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Los juguetes saltarines del parque quieren ir al colegio.

Llovía en el parque, Mario, pasaba por allí, de camino al colegio

.
Era un chico muy despierto, de cabello claro y ojos pícaros. Jugaba con su pelota, cuando de repente, dio fuerte al balón y lo lanzó cerca de un coche saltarín.
Se agachó para recogerlo, y cuando levantó la mirada, vio una enorme cara de tristeza en el cochecito.
Pensó, que extraño, yo creo que otras veces, no tenía esta cara, algo ha cambiado.
Volvió la vista hacia atrás y pudo comprobar que todos los demás, también habían cambiado.
¡Yo estoy soñando! Dijo para sí.
Se sentó un ratito en el banco, pues aun le sobraba un poco de tiempo antes de entrar a clase.
A él, no le importaba mojarse, pero llovía de tal manera que tuvo que levantarse del banco.
Se estaba incorporando, y sucedió algo asombroso.
En la arena del parque, había escrito:
“ Queremos ir al colegio”.
“Queremos estar con los niños”.
No puede ser, ahora si estoy soñando, pensó Mario.
De repente, un pensamiento le llegó. Tal vez los juguetes saltarines quisieran decirle algo.
No, no puede ser, ser repetía.
Pero la verdad, es que era algo inexplicable.
Bueno, se dijo, no pierdo nada por hablarles, total nadie me ve.
Pensó:
¿Por qué no les explico lo importantes que son para los niños?. A ver si se les quita esa idea de ir al colegio.
Mario, se dirigió al cochecito y le habló así:
Mirad, creo que lo vuestro es un capricho egoísta, como tantos, de los que tenemos los niños. No podéis destrozar la felicidad de los niños. Si vosotros vais al colegio, que harán los bebes y los niños pequeños, si ríen y disfrutan tanto con vuestra compañía, vuestras formas y colores, los movimientos divertidos. Que linda es su sonrisa. Que bien lo pasan cuando se montan encima y ya se sientes seguros y protegidos por vosotros.
¿No os parece que eso es más importante?.
Y después de esta charla. Mario marchó hacia el colegio. 
De vuelta a casa, pasó por el parque con su amigo Raúl.
Al pasar junto al cochecito. Mario volvió la cabeza. Y el fantástico cochecito le guiñó un ojo. Él, le respondió con el mismo guiño.
Raúl, se dio cuenta y se extrañó. 
¿Te ocurre algo, le preguntó?.
No, nada, se me ha metido una pestañita en el ojo.
Mario, echó sus manos a la espalda y con dos dedos de una mano, hizo al cochecito, la V de la victoria, sin que le viera Raúl.
El secreto de los juguetes saltarines, quedó para siempre en el corazón de Mario.

Datos del Cuento
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