Fue con su esposo y sus hijas a la playa, a la casa de su hermana, sin embargo la pasó muy mal al ver a su marido escapándose con los amigos hacia la playa, dejándola a ella y a sus dos hijas como si fueran un bulto. No aguantó tal desaire y se largó de la playa, dejándole solo, aunque no tan solo pues mientras salía con sus hijas le vio junto a tres coquetas muchachitas…
Mientras regresaba no dejó de llorar, impotente al saberse no apreciada y vieja. Miraba a sus hijas y se sentía tan miserable que tuvo que parar un momento en la carretera que la traía de vuelta a la ciudad. Las niñas no dejaron de mirarla, sin comprender qué era lo que le sucedía. La hija mayor, de nueve años, le preguntó por su papá. No supo qué decir y, tragándose las lágrimas, le mintió diciéndole cualquier cosa.
Apenas llegaron, la señora preparó el almuerzo, atendió a sus hijas y se puso a limpiar toda la casa. Y mientras frotaba la luna de la cocina, las lágrimas se le salían rompiendo el dique de su pudor. Una de esas lágrimas cayó sobre una plantita, y de ella se chorreó hasta llegar a la tierra del jardín, y cuando la mojó hizo estremecer a algunos de los bichos que moraban por ella.
En aquel instante una larva que dormía en aquella tierra, empezó a abrirse para convertirse en mariposa. Cuando terminó de metamorfosearse otra lágrima cayó sobre ella, haciendo que tomara toda su atención sobre la mujer. Y ante ella vio a un ser derramando perlas invisibles cargados de un dulce sentimiento, de vida… Y como si fuera una libélula comenzó a volar a su entorno como si fuera la flor más hermosa. De pronto, la mujer vio un bello colorido que adornaba su visión, le pareció tan hermoso que paró de llorar. Acercó su mano hacia la mariposa y ella se posó, dejándose acariciar por los dedos de la mujer… Ambas estaban extasiadas de sus imágenes.
- Qué hermosa eres – le dijo la mujer
- Tú no lo eres menos – respondió la mariposa –. Me atrae la dulzura de tus lágrimas, y tú forma de esparcir aquel polen que como olas de sentimiento parecen ser el perfume de un dios… Te amo, deseo estar en ti…
- Qué dices, estás lágrimas son de un corazón destrozado… ¿Es que acaso deseas conocer el dolor?
- ¿Dolor, pero si mi vida es un sufrimiento desde que pienso en dejarte, es que acaso no puedes ver mas allá de tus sentidos?
La mujer suspiró sin dejar de acariciarla. Se paró, y fue hacia el centro del jardín de la casa, diciéndole que tendría que dejarla, pues deseaba continuar con su tarea. La mariposa asintió y le dijo si podrían volverse a encontrar, ella le dijo que si.
El marido llegó mas tarde y trató de disculparse pero ella se había olvidado por completo del problema, gracias a una mariposa.
A la mañana siguiente la mujer se levantó temprano y se fue a buscar a su colorida amiga, la encontró en el mismo lugar en que la dejó. El bicho esperaba ansiosa libar las lágrimas dulces de la mujer, como si fuera su néctar… Pasaron cuatro meses y cada una de ellas se había alimentado una de la otra, pero la mariposa, sabiéndose cerca de su fin, le dijo si podría volverse a encontrar, la mujer le dijo que sí.
- Mujer, quizás no podrás volverme a ver, pues me toca el descanso mas largo, sin embargo deseo dejarte algo querido… Mis alas, son tuyas, guárdalas y cada vez que llores recuérdame y entiende que por cada lágrima que derramas hay un color nuevo para el mundo…
Diciendo esto, la mariposa se dejó caer sin vida ante las manos de la mujer que no supo qué hacer, si guardarla en una lámina de vidrio o en un sobre cerrado. Decidió colocarla bajo la tierra… Al día siguiente se fue a mirar si aparecía nuevamente otra mariposa pero tan solo vio un pequeño gusano que se arrastraba por la tierra… Suspiró, lo cogió en sus manos y lloró de alegría.
Surquillo, febrero del 2005.