Lo amé en secreto desde el primer momento en que lo miré a los ojos, hace aproximadamente nueve años. Siempre fue un chico tímido, y como yo también lo era jamás tuve el valor de acercarme a él, aunque en mis ratos de soledad pensaba mil estrategias para hacer que se enamorara de mí.
La adolescencia tocó nuestra puerta, ya no somos tan desconocidos aunque hablamos sólo lo necesario, yo ya no reconozco lo que siento ya que cada vez que lo insinúo recibo alguna burla, simplemente me contentaba con verlo día a día. Tuve muchos “amoríos”, pero ninguno fue tan fuerte como el que sentía por él. Creo que siempre sospechó algo al respecto, quizás por eso no pudimos ser tan amigos, aunque teníamos muchísimos intereses en común.
La vida nos mostraba otros horizontes, pronto nuestros caminos se apartarían y yo me odiaba a mi misma por no poder cruzar ni una sola palabra con él que no sea “¿para cuando es la tarea de x materia?” o “¿encontraste información sobre x tema?”
Reconozco que la adolescencia es un período de constantes cambios, en el que somos vulnerables a cualquier situación. Yo he sufrido alguna vez una burla o algo por el estilo. El, por su conducta retraída, era el centro de “gastadas” de todo el curso. A mi me partía el alma no poder hacer algo al respecto, no tener el coraje de defenderlo y soportar ciertas burlas. Casi nunca participaba de ellas, e incluso me ponía a hablar de otra cosa para que mi círculo de amistades de mi tampoco lo hagan. Creo que ellas sabían lo que a mí me pasaba, y jamás se mofaban de él, incluso se esforzaban por integrarlo al grupo, recibiendo la mayoría de las veces respuesta negativa.
Llegó un día en que sufrí la decepción de entender que él no sentía nada por mí. Eso me dolió muchísimo, pero más el darme cuenta que yo no reconocía que lo amaba más que a nada en este mundo. Finalmente lo hice, y me sentí feliz de amar aunque no sea correspondida. Me estaba convirtiendo en una mejor persona, mis días de mal humor ya ni se asomaban y ya estaba haciendo planes para un buen futuro.
Hasta que llegó aquel día de septiembre. Al parecer, mientras yo estaba feliz de encontrarlo en mis sueños, él sufría cada vez más las burlas de nuestros compañeros. Aún no entiendo por qué esa decisión fue a parar a su cabeza. Ese día su mirada era diferente y yo me preocupé por él. Antes que ejecutara el primer disparo, yo estaba meditabunda, pensando que quería agradecerle haber provocado todos esos cambios en mi sin siquiera saberlo. No tuve tiempo de escapar.
Hoy estamos en dos mundos muy distintos. No creo que todo esto haya sido planeado, ni que esa bala fuera para mi, pero me contenta saber que lo último que vi fue su rostro.
Se que mucha gente está sufriendo mi partida, y que lo culpan de lo sucedido. Yo no lo hago, y pienso que el destino me quiso de este lado. Quizás para guiar el camino de aquel muchacho al que amé y desde aquí sigo amando, a pesar de todo.