Busqueda Avanzada
Buscar en:
Título
Autor
Cuento
Ordenar por:
Mas reciente
Menos reciente
Título
Categoría:
Cuento
Categoría: Misterios

Los dioses pequeños

Hay veces en que no te dan las ganas de ir a tu trabajo, colegio, casa, cualquier lugar en donde acudes diariamente o, asiduamente... Este día fue uno de esos. Dejé todos mis libros, mis apuntes y demás sobre mi escritorio y decidí irme a la calle camino hacia un lugar en donde me sintiera diferente...

Salí a la avenida y alcé mi mano buscando un taxi que me alejara de este lugar.

- ¿Si? - Preguntó el chofer del taxi que había parado al yo alzar mi brazo - ¿Señor, adónde le llevo?

Subí y sin decirle nada le dije que siguiera adelante sin detenerse. El hombre siguió mis órdenes hasta llegar al Periférico que es una especie de vía importante en donde hay cerca de veinte a treinta salidas en donde puedes irte al norte, sur, este, oeste o centro, y cada ruta se subdividían en diferentes lugares por ir. Le pedí que me llevara hacia el Sur.

Y así estuve en el taxi por cerca de dos horas, y cuando el hombre me preguntó hasta donde quería que lo llevara, le respondí que dos horas más siguiendo la ruta del Sur... El tipo no volvió a preguntar. Cuando llegamos a un lugar lleno de bosques y páramos, el auto se detuvo. Le pagué al chofer. Y lo vi alejarse hasta quedar convertido, a la distancia, en un punto, luego, menos que nada... Había quedado yo, en medio de una pequeña carretera en donde los pocos autos que veía parecían ser como naves de otro planeta. Cuando me agoté de mirar los pocos autos que circulaban por la pista miré el bosque, me sentí atraído y hacia allí me dirigí.

Creo haber caminado por cerca de dos horas o más. Y cuando llegué al borde de una extraña montaña sentí el impulso por subir a su parte más alta. Cuando llegué a su sima, supe que aquel era el lugar que estaba buscando... Estaba a más de mil metros de altura, sobre rocas y arbustos, y podía ver el cielo con total claridad. Casi no se veían nubes, ni siquiera el sonido del canto de las aves ni bichos. Todo era silencio, y me gustó... Cerré y abrí los ojos un momento y, sobre una roca me puse a pensar y pensar, respirar y respirar, y sentí que el lugar era perfecto. De pronto, observé como si la misma brisa que acariciaba mi rostro, enmudeciera ni siquiera el silencio se hizo latente... Tuve un sentimiento que me hizo alzar la vista hacia un cielo totalmente despejado y vi, a cerca de mil metros más arriba, a una serie de sombríos seres volando y volando en forma caprichosa a través del espacio celeste... Me llamó la atención, pues noté que eran innumerables, miles diría yo... Y por más esfuerzo que hice no pude distinguir su forma ni el tipo de aves que eran. Tan solo pude apreciar que eran tan negras como el color del fondo de un abismo. Me hallaba en esos pensamientos cuando vi que del otro lado de la montaña se acercaban, desde alguna parte del mundo, una gran cantidad de estas especies oscuras, y pude entender que estaba a punto de ver algo sobrenatural...

Me escondí tras las rocas y vi cómo, de una manera sincronizada, todos estos ilegibles seres se unieron de una forma totalmente sincronizada, dejando de dar sus engreídos vuelos sin razón, a una especie de vuelo en espiral, como si se tratara de un enorme ciclón. Me asusté al percibir que mientras más aumentaban, todos ellos se transformaron en una especie de sombrío abismo al que sólo podía distinguirse su final, su centro, que era un puntito de color celestial... De pronto observé, anonadado, que innumerables tipos de objetos de tamaños y formas diferentes eran succionados por este extraño fenómeno, luego, vi a millares de personas que eran absorbidas como moscas... fue algo tan surreal que pensé que soñaba… No pude notar cuanto tiempo pasó, pero cuando advertí que todo aquello que estaba en movimiento en la tierra había sido succionado por este hoyo, todo, menos yo, que, increíblemente, pude concentrarme en su centro celestial del extraño hoyo negro, percibí unos mensajes provenientes de este fenómeno, cayendo directo a mi conciencia, diciéndome que no debía preocuparme, que todo esto no era mas que una limpieza universal, que después de un cierto tiempo, ocurre… era algo así como si el universo se cortara sus uñas cuando fuere necesario… Y yo, y alguien más tendríamos que iniciar una nueva aventura, cuidando aquel sentimiento interior que me hizo buscar un refugio, un lugar en donde pudiera sentirme en paz... No dije nada, pues ni bien habían terminado de comunicarse, todo aquel sombrío hoyo empezó a disgregarse en infinidad de puntitos que comenzaron a espaciarse a través de todo un maternal universo, como si fuera uno de ellos, siendo iluminados por miles de estrellas que parecían estar esperándoles como si fueran hermanos de aquella extraña oscuridad, y de aquel milagroso fenómeno...

Ante esta experiencia, agotado, cerré los ojos y quedé totalmente dormido. Cuando volví a abrirlos tuve ganas de bajar de la montaña y caminar hacia cualquier parte. Me moría de hambre, y por suerte, a través de todo el camino encontré frutos y verduras, y ríos y lagos que aplacaron mi hambre y mi sed. Y cuando llegué a la ciudad, quedé totalmente desconcertado pues no encontré más que ruinas, despojos, como si estuviera haciendo turismo, visitando las Pirámides de Egipto, o las Fortalezas de los Incas del Perú... Extrañamente, no sentí pena, ni nada, quizás la soledad, pero yo siempre fui solitario. Y buscando un lugar para sentirme más confortable, encontré un lugar descampado cerca de un lago donde pude construir una casa de mi gusto...

Pasaron años, y con el tiempo llegaron las aves, las bestias, nuevas plantas, frutos, pero nada mas... Y fue con ellos, con quienes cada noche conversaba ante los ojos sabios de cada uno de los seres del mundo. Muchas veces pensé que me volvería loco pero yo miraba a las bestias y me ponía a trabajar para no pensar tonterías. Noté que mientras comía, las bestias y aves me observaban. Me di cuenta que tan solo buscaba satisfacer sus necesidades primarias, nada mas... Muchas veces me bañaba en el lago que estaba al borde de mi casa y una tarde observé a una bella muchacha que sin titubeos se me acercaba, me cogía de las manos y, sin decirme una palabra hicimos el amor durante toda la tarde. Presentí que ella me había estado observando desde hacía mucho tiempo, y luego, me quedé totalmente dormido. Cuando desperté no la vi… había desaparecido, pensé que era un sueño, pero no, aun tenía los brazos y piernas llenas de su olor. Sin embargo, decidí no buscarla, me gustaba mi soledad y ella, sería para mí, un estorbo, así que, si volvía, tan solo la usaría para satisfacer mi parte animal…

Aquella noche me puse a mirar al cielo, deseaba ve como empieza la aurora. Me encantaba esperar la noche y el día… dudaba que tanta belleza, un día no sucedería… Aquella noche, pude notar que cada punto en aquella oscuridad parecía estarme, constantemente, observando, como si yo fuera parte de ellos, y como si ellos fueran parte de mí, como unos dioses pequeños que están en todos lados... Cerré los ojos ante esta revelación, y pude observar, y apreciar, que dentro de mí estaba poblado de estos dioses, puntitos concientes... Sonreí. Y entendí que yo, y que todo los demás, éramos una parte, un punto conciente, de los sueños de los dioses...




Lince, julio del 2005
Datos del Cuento
  • Autor: joe
  • Código: 15392
  • Fecha: 28-07-2005
  • Categoría: Misterios
  • Media: 5.55
  • Votos: 78
  • Envios: 0
  • Lecturas: 6415
  • Valoración:
  •  
Comentarios


Al añadir datos, entiendes y Aceptas las Condiciones de uso del Web y la Política de Privacidad para el uso del Web. Tu Ip es : 3.22.70.169

0 comentarios. Página 1 de 0
Tu cuenta
Boletin
Estadísticas
»Total Cuentos: 21.638
»Autores Activos: 155
»Total Comentarios: 11.741
»Total Votos: 908.509
»Total Envios 41.629
»Total Lecturas 55.582.033