¿A dónde he de acudir a dejar mi queja?, dijo resuelta la voz de una niña situándose ante el mostrador de Reclamaciones de la oficina principal de la gran ciudad.
Pues... no lo tengo muy claro, respondió una voz, verás te explico:
Las quejas sobre la autoestima las tenemos apiladas a la derecha, los pesares por lo que se pudo hacer pero no se hizo en alguna situación a la izquierda, los reproches es ese gran montón que ves en el centro de esa mesa y los deseos de buena voluntad, pues, allí, los hemos dejado apartados en aquella esquina, es que son pocos, se disculpó el funcionario.
Y si lo que quieres es simplemente rellenar una reclamación porque no te conceden un deseo pues no tienes nada más que decirmelo, si está en mi humilde mano yo mismo te lo concederé, siendo una niña tan simpática y tan pequeñita no creo que yo que tus deseos no puedan cumplirse rápidamente, dijo el hombre a modo de gracia mirando la estatura de la niña, que apenas asomaba su naricilla sobre el borde del enorme mostrador.
Pero... dijo la niña un poco contrariada, yo es que... yo quiero poner una queja, pero mi queja es porque no me quieren bien... ¿dónde tengo que dejarla?
Humm, es que, no hay montón para eso, dijo el hombre sorprendido por sus palabras, aún nadie nos había venido con una queja así, tan... tonta... tan rara.
Yo no considero tonto ni raro que no me quieran bien, mas bien considero es que... pues muy triste, dijo la niña entornando sus ojitos y bajando su cabecita y su mirada, con lo cual desapareció de la vista de aquel hombre y comenzó a escucharse solo un tímido y anónimo llanto...
El hombre al oirlo, conmoviéndose y poniéndose de pie para asomarse por el mostrador, mirando hacia abjo le dijo: no, perdona, levanta tu carita, no quería ser tan brusco al hablarte, lo siento, es solo que tu queja pues no encaja en ningún montón de los que tenemos.
Entonces, dijo la niña con sus lagrimillas en las ojos, subiendose de puntillas haciendo un esfuerzo dijo: entonces... ¿no voy a poder a poder mi queja? ¿nadie la va a leer? ¿no voy a poder solucionarlo?
Pues, es que... la verdad es que no... dijo el hombre confundido.
Pero la niña no perdió el ánimo ante la respuesta y dijo: Y... ¿sabe usted qué he de hacer para que mi queja encaje en algún sitio?, expreso con voz inocente y con dulce ingenuidad en su pregunta.
Pues... hummm, veamos, quizá haya una solución, contestó el buen hombre con una voz mucho más ilusionada al recordar algo... se me ocurre que puedes dejarla ahí... tras esa puerta que está cerrada. Verás, continuó el señor, es que si quieres podemos intentar catalogar tu queja como dentro del grupo de Quejas que producen Tristeza, he visto que te apena mucho lo que te pasa y es lo único que se me ocurre para que puedas dejarla. La puedes dejar allí, tras la puerta, tenemos tantas que le hemos dedicado una habitación entera para recogerlas todas...
Muchas gracias!! dijo la niña y resuelta se acercó a la puerta, pero al intentar abrirla no pudo, tiró y tiró pero nada pudo hacer, la puerta no se abría, estará cerrada o será que no yo no tengo tanta fuerza para abrirla, pensó.
¿Me puede abrir la puerta señor?, preguntó con su vocecilla y mirando al buen hombre.
Qué raro, dijo el hombre que ya había vuelto a sus quehaceres contidianos, esa puerta nunca está cerrada. Y acercándose al intentar abrirla comprobó que la niña tenía razón, no se abría.
No sé porqué no abre esta maldita puerta... masculló entre dientes mientras continuaba haciendo fuerza al empujarla ¿tú sabes porqué esta puerta no se abre? dijo entonces mirando a una secretaria que en ese momento estaba haciendo unas fotocopias y atenta solo a su labor.
Ni idea, respondió amable la señora, han ido dejando tantos papeles dentro de ella que será simplemente que ya no caben más y se ha quedado atascada.
¿Atascada? dijo la niña con sorpresa e indignación... pero... ¿es que ustedes no leen y atienden las quejas que les llegan?
Bueno, contestó el hombre con vergüenza, es que... como llegan tantas, alguna sí que leemos, pero en fin, el trabajo se nos desborda no podemos atenderlas a todas... todo lleva su tiempo... son muchas... no podemos leerlas todas... repitió bajando los ojos, sabiendo que su excusa tenía menos años que la niña que le preguntaba.
La niña se quedó mirando al hombre, luego tras unos segundos de pensamiento, se acercó a una mesa, cogió un papel, un bolígrafo, guardó su queja en un bolsillo y comenzó a escribir en su nuevo papel algo...
El hombre sin entender qué hacía volvió a sus tareas pensando: seguramente está cambiando su queja para poder dejarla en algún montón de los que antes la indiqué, es lo que tenía que haber hecho desde el principio, qué niña más pesada, me ha hecho perder una de tiempo...
Pero al cabo de unos minutos, la niña de nuevo se acercó al mostrador, de nuevo se puso de puntillas y dijo: por favor, ¿dónde me había dicho que se dejan los deseos, esos que puede concederme ??
El hombre, miró a la niña asombrado... pues... ehh... pero ¿ya no quieres poner tu queja?, dijo desconcertado.
No, dijo la niña con resolución, quiero pedir un deseo... ese sí me le atenderán ¿verdad?, usted me ha dicho antes que sí y... ¡no creo yo que en esta oficina se dediquen a engañar a una pobrecita e indefensa niña de tan solo once años!!!, ¿verdad que no??, eso no será sí, verdad?? dijo la niña elevando cada vez más con intención el tono de su voz para todos los que allí estaban la oyeran.
Los demás comenzaron a trasladar curiosos sus miradas hcia el funcionario y la niña con los ojos muy grandes le miraba con el ceño fruncido, esperando una respuesta; la puerta de un despacho comenzaba a abrirse lentamente... entonces el hombre al ver en qué apuro le estaba colocando aquella niña y antes de que algún superior preguntara qué pasaba, le dijo rápidamente a la niña en tono conciliador, para que todo se calmara: sí, sí, claro, claro. Como bien te dije, los deseos se atienden al momento, no hay que esperar. Bueno solo si son posibles, aclaró el hombre, tratando de cubrirse las espaldas, ten en cuenta que hay algunos que son muy difíciles, incluso imposibles y esos pues...
Sí, sí, dijo la niña interrumpiendo al hombre, no se preocupe, este es un deseo fácil de conceder, ya lo verá, y con resolución tendió el papel al hombre que boquiabierto por la seguridad de la niña no acertaba a saber qué hacer con él.
Leálo, dijo la niña y por favor concédamelo cuanto antes, tengo mucha prisa. Estaré en ese café que hay ahí enfrente, en cuanto me haya concedido mi deseo, me avisa. Muchas gracias. Buenas tardes, concluyó la niña dirigiéndose a la pesada puerta de cristal que daba acceso a la calle.
Allí quedó el hombre, temblando, con el papel en las manos, mientras muchas personas, que habían visto toda la escena se fuerons agolpando a su espalda. De repente una voz más impaciente y nerviosa que otras dijo de forma un poco inquieta: ¿es que no nos va a decir qué pone??, estamos en ascuas, por favor... ¿qué pone??
El hombre mirando el papel, comprendiendo y dedicando una leve sonrisa a todos los que allí estaban leyó:
Por favor, derriben inmediatamente la puerta de las tristezas.
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Dedicado a mis amables lectores, que a veces sufren mis palabras de dolor, otras veces se emocionan con mis palabras de amor y la mayoría de ellas, vibran con mi tristeza en los detalles que sensbilizan mi vida. Quiero que sepáis que he pedido como deseo derribar la puerta de las tristezas para que se puedan leerse con comodidad todas las penas de todas esas personas que un día depositaron sus esperanzas tras ella y aún no han obtenido respuesta.
No puedo mas que escribir lo que siento. Estoy llorando. Un beso.