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Los tres muchachos

En una pequeña aldea vivía un padre con sus tres hijos. Eran tan pobres que cuando los muchachos crecieron su padre les dijo:

-Hijos míos, las tierras apenas dan para comer. Id a la ciudad y convertíos en hombres de provecho.

Así pues, los tres muchachos se despidieron con lágrimas en los ojos, anduvieron durante muchos días y muchas noches. Cruzaron campos y bosques. En ocasiones, cuando los vencía el cansancio, dormían a la intemperie, y otras veces se hospedaban en las casas de los campesinos más hospitalarios. En una de esas casas, les informaron que el rey del país tenía una hija en edad de casarse. Decidieron que si uno de ellos se casaba con la princesa, se solucionarían todos sus problemas y se convertirían en hombres de provecho. Por eso, en lugar de encaminarse a la ciudad, se desviaron hacia el palacio del rey.

-¿Qué os trae por aquí? -preguntó el rey cuando los soldados llevaron a los tres hermanos a la sala del trono.

-Venimos a pedir la mano de tu hija -respondieron.

-¿Los tres? -sonrió el monarca-. Mi hija solamente puede casarse con uno.

Los muchachos dudaron un instante, pues cada uno de ellos anhelaba convertirse en el esposo de la princesa. Al ver que permanecían en silencio, el rey los observó uno a uno, hasta que finalmente se levantó de su trono y dijo:

-Mi querida hija se casará con aquel que consiga traer el objeto más curioso jamás visto.

Sin mediar palabra,los tres hermanos salieron del palacio y se pusieron en marcha. Al llegar a un cruce de caminos, se detuvieron.

-Tomaremos rumbos distintos -propuso el hermano mayor.

-Está bien -dijeron sus hermanos.

-Dentro de una semana, a esta misma hora, nos reuniremos aquí. 

¡Hasta entonces! -se despidió el mayor.

 

Anduvo dos días hasta llegar a una aldea grande en la que vivía un hombre que poseía un extraño espejo.

-¿Qué tiene de especial su objeto? -quiso saber el muchacho.

-Te permite ver cualquier cosa que le pidas -explicó el hombre.

El muchacho estaba seguro de que si llevaba aquel curioso objeto al rey, sería el elegido para casarse con la princesa. Así pues, compró el espejo.

El segundo hermano,después de mucho andar, se detuvo a descansar en el granero de una anciana.

-¿Qué te trae por aquí? -se interesó la mujer.

-Busco el objeto más curioso que se haya visto jamás -respondió el joven.

Entonces, la anciana le aseguró que poseía una bota mágica que permitía viajar a cualquier rincón del mundo. El muchacho estaba seguro de que la anciana no mentía, y no dudó en comprar la extraña bota.

El tercero de los hermanos, al cabo de una semana, a pocas horas de reunirse con sus hermanos, todavía no había encontrado nada.

Desesperanzado, se detuvo a echar un vistazo por los tenderetes de un mercadillo abarrotado de gente. Cuando estaba punto de irse, escuchó a un hombre decir que poseía una pluma mágica que devolvía la vida a los muertos.

-¡Te la compro! -exclamó enseguida el oven.

Poco después, los tres muchachos se reunían de nuevo en el cruce de caminos. Cada uno mostró orgulloso su objeto a los demás.

-Pronto me convertiré en el esposo de la princesa -aseguró el hermano mayor-. ¡Fijaos en el espejo! Voy a pedir que me me muestre qué está haciendo la princesa en este momento.

En ese instante, los tres jóvenes contemplaron a la princesa tumbada en su cama real, inconsciente, apunto de morir.

 

-¡Debemos llegar lo antes posible! Bota, llévanos hasta el palacio real -ordenó el segundo hermano.

Los tres hermanos se abrazaron y la bota los trasladó a la habitación de la princesa en cuestión de segundos.

El rey, apesadumbrado, se encontraba sentado junto a la cama de su hija. Al verlos aparecer, se levantó súbitamente.

-No hay nada que hacer.. -se lamentó.

-Le devolveré la vida -afirmó el hermano menor.

Pasó la pluma por debajo de la nariz de la joven princesa y esta sintió un cosquilleo que acabó en un sonoro estornudo.

Ante la sorpresa del rey,la muchacha se incorporó en la cama y observó a los tres muchachos con una sonrisa.

-¿Y bien? -preguntó el hermano mayor al rey-. Supongo que me casaré con la princesa. Sin mi espejo,no hubiéramos tenido noticia de su gravedad.

-¡Ten en cuenta que sin mi bota no hubiéramos llegado a tiempo! Yo seré su esposo.

-¡Ah,no! ¡Eso sí que no! Sin mi pluma....

Mientras los tres hermanos estaban enzarzados en esta discusión, la princesa y el rey se fueron a dar un largo paseo.

Quienes los conocieron, dicen que los tres hermano no dejaron de discutir el resto de sus días, puesto que el rey estaba agradecido a los tres por igual y no quiso despertar la envidia y los celos entre ellos. 

En cuanto a la princesa, contrajo matrimonio con un príncipe de un país vecino.

 

Cuento tradicional de Brasil

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