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Categoría: Hechos Reales

Babiecas

En el Paseo de Gracia, frente a la Pedrera, la obra más visitada de Gaudí, un señor alto, de porte distinguido, se para frente a un árbol. De un estuche extrae unas gafas. Parsimoniosamente se las cala sobre la naríz y, con inusitada atención, dirige la mirada hacia la copa de ese árbol.
Una señora. que arrastra un cochecito con niño incorporado, se sitúa a su lado y dirige la vista al mismo punto.
Tres inglesas de estructura alámbrica -bueno, sin curvas que sobresalgan- acompañadas de un inglés, que acaban de salir de la Pedrera, directamente se dirigen al lugar donde están los dos mirones del árbol, y al igual que éstos se ponen a observar hacía arriba. Se les oye cambiar impresiones en su idioma y ríen con risa inglesa.
Pasan a engrosar el grupo dos jovencitas con el estómago y espalda al descubierto y unas caderas suculentas, que angelicalmente dirigen la mirada a lo alto.
Una pareja de jóvenes, que al parecer les pica la curiosidad y no precisamente de lo que observan los demás, se sitúan detrás de las dos jovencitas. Se diría, por la forma de contemplar sus sobresalientes protuberancias, que con intenciones non santas.
Llega un ancianito pulcro, que apenas alcanza el metro cincuenta de estatura. Despacioso cambia las gafas que lleva puestas por otras que extrae del bolsillo. Sitúa la mano extendida a modo de pantalla sobre sus ojos e imita a los demás en cuanto a dirigir su atención.
El grupo aumenta hasta casi impedir el paso.
Un coche que en su lateral lleva pintadas las letras T V, para junto a la acera y descienden tres personas, una lleva la cámara de filmar, el otro está provisto de un artilugio y el que se vale de un micrófono se acerca al grupo, preguntando:
-¿Qué ocurre?
-No sé -contesta el que tiene más cerca
Parte del público, al ver al cámara que se apresta a filmar, se acicala el pelo con las manos y adopta una pose para entrar en la posteridad.
-¿Pero nadie de ustedes puede decirme que están mirando? -un tanto impaciente pregunta el locutor dirigiéndose al conjunto.
En plan de gran estrella cinematográfica, la señora del cochecito con niño incorporado, contesta:
-Verá usted, yo he visto a este caballero que miraba con tanta atención, que intrigada me he puesto a mirar también.
El locutor se dirige al caballero aludido y muy amablemente inquiere:
-¿Puede usted decirme, señor, que es lo que ocurre?
-Que yo sepa, nada...
Con la misma gentileza, el locutor, vuelve a interrogarle:
-Si no le resulta molesto y no lo considera una injerencia por mi parte, puedo preguntarle: ¿qué es lo que con tanta dedicación está usted mirando?
-Ah, eso... nada... que como me aburría, he pensado que contar las hojas de este árbol resultaría una ocupación distraída
La noticia corre como reguero de pólvora entre los mirones y el grupo se disgrega,.
Solo los cuatro jóvenes, que tiene pegados como el sello al sobre la delantera de ellos a las posadera de cada una de ellas, continúan impertérritos con la mirada perdida en lo alto, atisbando un panorama que para nada precisa de la vista...
Datos del Cuento
  • Categoría: Hechos Reales
  • Media: 6.19
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1 comentarios. Página 1 de 1
Juan Andueza G.
invitado-Juan Andueza G. 01-07-2003 00:00:00

Jajajaja, me ancantó, pues para mi es una sátira a los turistas, y nada hay más ingenuo que los turistas : parecen ganado. Jajajajaja.

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