El horizonte colorado de tarde vestía de fiesta sus desnudos cuerpos. Los rayos dorados del atardecer se deslizaban por las paredes, los cuadros, los estantes atestados de libros... tiñendo todo a su paso de naranja. Los cuerpos reposaban en un suave y acompasado respirar casi imperceptible. Con los ojos semicerrados sentía la tibieza del sol escondiéndose en el horizonte. Todo le era borroso. Abría suave y lentamente sus párpados, sin lograr aclarar las figuras. A su izquierda una mancha oscura sobre su vientre dibuja poco que poco lo que luego se definió en un brazo. Era fuerte, musculoso, tostado. Aún no entendía dónde estaba, no podía ubicar... Sentía la dulce satisfacción de su cuerpo relajado de miles de éxtasis. A su derecha, otro borrón claro sobre su hombro que con dificultad se transforma en una mano, dedos largos. Y en su mente, entre el sueño y la conciencia, no acertaba ubicar donde estaba. Su cabeza, aún en las nubes, no podía coordinar los pensamientos enmarañados al igual que sus oscuros cabellos. Sonreía ante el espectáculo que estaba viendo. Un brazo oscuro, tostado como la caoba reposaba sobre su estómago, contrastando con el marrón acanelado de éste. Y por si fuera poco, a su izquierda, una mano blanca descansaba sobre su hombro. "Así son los sueños", pensó y se volvió a sumir en la tierra de Morfeo...
... Su cuerpo era sacudido por fuertes espasmos de placer, gemía y mientras lo hacía golpeaba con fuerza sus caderas enloquecidas por el éxtasis. Con sus ojos cerrados gruñía y otro par de ojos le miraban fascinados por la sublime transformación de su rostro. Ya luego, sosegados, un susurro le platicaba sus pensamientos mientras yacía a su lado. El amor era el tema; el amor y su dimensión. Miraba con tierna serenidad su rostro, sus labios. Sabía que intentaba decirle algo importante, mas no encontraba las palabras adecuadas. Le seguía en su divagar, mas no agarraba la esencia. "Te amo más que a nada en el mundo y nuestra honestidad está por encima de todo. Mas lo que tanto temes está por llegar."- "Lo sé", le contesta. "Eso no significa que te abandonaré, pero sí que lo aceptaré. Pero te prometo que al llegar debes consentirlo antes de que yo dé el siguiente paso."- "Gracias"- contestó abrazándole fuerte y cerró sus ojos...
... levantando sus pesados párpados no logra apartarle de su mente, de su ser. Amanece el día pensándole y duerme pensándole. Su aparición vino a cambiar su vida para siempre. Poco a poco fue penetrando su alma, fundiéndose en sus pensamientos, ideas. Este nuevo sentimiento le obsesiona, alegra, atemoriza, pero ya ha tomado una decisión y solo le resta esperar. Mientras, cierra sus ojos . . .
... Al abrirlos no podía creer lo que ve, ¡no pudo evitarlo! Por más que se dijo que no lo hiciera, por más que lo planificó, no pudo evitarlo. No pudo evitarlo por tantas tardes y noches intercambiando pedazos de corazón. Veía su boca fundida en un apasionado beso que le robaba el aliento y volvió a cerrar sus ojos para poder sentir mejor. El olor que había imaginado tanto, el calor que emanaba de su cuerpo, el sabor único de su boca, el respirar agitado de su excitación... Ya juntos, un volcán de sentimientos corrió desbocado por el encuentro. Desaparecieron las vestimentas del cuerpo, del alma y daban rienda suelta a lo que milenios de espera contuvieron. Mas ya no más. Sus manos recorrían suavemente su piel sin mirarla, deleitándose en el escalofrío que la cubría. Le apresaba entre sus brazos y sentía cómo su cuerpo temblaba bajo el suyo. Separó su boca solo un instante para mirarle a los ojos y comprobar que no soñaba, "Sé que esto me dolerá, mas ya he esperado demasiado, no me imagino el placer de una herida sin ti, " y diciendo esto volvió a unir su boca en una caricia infinita. Dejó deslizar sus labios por su pecho, su vientre, mientras chillidos de placer se escapaban de su boca. Le cubrió con su cuerpo que resbalaba sobre el otro fundiéndose en un abrazo que le pareció eterno. Intentando fundirse en su piel y desaparecer en ella, no ser más. Unirse más, más adentro, más, solo uno, más y un estallido de fugaces estrellas, placer inefable, le hizo desplomarse en un profundo sopor... Le esperaba en el museo y mientras, repasaba qué le diría, mas cuando le vio ...
... Poco a poco los recuerdos llegaron a su mente y no daba crédito a lo que recordaba. Dos pares de ojos le miraban, cuatro llamaradas de fuego encendidas. Les amaba, sabían que les amaba, verles fue como un sueño. Unas manos blancas, marfil, le abrazaron primero y susurrándole le dijo al oído que le amaba mientras tomaba su mano conduciéndole a los brazos caoba que tímidamente le tomó de la mano y se miró en sus pupilas. Necesitaba asegurarse, mas ya no le quedaban dudas. Abrázole bien fuerte y sintió el peso de otro abrazo, que fundidos en uno solo parecían una degradación de colores tierra, marfil, tierra y caoba, donde nunca se sabe donde empieza uno y acaba el otro. Por ser unidad, un todo...
... Ahora con los ojos completamente abiertos, su realidad comprendida, besa ambos rostros y una idea corre por su mente: "¿Habré muerto y estoy en los en los Campos Elíseos?¿Es acaso este el paraíso, el Kashbah ... o simplemente sueño dentro de mi sueños? Pronto lo descubriré, muy pronto ...
Yo no me dejo llevar por los comentarios de terceros, pero viniendo de un señor que escribe tan bien, no me queda otra que hacerme eco de su comentario, haces vibrar fibras con un alto contenido de buen gusto.