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Lucy era una niña que vivía en una granja con muchos animales: gatos, gallinas, gansos, cochinos, vacas, caballos. También había conejos. Lucy era amante de los conejos.
Tenía un conejo favorito al que llamaban nubecita. Nubecita era un conejo esponjocito y blanco. Ella lo cuidaba, lo alimentaba y lo mimaba. Lo quería mucho.
Un día Lucy quiso observar más de cerca y decidió seguirlo hasta su cueva. Por alguna razón pudo entrar a través de una de los orificios de su laberíntico hogar.
Adentro descubrió un mundo diferente. Nubecita ya no era como lo conocía; ahora caminaba en dos patas, tenía ropa, un maletín y un auto muy pequeño. Además, hablaba como una persona.
El otro lado de la cueva era como una pequeña gran ciudad. Tenía calles, edificios, autos, casas, etc. De todo, pero en miniatura.
Lucy decidió seguir a Nubecita, que ahora atravesaba apresuradamente una calle. Pero quería hacerlo en silencio, sin que notaran su presencia.
Pero entonces, tropezó con una lata que hizo ruido y Nubecita casi la descubre. Afortunadamente, logró esconderse y seguirla en secreto durante un rato, pero al final Nubecita la descubrió y le gritó:
– Lucy, ¿qué haces aquí? – al tiempo que la agarraba de un brazo y se la llevaba a un callejón para hablarle y pedirle que permaneciera en secreto, porque allí nadie podía enterarse de su llegada.
– Pero ¿por qué Nubecita? Este mundo es asombroso y muy bonito.
– Porque no. En este mundo está prohibido tener humanos. Esta es una dimensión diferente. Hay una dimensión para cada criatura del universo. En esta, los conejos dominamos el mundo. Solo algunos pocos pueden viajar entre las dimensiones. Yo lo hago, pero respetando las reglas. En tu mundo, solo soy tu mascota y adoro serlo.
– ¡Wow eres un conejo viajero! ¿Y por qué yo estoy aquí?
– Eso mismo me pregunto yo –respondió el conejo en tono serio-.
A continuación, Nubecita le pidió que esperaran un momento en el que no hubiera tanta gente (o tantos conejos), para ir donde podrían hallar respuestas.
Llegado el momento, se la llevó corriendo cubierta de muchas mantas para que nadie pudiera identificarla.
Al final llegaron con Mionana, una especie de chamana en esa dimensión. Le contaron lo sucedido y ella sin sorprenderse siquiera dijo:
– ¡Esta pasando de nuevo! No se preocupen, lo vamos a resolver.
– ¿Cómo podremos resolverlo Mionana? – preguntó Nubecita.
– Sencillo- sentenció la chamana-. Lucy tendrá que decir las vocales con los ojos cerrados. Al pronunciar la última vocal, vas a sentir un golpecito en la frente.
Está bien- respondió Lucy, quien a su pesar cerró los ojos y se dispuso a comenzar, pero antes preguntó si podría volver.
– Claro que podrás regresar, pero deberás hacerlo en silencio y sin que nadie pueda verte – le dijo Mionana.
Entonces Lucy cerró los ojos y comenzó a decir en voz alta:
A, e, i, o… no había terminado de pronunciar la u, cuando sintió el golpecito en la frente y aun con los ojos cerrados pudo notar un brillo.
Al abrir los ojos ya estaba al frente de la conejera, sentada y algo aturdida.
Creyó por un momento que había sido un sueño, pero al revisar sus bolsillos encontró una pequeñísima foto de su Nubecita y sonrió.
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