colón navegando entre islas tropicales, en medio de una tormenta de lluvia y viento. Pudo ver el comportamiento sanguinario de Pizarro frente a Atahualpa, -algo que siempre lo había obsesionado-.
Notó que girando lentamente su mirada hacia el oriente, el panorama cambiaba totalmente. Vió a Sodoma y Gomorra cuando eran destruidas, y a la mujer de Lot, convirtiéndose en estatua de sal, (también algo que lo había obsesionado toda su vida).
Dedujo luego que mirando hacia el frente, y levemente hacia arriba, vería el futuro. Cuando lo hizo, primero vio el casi imperceptible destello amarillo de una escalera caracol, vio paredes oscuras, y afinando la vista, pudo ver a alguien con lentes azulinas. Observando mejor, notó que en realidad se estaba viendo a si mismo; y que estaba viendo su propio futuro.
Pudo verse asustado, traspirando, y sacándose los lentes con violencia, y con cara de pánico; dedujo que su “yo del futuro” se los quitaba porque habría visto algo relacionado con su propia realidad, con su propio futuro.
Pudo ver a ese sujeto, -es decir si mismo en el futuro-, pisando y rompíendo los lentes.....
Sus manos buscaron desesperadamente el interruptor de la luz para iluminar el lugar, frenar de esa manera el fluir del tiempo, e impedir que eso que había visto, sucediese; quería evitar que ese sujeto del futuro, es decir él, rompiese los lentes.
Pero ya era tarde. Lo que había visto que iba a suceder en el futuro, se había cumplido. Al prender la luz vio que las lentes ya estaban rotas y pisadas, en el mismo piso del sótano que había visto segundos atrás.