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Los tres toritos

Había una vez un hombre que tenía cuatro hijos, tres varones mayorcitos y una niña más pequeña, que se quedó viudo

. El hombre volvió a casarse, pero lo hizo con una mujer que era más mala que un dolor de muelas. Así que los tres hermanos, cansados de cómo les trataba, se marcharon, se hicieron una cabaña en el bosque y allí se hicieron cazadores. Al poco tiempo, la niña también cogió el camino y se marchó. Llegó sin saberlo a la cabaña de sus hermanos, entró en ella y todo lo encontró revuelto y desordenado. Inmediatamente dejó todo aquello en orden y reluciente, convirtiéndolo en un hogar donde se podía vivir. Terminada la tarea, la niña, se escondió en el bosque cuando llegaron sus hermanos... H. menor: Mirad, ¿quién habrá estado aquí? H. mayor: ¡Nos ha dejado preparada la comida! H. mediano: Vayamos con la perrita al bosque hasta dar con ella. No debe estar muy lejos. Narrador: Efectivamente, la perrita, siguiendo el rastro los llevó al pie de un árbol al que la niña se había subido para no ser descubierta. ¡Todos se pusieron muy contentos y comenzaron una vida en paz y en armonía! Los hermanos salían a cazar y ella llevaba el hogar en compañía de la perrita. Un día ésta se orinó en la lumbre de la chimenea hasta que la apagó por completo. Niña: ¡Perra mala! ¡A ver cómo preparo ahora la comida! ¡Yo no sé hacer fuego! Narrador: La niña salió a buscar por el bosque hasta que encontró otra casa. Y llamó a la puerta... Maruja: ¡Vete corriendo! Esta es la casa de la bruja Curuja. ¡Mi madre no debe verte, ella es capaz de lo peor! Has tenido suerte ahora no está en casa. Niña: Por favor, sólo necesito algo de brasas para encender el fuego. Maruja: Está bien. Toma, pero debes irte enseguida y no volver. Narrador: Al día siguiente, la bruja Curuja se presentó en la cabaña de la niña cuando solo estaba ella. Curuja: A mi hija Maruja le noté enseguida que algo había pasado. Así que vengo a cobrarme las brasas que te llevaste. Niña: ¿Y cómo le voy a pagar, bruja Curuja? Curuja: Vendré todos los días a chuparte un poquito el dedo corazón y tú lo sacarás por la cerradura. Narrador: La niña aceptó el trató y la bruja venía cada día a chuparle el dedo cuando estaba sola. Poco a poco la niña fue enfermando y sus hermanos al darse cuenta consiguieron que les contara lo que había pasado. H. mayor: Ahora se va a enterar la bruja Curuja de nosotros. Recibirá su merecido. Hermanos, escuchad: H. menor: ¿Si...? H.mediano: Dinos. H. mayor: Está bien. Cavaremos una fosa delante de la puerta, la taparemos con una sábana y echaremos hierbas y tierra por encima. Cuando la bruja Curuja se acerque, caerá en la trampa. Curuja: ¡Ahhhh....! Narrador: Así sucedió. Los tres hermanos salieron con sus palas y la enterraron. Al poco tiempo brotaron en el mismo lugar tres coliflores embrujadas. H. mayor: ¡Escúchame bien, hermanita! Por nada del mundo eches en la comida estas coliflores. ¿Me has entendido? Niña: Sí. Narrador: Pasó el tiempo y la niña se olvidó de la advertencia. Un día, echó las coliflores en la olla. Cuando sus hermanos probaron la comida, se convirtieron en tres toritos. Niña: ¿Qué he hecho? ¡Mis pobres hermanos convertidos en toritos...! ¿Qué he hecho? Narrador: Los siguió tratando como antes, como lo que eran: sus tres queridos hermanos convertidos en toritos. Acertó a pasar por allí el hijo del rey y le dijo: Príncipe: ¿Por qué una joven tan hermosa y delicada como tú está cuidando animales salvajes y violentos? Vente, cásate conmigo y vivirás en mi palacio. Niña: Ya quisiera, señor. Estos tres toritos que ves aquí son mis hermanos por siempre encantados por mi culpa. Príncipe: Si encantados quedaron, desencantados con el tiempo serán. Vendrán con nosotros y en misma mesa nuestra comerán. Narrador: Aceptó la niña y se casaron, pero vivía en el palacio una tía lejana del príncipe, muy envidiosa, que había querido casar a su hija con él. Un día, cuando la niña estaba descuidada, le clavó un alfiler encantado en la cabeza y la convirtió en paloma. Luego, como era medio bruja, dotó a su hija de la apariencia de la reina. Ésta la primera orden que dio fue...: Falsa reina: ¡Estoy harta de estos toros que todo lo ensucian! ¡Siempre atrayendo a las moscas! ¡A la plaza ahora mismo! ¡Que los toreen hasta que mueran! Narrador: El príncipe no comprendía el cambio tan repentino de su esposa y no quiso acudir a la plaza. A lo lejos se oía el bullicio de la fiesta. Una paloma se posó en su mano y él comenzó a acariciarla. Se dio cuenta de un pequeño bulto que tenía la paloma en la cabeza. Retiró el alfiler y, al instante, apareció su mujer. Todo lo ocurrido lo supo por su boca y, antes de que dieran muerte al primer toro, les clavaron el alfiler de la paloma. Los toros volvieron a su ser natural: los tres hermosos jóvenes hermanos de la reina. La malvada tía y su horrenda hija fueron encerradas en la torre más alta del castillo por siempre jamás.

Datos del Cuento
  • Categoría: Infantiles
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