Había una vez dos perritos que habían nacido en el mismo día, por la misma madre pero eran de colores diferentes. Uno era blanco como el papel y el otro era negro como la noche. Uno era bien grande y el otro era pequeño, cualquiera diría que no eran hermanos pero sí lo eran... Cuando salían a la calle y se encontraban con los perros callejeros el mas pequeño se escondía entre las piernas de su hermano mientras que el otro mostraba sus filudos dientes y gruñía fieramente causando que todos temblaran ante su paso... pero cuando pasaban entre el medio de la personas, el mas pequeño, que era el blanco, el mas grande se ponía detrás, mientras que le pequeño saltaba en dos patas y movía la cola causando que toda la gente empezaran a acariciarle y darle comida, mucha comida que luego de terminada el espectáculo, ambos hermanos se ponía a devorar.
Una mañana en que paseaban por la plaza central de pueblo los dos hermanos vieron pasar a una bella perrita que tenía en el cuello una alegre campana que hacía sonar a todo su paso... Los hermanos y demás gente se pusieron a admirar la gracia y la belleza de la perra.
- ¡Que bella! - dijo el negro.
- Ciertamente, muy bella... será mejor averiguar el lugar en donde vive - dijo el blanco.
Los dos hermanos siguieron el carruaje en donde viajaba la bella perrita y vieron que estaba lleno de niños y una elegante señora que acariciaba como a una reina a la bella perrita. Después de viajar hasta salir del pueblo, el carruaje se detuvo frente a una inmensa casa bordeada de árboles, jardines y cientos de aves que al ver que los caballos que jalaban el carro se detenían volaron como si toda la vida los hubiesen esperado. Fue tan linda la escena que los dos hermanos no lo creían.
- ¿Será esto el paraíso? – se preguntó el perro negro.
- ¿El paraíso?... no lo creo, pero si un buen lugar para vivir, comer, y jugar un buen rato – dijo le perro blanco.
Después que toda la familia y la perra entraron a la mansión, los hermanos decidieron entrar, presentarse y ofrecer sus servicios a cambio de un lugar donde descansar y una buena comida, nada más… Mientras se acercaban vieron que una de las aves se les acercaba y comenzaba a preguntarles sus nombres y de dónde venían y de qué familia provenían… Cuando ya estaban en la puerta el ave despareció. Y cuando la puerta se abrió vieron que la misma ave estaba apoyada como cuchichiando a la elegante señora todo cuando había dicho los dos hermanos.
El perro blanco se adelantó a su hermano y con gran elegancia se postró ante la señora y antes de levantarse vio que dentro de la casa estaban todos los niños mezclados con las aves como si todos fueran una sola familia. El perro negro vio a la bella perrita que no dejaba de observarle, sintió como un escalofrío en todo el espinazo y comenzó a mover la cola con gran alegría… Lo cierto fue que los contrataron como vigilantes de la casa, pero no podía entrar ni vivir durante la noche en la mansión. De pronto una noche los dos hermanos sintieron gran curiosidad y comenzaron a mirar lo que sucedía adentro de la casa y vieron que las señora, los niños, las aves, ardillas se sentaban alrededor de la chimenea y de uno de los grandes cuadros salía una voz, luego, se vio que todos los seres que moraban en la casa penetraban a través del inmenso cuadro y entraban a un lugar en donde todo era maravilloso… Había enanos, duendes, seres fantásticos que recibieron a todos en un lugar en donde siempre había sol y encanto…
Una de las noches los dos hermanos decidieron entrar a través del cuadro y no pudieron. Muy molestos se dieron cuenta que eran inútil y a la mañana siguiente le preguntaron a la perrita porqué ellos dos nos podían entrar al cielo y los demás si podían. La perra les dijo que eso era porque los dos perros aun no habían despertado de su sueño…
- ¿Cuál sueño? – gritaron los dos.
La perra les miró y luego les dijo que los siguiera. Entraron a la casa durante el día y llegaron hasta un cuarto en donde había un anciano que estaba pintado un cuadro. “No deben hablara nada”, les dijo la perra. Entraron al cuarto y vieron que el anciano los estaba pintando… Desde aquel día no hubo día en que no se fijaran en cuando los iban a terminar de pintar. Y cuando al fin acabó, los dos perros comenzaron a sentir un profundo sueño y se quedaron dormidos en el cuarto del anciano. Y cuando despertaron los dos perros estaban sentados en el parque del pueblo, mirando a una señora subiendo a una bella perrita en un carruaje lleno de niños y jalados por unos caballos… Se pararon y vieron como el carruaje junto a la bella perrita se alejaba del pueblo, iban a seguirlas pero vieron que un anciano los estaba llamando con una cubeta llena de pan y leche… Se miraron ambos hermanos y después de comer siguieron los pasos de viejo que con varios pinceles se alejaba de todo el pueblo…
Surquillo, febrero del 2005.