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Categoría: Ciencia Ficción

Los mismos de siempre

Durante 1908, en Europa, mientras Ernest Rutherford recibía el premio Nobel de Química por su teoría nuclear de la estructura atómica y Sigmund Freud terminaba de fundar la Sociedad psicoanalítica de Viena para dar a luz a pensamientos que a nadie interesan, alguien postuló una teoría que hasta el momento no se conoce, y que algunos necios pueden creerla plagio de las similitudes que afamaron Nietzsche y después Borges tratando de refutarlo. La teoría (como cualquier otra de ese tiempo) se deja leer de este modo:
Escribo esto gracias a María, mi amor. Todas las cosas, los objetos, las piezas y los campos del futuro ya existen en estos tiempos, sólo con las molestas ambigüedades que mentes inferiores no quieren ser capaces de comprender, porque existen pero de otra forma, muchas veces esas formas son invisibles a ojos humanos. Todo lo que en el futuro se podrá ver y tocar, ahora está entre nosotros repartido en otras cosas que algún día se juntarán y las harán visibles y tocables bajo esa forma y no la actual, lo cual no invalida al hecho de que esa cosa no exista ahora. Será dificultoso ganar terreno en el conocimiento hablando impersonalmente, así que reducir considerablemente las generalizaciones no es sino una ventaja para poder hacer entender a los interesados esta no vana idea.
Pongamos por caso un árbol, nada más que un árbol, nada más que lo que algunos que me obligo a llamar inferiores ven como un árbol. Ese árbol, el que estamos tomando como ejemplo, alguien lo tratará y mediante grandes procedimientos en los que no pretendo detenerme lo hará papel. Y alguien más traerá la tinta ya extraída, cambiada y fabricada; y con todo ese conjunto organizado de manera específica, otro hará finalmente un diccionario... La realidad sólo es vista por los doctos y los locos; gente inferior no puede darse cuenta de que el diccionario existió siempre, que dentro de los átomos del árbol ya estaba parte del diccionario, que en los átomos que conforman la tinta el diccionario esperaba ser organizado y aparecer en el mundo con la forma y el molde que caracteriza a uno de éstos, y que los diferencia de un cenicero o de un país o de una esperanza.
Toda la información que poseerá el diccionario, la poseía el árbol muchos años antes, y quizá antes de eso la información estaba en la tierra, en el agua, o en otro árbol; pero esa sabiduría era ilegible sin la parte de información que constituía la tinta, y, sobre todo, sin la organización necesaria para hacer ver qué significa cada palabra a los ignorantes. O sea, todos estamos en el espacio y en la materia del futuro, y tenemos que "ir" hacia él, organizarlo de un modo tal que nos sirva como una obra de Shakespeare, no como letras desordenadas sobre una hoja. Esto invalida en varias oportunidades a los tiempos verbales y en otras a los sustantivos: No se puede responder a la ahora intrigante pregunta de qué es eso, porque es un diccionario pero también es parte del árbol que, como se supondrá, sigue existiendo y que lo formó; y es al mismo tiempo todas las cosas que formaron al árbol, y todas las cosas que formaron a las cosas que formaron al árbol, cada vez en menor proporción. Y es también las cosas que se formarán cuando el destino del diccionario llegue a su fin y que alguien organice esos átomos formando otras cosas, logrando esas cosas que en el futuro serán de utilidad pero que ahora nos conviene que estén por ahí.
No hago mal, entonces, en pensar que yo sólo soy un médium, que mi destino hace que exprese estas ideas y de este modo; pero todo esto ya estaba escrito antes, este relato existió siempre, sólo que hoy alguien se ocupó de organizarlo, algo que consta en juntar los átomos necesarios para hacerlo ver, y para que los inferiores crean que desde ahora, sólo desde ahora, esta teoría está formulada. Pienso también que de yo no haber existido, alguien más hubiera estado obligado (esa no es la palabra) a escribir sobre esta misma hoja exactamente las mismas cosas con el único e inevitable fin de organizar este texto que ya estaba escrito pero que faltaba escribirlo.






Por eso deduzco: tal vez soy el reemplazo de otro que las imperfecciones del destino hicieron que no existiera, pero eso es algo que ignoraré toda mi vida.
Ahora que he expresado lo que necesitaba, me encanta divagar por el mundo viendo y tocando todos los objetos de un modo diferente, de una forma que a los que me observan detenidamente les parece rara; miro y toco un sillón, una remera, un libro... y trato de darme cuenta de que ahí puede haber un libro escrito en una lengua todavía no inventada, un tratado en el que se lee la paz mundial para siempre, ahí, dentro de mi remera hay parte de un artefacto que ni siquiera imagino, y hay también partes de animales extinguidos que tampoco logro imaginar. Percibo el mundo en un solo tiempo y en muchos espacios, creo estar sin equivocarme en el espacio del futuro, en el del pasado, y con un poco más de certeza en el del presente; respondiendo siempre al principio de conservación de la materia. Hace en mí esta hipótesis ciertas intrigas: Quisiera saber qué futura información está ahora escrita en este mismo papel; o dónde, en qué partes voy a estar yo dentro de algunos años, cuando los ignorantes de esta verdad supongan mi inexistencia; qué será de María, cómo es María ahora.
Con la veracidad de esta teoría se puede entrar en campos a veces vírgenes e inexorables sin las herramientas necesarias. Si la humanidad tiene total control del espacio (lo cual, de hecho, no ocurre), entonces tiene exacto control del tiempo, aunque este último sea el único y vaya sólo ‘para adelante’. La humanidad entera es capaz de viajar al pasado modificando, como ya se sabe, al espacio. Sólo hay que reordenar los átomos copiando las formas que caracterizan a tal o cual momento, con una única restricción que consiste en la imposibilidad de reorganizar los átomos que forman parte de los cuerpos de los mismos seres humanos. Lo mismo se podría decir en cuanto al viaje al futuro, pero no vale la pena hablar así ya que todos los días, muchas veces involuntariamente, hacemos cambios que, eventualmente, nos llevan al futuro; de eso se tratan nuestras movidas cotidianas en el tiempo, o sea, continuamente estamos viajando al futuro sin ser conscientes de nuestra influencia. Gente inferior, que difiere de mí, pensaría en la posibilidad de hacer grandes trancos en el tiempo y viajar al futuro lejano, pero no tomarían en cuenta que en los presentes no se dispone de la materia necesaria como para organizar tiempos demasiado remotos del futuro (no del pasado), eso sin hablar del papel que juegan la creatividad y la destreza.
No fue sino por María la idea que estoy presentando, ella hizo que yo vea cómo es el verdadero funcionamiento del mundo, y es, paradójicamente, inconsciente de casi toda mi vida. Me jacto en contar cómo la conocí y cómo ella ignora mi existencia: Me pasó varias veces, la vi, la vi y no recuerdo cómo, ella apareció delante de mis ojos sonriéndome, quise tocarla y noté que no estaba. Desde esas veces dediqué mi vida a la búsqueda de esa mujer que por una ocurrencia del momento llamé María. Creo conocerla, creo estar enamorado de ella, creo saber cómo hice para verla... Hay circulando por mi cuerpo en mi sangre algún átomo o compuesto que pertenece a María, que algún día formará parte de ella y que ahora está en mí; y ese átomo pasó justo por el borde de mi ojo y después por mi corazón (lo que hizo que la vea y que me enamore), ahora sigue circulando vaya uno a saber por dónde. Mientras tanto sigo viendo su sonrisa dibujada en el aire, entonces todo es como un suspiro en el que se me sale el alma, es un momento durante el cual quiero demostrar todo el amor que le puedo dar, todo lo que lloraría si a ella le pasara algo, cuando realmente nos veamos. Me atrevo a decir que intuyo cómo es María, y que la fabulosa intriga de realidad inspira a mis sentimientos en el área del amor. Deseo sentarme junto a ella, tenerla, abrazarla hasta hacerle saber que es de carne como yo y como tantos; deseo el silencio, una complicidad inconcebible conociéndola de este modo, porque, como todos saben, para una complicidad han de necesitarse, al menos, dos conciencias. Me procuré encontrarla, estaré en busca de ella hasta poder caerme del mundo, hasta creer caminar en el brillo del Sol, no cesaré sino cuando la sienta temblar de frío y pueda darle su abrigo que no es algo, soy yo. Sin o con sorpresas también la esperaré hasta que el tiempo llegue por fin a su fin... Yo sé que ese átomo le pertenece y que algún día tendré que pasárselo por medios cualesquiera, mediante un estornudo, mediante un simple suspiro en un cine, o quizá no la vea jamás realmente, y yo le dejo el átomo (mi amor, la razón de mi vida) en un banco y ella lo recoge inconsciente e involuntariamente minutos más tarde. Y tengo temor, existe la posibilidad de que María todavía no haya nacido, y mi partícula recorra kilómetros y siglos antes de pertenecerle. Igual, a mí me gusta pensar que se lo pasaré durante un beso apasionado, sintiéndola conmigo, durante un beso en el que encontramos nuestra compañía y todo lo que ello lleva consigo; o, por lo menos, mediante un estrecho de manos. Oh, qué mundo más maravilloso, ésta es la vida para mí.
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4 comentarios. Página 1 de 1
Ivana
invitado-Ivana 11-02-2006 00:00:00

Cuento determinista. Muy corto pero muy bueno.......................................................................................................

Graciela
invitado-Graciela 10-02-2006 00:00:00

Creo que ha superado mis expectativas. Me encanta este estilo de cuentos..... Es bueno que haya nombrado a Borges, que es de lo mejor de la literatura castellana; su forma de escribir se le parece mucho. Igual le falta bastante para ser como Borges..jejeje...Saludos desde málaga.

Javi (Barcelona)
invitado-Javi (Barcelona) 09-02-2006 00:00:00

Muy bueno, superlativo. Hacía mucho que no me daba el gusto de leer una ficción así. El cuento es por momentos genial. Felicitaciones a Guillermo y por favor publica otros que les hacéis bien a todos tus lectores.

TUTA
invitado-TUTA 09-02-2006 00:00:00

Hace falta que sea más largo, pero muy bien, muy bien

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