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Categoría: Románticos

Mi capitán de barco

Estábamos allí, en medio de la incosciencia de los
pocos años, jugando a ser mayores. Buscábamos el amor entre la música estridente y el cambio sin cesar de luces, Había tanta gente, que apenas, se distingían más que figuras moviéndose a un ritmo desenfrenado; pero de pronto volví a ver a Daniel, mi capitan de barco, se hallaba allí, fiel a la cita. Daniel se aproximó y después de saludarme me dió esa pequeña cajita que en su carta me había prometido, dentro una pulsera azul que él colocó en mi muñeca.
Desde aquella noche, cada mes, Daniel traía una nueva pulsera que junto con bellas palabras de amor conquistaron por completo mi corazón.
Un día en su pequeña cajita trajó una fina pulsera de oro con la que pidió me casará con él.
Me trasladé aquella casa, de ese barrio de pisos iguales con ojos llenos de obscuridad y asfalto, de una ciudad de la costa y en medio de lo desconocido me quedé sola.
Daniel partió a ese mar, que sin duda, le tenía preso y sólo aparecía, muy de tarde en tarde, como un fántasma surgido de la noche con otra pulsera de otro país diferente.
Él llenó poco a poco mi joyero de pulseras y soledad.
Trascurrió un año, y quedé embarazada y apesar de que él no estaba junto a mí para compartir mi dicha, yo soñaba con ese instante que sus ojos al
saberlo se llenarían de ese orgullo con que se inundaban al hablar de su mar. Esperé y esperé durante dos largos mese a mi capitán de barco, pero él no llegó.
Una tarde, entre fuertes contracciones, comenzé a sangrar, cada vez, perdía más sangre. Asustada, casi sin aliento, llegué hasta la casa de mi vecino. El me trasladó al hospital. Había perdido tanta sangre que tuvieron que realizar varias transfusiones para salvar mi vida, Cuando desperté la habitación estaba tan vacía que lloré amargamente.
En esa noche, en que yo perdí lo que más había querido Daniel sólo abrazó estrellas, caminando por olas de un mar que era su vida. No amo a nuestro hijo porque no supo nunca de su existencia. No sufrió con la posibildad de perderme porque no me acompañó en ese terrible umbral de la muerte. Junto a ese manantial de sangre que se llevó para siempre a mi hijo se fueron tambien mis sueños.
Con la mirada dolida, los huesos cansados, llegué a ese piso de paredes de silencios. Comenzé una carta quizás las unicas lineas que Daniel iba a leer en su vida de tantas como yo había ecrito.
Querido Daniel: Sé que te sorprenderá ver este piso vacío y esta carta, pero me voy, Es preciso me alejé de tí. ¿Por qué? Sé que me has querido a tu manera. Sé que no puedo pedirte más de lo que tú me das. Pero, ¿de que sirve el amor si está repleto de soledad? Tú me llenaste de tus regalos,
de tus sueños, de tus anhelos.¿Y los míos? ¿Qué deseaba yo? ¿Quién soy? ¿Leíste alguna vez los versos que en la noche. yo escribía? ¿Soñaste con ese hijo que mi vientre tanto deseaba?
No supiste nada porque no tuviste jamás tiempo para mi corazón. Tu muñeca de porcelana se ha roto
y la mujer que siempre fui y no quisiste ver quiere volar. Adios.
Puse la carta en la almohada de esa cama vacía junto al joyero que guardaba tantas pulseras y sueños rotos. Cerré la puerta y me alejé para siempre
Datos del Cuento
  • Categoría: Románticos
  • Media: 6.26
  • Votos: 70
  • Envios: 2
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