Las labores del día fueron buena distracción para olvidar el pesar, y es que unido va de la mano el trajín, la rutina, la presión, en fin... son tantas cosas; y suponía que todo debía salir bien y hasta perfecto diría yo, siempre odie mi Alter-Ego perfeccionista, creo que me odio totalmente.
Al caer la tarde veía como se confluyen los sentimientos, mientras un manto oscuro lo cubría todo a su paso, un día más vi pasar...
Era ya noche, una noche de noviembre, muy fría, con garúa; de las noches de mis anhelos, muy mía la noche aquella.
Y en silencio observaba lo que muchos llaman estrellas; estaba yo solo, y muchas preguntas invadieron mi mente, quería respuestas, pero la satisfacción con el solo mirar aquellos diamantes en el cielo que me hechizaba, hacia olvidar las preguntas; y la pasión me apresaba.
Si,las estrellas, que ante mis ojos son diamantes plasmados en aquel plano oscuro, limpio de nubes, fresco, incitando los versos a la luna que se hallaba escondida.
Y así empezó todo, extrañamente esa noche me acompañaba un gato, quizás quería ser testigo de ese pacto inesperado que se daba o solo hacía alarde de aquella mágica noche, es raro, era el gato que odiaba; odiaba, tiempo pasado, aprendí a querer a los gatos o es que alguien me enseño a hacerlo.
La noche se hacía lenta, suave y admirable, y yo me sentía descansado, adormecido, me sentí parte de ellos, yo entre los diamantes y hasta pude tocarlos o quizás fue que ellos me tocaron a mi y a mi alma, era fascinante la admiración en aquel momento, tanto que el silencio se volvió silencio por sumisión a ese poema de mundo aplacado.
Esa noche, un diamante entro en mi pecho, para quedarse allí, para alumbrar y darle calor a este corazón negro, para unir los miles de fragmentos; que como espejo roto encontró el diamante que atravesó mi interior.
Hubo un pacto esa noche, mas lo que recuerdo del pacto, fue lo dicho, dicen que solo fue un sueño, pero sé que fue real.
Ahora; quien fue testigo de ese pacto, me sigue fiel a todo lugar donde voy; moviendo la cola como el diablo, está ese gato de aquella mágica noche de diamantes en el cielo que marcó mi pecho...