Perdiendo la cabeza.
Las caras ya eran inexpresivas, no se veía ni siquiera dolor y todas esas cabezas sin cuerpos estaban en fila sobre un mesón, era una exhibición mórbida y terrorífica, un preludio de mi futuro mas próximo, pero a pesar de eso no lograba sentir miedo. Miraba a la gente que hacía de publico frente a este espectáculo en donde esa maldita hoja afilada era la protagonista, parecía que todos ellos estaban hastiados de lo que estaban viendo, ya no era algo agradable, de todas formas la fila en la que me encontraba avanzaba con velocidad de hecho yo era el próximo después de la chica rubia, que ironía, ella nunca penso verse así, igual que los demás en esta columna humana, humillada y el publico haciendo befa de su situación, en un momento me miro antes de que todo terminara para ella y vi en sus ojos resignación y dignidad, pero jamas sentí el oprobio de las circunstancias en su mirada, debía ser así, no podía traicionarse a estas alturas, no servia pedir perdón ahora y se que tampoco lo pediría, porque ella es así, altanera y digna, incluso en este momento en que todo terminara. Resultaba ser una agonía muy dolorosa y larga la que ella estaba viviendo, porque en su caso las cosas no eran tan rápidas como lo fue con otros, una extraña demora hacía insoportable la espera y a la vez engrandecía la figura lánguida de esa estoica mujer, no creo que ninguno de los que estabamos allí podría verse tan grande como se veía ella, en su expresión no existía ningún atisbo de arrepentimiento ni tampoco de suplica, aceptaba todo como una decisión ya tomada y resuelta desde hace mucho tiempo, aunque en este momento las decisiones no las tomaba ella sino que estaba sometida a las manos de un tercero, sin embargo parecía que ella fuera la dueña de la situación, así lo entendía yo y el resto de la gente que se encontraba viendo este enfermo espectáculo, que para muchos era un acto de justicia, para mi solo era una forma de cambiar. No me di cuenta cuando todo había terminado para ella, vi solamente como la hoja desgarraba jirones de ese hermoso pelo rubio, ese pelo rubio con el que tantas veces soñé en mis noches de intranquila espera, pero la hoja no solo desgarro su cabello sino también mis sueños y su apariencia física, sin embargo su espíritu seguía incólume junto a nosotros, los que esperábamos nuestro turno, sentí el calor proyectado por la luz que rebotaba en la hoja que estaba inmóvil, esperando a actuar nuevamente, el día cada vez era mas caluroso, ahora todo estaba listo para mi.
Era mi turno, esta vez no podía apoyarme en la mirada de nadie, ya que ninguno de los que esperaban la resignada hora de su encuentro con ellos mismos eran un apoyo aceptable para mi, pero eso no importaba porque lo que ellos no saben es que yo e estado muchas veces en circunstancias similares y que cada vez que muero vuelvo a nacer, cambio y soy el mismo a la vez, nadie lo sabe y eso es conveniente para mi, porque desde que me di cuenta de eso soy la continuidad de mi mismo y que cada derrota y humillación sobre mi es un victoria silenciosa sobre ellos, no lo puedo explicar muy bien, tal vez sea inefable esta sensación, no importa, porque mis apreciaciones, ahora, se hacen cada vez mas inútiles frente a la hoja que sube y espera a que mi cuello quede inmóvil, ya no veía mi cuerpo, estaba oculto tras el manto de lo inevitable. Mire el mesón, donde se encontraban depositadas las cabezas y trate de distinguir algún rostro, pero esto también resultaba inútil, una voz inquirió e interrumpió mi escudriñamiento visual:
¿Lo quiere corto o como siempre?.
Como siempre- respondí, mientras miraba los rostros inexpresivos de las cabezas de maniquíes sobre el mesón, cada uno con extraños peinados para elegir.
El cuervo__