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¿Quién se ha llevado los balones?

Nacho era el flamante capitán del equipo de fútbol de su colegio. Jugaba al fútbol como nadie y metía todos los goles. Sus compañeros le adoraban, porque siempre les llevaba a la victoria.

Pero sin embargo no le caía bien a todo el mundo, porque era un tirano abusón que se metía con todos los niños que no jugaban tan bien como él o eran incapaces de evitar que el equipo contrario metiera un gol. Sin embargo, a Nacho le daba lo mismo. Solo le interesaba ganar y mandar.

Un día, cuando iba a empezar el entrenamiento, el entrenador se dirigió al equipo, muy preocupado.

- Hoy no vamos a poder entrenar. Han desaparecido los balones.

Los chicos le miraron extrañados. Todos menos Nacho, que estaba muy enfadado.

- ¿Qué no hay balones? ¡Pues vete a por más!
- ¿Y de dónde los voy a sacar? -preguntó el entrenador.
- Yo mismo traeré uno de mi casa. Me voy a por él. Y los demás deberíais hacer lo mismo -dijo Nacho, enfurecido, mientras se iba del campo de juego.

Los demás decidieron que preferían quedarse con el entrenador, que preparó unos juegos sin balón.

Cuando Nacho llegó, jugaron con su balón. Pero en un chute, el balón se salió del campo y, cuando fueron a buscarlo, el balón ya no estaba.

Al día siguiente, Nacho se presentó con otro balón al entrenamiento. Algunos niños llevaron el suyo también. Sin embargo, misteriosamente, los balones fueron desapareciendo durante el entrenamiento. 

- ¡Estoy harto! -dijo Nacho-. ¡No volveré a jugar con vosotros en la vida! ¡Sois gafes! 

Al día siguiente, todos se presentaron a entrenar, todos menos Nacho. Y los balones estaban en su sitio, por lo que pudieron entrenar como siempre.

Unos días después Nacho volvió al entrenamiento. Pero a los cinco minutos de llegar él, los balones habían desaparecido de nuevo. Los compañeros empezaron a pensar que, tal vez, los balones no querían jugar con Nacho, y le pidieron que se fuera.

Nacho se fue, diciendo que se acordarían de esta. 

Los balones volvieron a aparecer de nuevo. Los niños estaban muy contentos. 
Ninguno consiguió saber jamás si los balones se iban por sí mismos o si había alguien que se los llevaba. Pero lo que sí aprendieron es que es más divertido jugar todos juntos, aunque pierdan de vez en cuando, que ganar con un chico mandón y egoísta que no se preocupaba de nada más que de sí mismo.

Datos del Cuento
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