Erase una vez una joven sirvienta que trabajaba en un reino maravilloso. Vivía a las afueras, carecía de dinero y de bienes. Tenía que cuidar de su madre enferma y sus hermanos pequeños.
Todas las mañanas desempeñaba las mismas tareas, al alba se acercaba al rio y lavaba las viejas ropas de toda su familia, al acabar iba al castillo a servir a los reyes. Una mañana más la sirvienta se encontraba en el rio frotando las viejas ropas cuando oyó:
-¿Por qué lloras?
La sirvienta ignoró aquella voz, tenía las manos congeladas por el frio y estaba demasiado concentrada en lamentarse, no por ser pobre y tener que trabajar mucho, lloraba porque estaba desconsolada y cansada de tener que ir al rio a lavar, luego ir a servir al castillo ,lo mismo todos los días, la misma monotonía.
Y cuando menos lo esperaba que apareciese un joven que le prometía llevarla lejos, comprar su propia tierra y trabajar para ellos. Pero todos desaparecían del mismo modo que aparecían, con la bruma, de forma inesperada.
-Sirvienta ¿que te ocurre?
-Déjame, tengo mucho que hacer.
-Sí, es cierto-contestó la voz- tienes mucho de que lamentarte.
-Pero ¿que dices? ¿quién eres?
-Deja de llorar y de hablar, no escuchas ni miras.
-Si lo hago.
-No, te equivocas, solo ves lo que quieres ver. Hay un mundo maravilloso a tu alrededor y tú solo haces que lamentarte y odiar cada día que comienza.Tampoco escuchas, oyes pero no escuchas, estas demasiado preocupada, demasiado ausente.Si prestaras más atención y escuchases, entonces......
La joven dejo de lavar, se secó las manos ligeramente y miró a su alrededor. esa voz....¿de dónde provenía?
-¿Donde estas?
-Lejos, muy lejos.¿Ves como no escuchas?.No dejas que hable, que diga lo que he venido a decirte.
-¿No serás otro de esos jóvenes que viene a prometerme una vida mejor?
-¿Ves?. No entiendes nada, nadie tiene que venir a ofecerte una vida mejor, pues esa vida la eliges tú.Tú eliges tu mundo, de que modo vivirlo.¡Sí! ahora mismo, mientras tus manos se duermen por el frio y tus labios se agrietan.
La joven dejó de buscar aquella voz, se sentó a orillas del rio, algo se movía en el agua, era un pez, color plata, centelleante, precioso.Saltaba y volvía a sumergirse en el agua.Nunca se había fijado que habían peces en el rio. Comenzó a escuchar las palabras de la voz que le hablaba.
-¡Basta ya!.Para.¿No te das cuenta de lo que estas haciendo?.El mundo sigue, no gira a tu alrededor, a los demás no les importa tu sufrimiento, eres tú quién pierde viviendo la vida de este modo.Solo tú.
-¿Quien eres?
-Soy tu corazón, la voz de tu corazón que tanto has intentado acallar.Todo lo que te he dicho ya lo sabías, solo que no querias comprenderlo.
-No, tú no eres mi corazón.
-Piensa lo que quieras, total,no se si merece la pena que me moleste en hacerte entender.
La sirvienta se levantó, acabó de lavar la ropa y se dirigio al castillo. En la entrada se fijó en un pobre ciego, estaba sentado en una piedra, ella le sonrió y el anciano le devolvió la sonrisa.
-Perdone señor,¿usted puede verme?
-No, pero cada día pasa por este mismo lugar, a paso lento, ausente, como si nada le importase.Yo no puedo ver, pero entiendo de la vida, de los sonidos y sé que hoy algo a cambiado en usted. Estoy seguro que jamás se había fijado en mi, pero hoy se a detenido frente a mi, creo que me ha sonreido. Es un buen buen comienzo, que pase un buen día.
La sirvienta jamás se había fijado en aquel pobre ciego como en tantas otras cosas y entonces comprendió.
-Gracias- Le dijo a aquella voz- Sí, ha merecido la pena.